Jaden {Bilogía El Príncipe d...

By AbbyMendez11

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É𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑙í𝑛𝑒𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎𝑙𝑒𝑙𝑎𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑗... More

W E'R E D I F F E R E N T
P R Ó L O G O
R E P A R T O
A D V E R T E N C I A
I-Demuestra ser Alabi
II-Nada tienes, nada vales.
III-Libros en blanco
IV-Lo pido, lo tengo.
V-Oz
VI-Solo somos reflejos
VII-Dos pasiones
VIII-La chica del velo dorado
Anuncio importante
IX-El susurro del diablo.
X-El juego acaba de empezar
XI-El hombre sin conciencia
XII-El relato del lobo y la oveja
XIII-La teoría del amor no retribuido
XIV-El origen
XV-La sobriedad tiene un gesto inusual
XVI-Puede que un día te maten
XVII-Nunca confíes en Ross
XVIII-Demente
XIX-Reina mía
XX-No soy gay
XXI-Somos una enfermedad
XXII-El nuevo profesor
XXIII-No me acuesto con estudiantes.
XXIV-La fiesta (Parte 1)
XXV-La fiesta (Parte 2) Cuando una zorra sufre
XXVI-El rocío descendiente del cielo
XXVII-¿Quién mató a Vans?
XXVIII-¿Quién Mató a Vans?- Parte 2
XXIX-Sobre el hilo Rojo
XXX-Mujercitas
XXXI-L S D
XXXII-Obsession
XXXIII-Perfecto asesino
XXXIV-Father
XXXV-La carta del Ángel
XXXVI-Culpable
XXXVII-La carta del Diablo
XXXVIII- La Carta de Diablo II
XXXIX-Fiesta de fin año.
XL-Red Idol
XLI-Amar a un mentiroso
XLII-Tres palabras
XLIII-La primera mentira
XLIV-El único Amor de Henry
XLV-Ese Alguien
XLVI-Confía en Ross
XLVII-El juego de las manipulaciones
XLVIII-Llameaba furia
XLIV-Las estrellas en tus ojos
XLV-El fin de mi virginidad
XLVI-El pecado entre tus piernas
Capítulo XLVII-Devoraré tu alma.
Capítulo XLIVIII-Las mentiras de un pasado.
Capítulo XLIX-Inexistencia
E P Í L O G O

Capítulo Final: ¿La podrás salvar esta vez?

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By AbbyMendez11


Cuando la luz finalmente apagó mis ojos vi más allá de la opacidad mi deseo interior, lo que en vida anhelé hasta desvanecer, y lo único que quería... eras tú.

.

.

Un mes después.

Aquel día el apartamento lucía tan solo, o a lo mejor la propia tristeza alteraba la realidad otra vez, todo era penoso desde... ese momento, aun contando con los métodos de Javier: fiestas, shopping, obsequios o lo extremo como esas horribles citas a ciegas, que como era de esperarse, no terminaron nada bien.

Se desplomó en el sillón, el espacio al fin retrataba una imagen decente, se esforzó bastante, lo hizo en su mayor parte por distraerse pero el resultado valía la pena, eso le recordó el pequeño logro del día,  se propuso conseguir su permiso de conducir, le costó todo un mes pero después de todo la licencia estaba en sus manos.

Suspiró con placidez y cerró los ojos despacio, necesitaba dormir para huir de los recuerdos y esos pensamientos recurrentes y molestos; Lo que fue imposible, maldijo internamente y marcó a Javier en el móvil, se había marchado a casa de su padre en la mañana, necesitaba hablar de lo que sea, absolutamente lo que sea, incluso cosas que odiaba como esos horrendos suéteres rosas que tanto le gustaban a él. Al no recibir respuesta se detuvo a pensar... ¿Por qué los odiaba? Eso no tenía mucho sentido francamente... se acarició la barbilla y miró al techo liso... Suéter--rosa, si bien aludía el hecho a que ella tenía uno, el mismo que tomó Jad..

¡No jodas!

Repelió las imágenes en su cabeza: el suéter, el color y todo lo referente a ''El innombrable'' (Amin)
Le marcó de nuevo y nada, bufó con amargura.
Inspeccionó el registro de mensajes, lo que la llevó a dar con Clara, hacía un montón que no conversaban, supuso que se había mudado fuera del país por definitivo o sus vacaciones se habían extendido demás, entre una cosa u otra se perdió el contacto, le echaba de menos, naturalmente quería saber de ella, y distraerse claro, abrió la mensajería y le escribió:

Ella:
-Hola Clara, hace mucho que no hablamos ¿No?... ¿Sigues fuera?

Clara:
-No.

Asombró los ojos y frunció los labios, se preguntaba porqué no se lo había notificado cuanto menos; Y su mensaje... era corto e indiferente ¿Estaba enojada?, se cuestionó por un minuto, no recordaba alguna pelea o malentendido de las dos y eso le preocupó, en ese momento lo único que necesitaba era una amiga.

Ella:
-¡¿Por qué no me dijiste?! ¿Todo bien? ¿Puedo visitarte mañana? Quiero verte.

Clara:
-Si quieres.

Seguía con esos mensajes cortantes, definitivamente no era su actitud habitual, no era la misma Clara kawaii de brillitos en las mejillas, ese rubio iluminado y adorables zapatitos de tacón bajo. Aunque, después de reflexionar, consideró que era una deliberación precipitada, siquiera la había visto, tomaría una conclusión tan pronto como estuviese frente a ella, a pesar de todo solo eran textos.

Ella:
-No me dijiste cómo estás, quiero saberlo, cómo la pasaste ¿Conociste gente interesante? ¡¿Cuéntameee?!

Pasaron minutos, horas... Eventualmente comprendió que no contestaría, le incentivó más ansias por verla, una corazonada implícita sacudió su pecho, seguramente aquel innombrable se incluía allí, ell mismo que no le dejó pegar un ojo en toda la noche.

Cuando el sol alumbró los rayos reflejos en las ventanas, suspiró y se preparó para otro día de universidad en el que tendría que verlo y fingir, que no percibiera lo mal que la estaba pasando, de ahí que, cuando estaba cerca la mejor manera de hacerlo era desatar aquellas carcajadas vacías, presumirle la sonrisa de esquina a esquina que simulaba a la perfección, era otra historia a cuando estaba sola en su habitación, con tres cajas de chocokrispis tragando las bocanadas de un puño con los llantos hinchando sus ojos, pero ¿Qué esperaría? ¿Exhibirse como la triste crédula de quién se aprovechó? ¡Jamás! Si tenía que simular que lo había superado lo haría con facilidad y frialdad.

Para Alaya, él hacía lo mismo, fingír sentirse horrible, jamás le cruzó por la mente que ese dolor que no podía disfrazar como ella, era real.

Algo que se preguntaba a menudo era... Porqué seguía asistiendo, desde luego no le habló de lo sucedido a nadie, exceptuando a Javier, pero si ya no tenía que seguir mintiendo ¿Qué buscaba aún en una universidad de tercera como esa?

.

La última clase terminó, le escribió a Clara que llegaría luego de salir. Vivía en un zona apartada, una urbanización de clase más alta; llamó al timbre un par de veces, al cabo de un rato la madre de Clara abrió una pequeña ranura en la puerta y asomó la cabeza afuera, fue algo extraño y a decir verdad no lucía nada bien, sus ojos estaban hundidos y sus mejillas agujeradas, se veía mucho más delgada, no en buena forma, contrariamente, parecía estar enferma.

—¡Alaya!—parpadeó con lentitud, como si le pesara hacerlo, le concedió una sonrisa más cálida y abrió un espacio en la entrada ofreciéndole pasar—Alma mencionó que probablemente vinieras pero luego dijo que no. No preparé nada, perdona.

—No hay cuidado, ¿Dónde está ella?—dijo apresuradamente, verla en aquel estado solo despertó más sospechas, contempló el aspecto simple del pasillo que conducía a la sala, no es que luciera mal, lo extraño es que la última vez que estuvo allí destacaba como un museo interior, el recibidor se volvía estrecho por la cantidad de adornos y moblaje visiblemente llamativos, pero en el momento lo notorio era el vacío, y al observar por las otras salas se encontraban iguales, desiertas.

—En su dormitorio. Te desinfectas en el dispensador antes de pasar por favor y te colocas uno de los cubrebocas y los guantes de la mesita al lado ¿Bien?—le indicó el camino, una expresión intrigante se posó en sus facciones, sus ojos hundidos como hoyos se contornaron a ella y la miró fijamente sin siquiera pestañar, fue escalofriante, le concedió una sonrisa de suficiencia y llevó su mano a su espalda baja, la empujó un poco e hizo un gesto con la mano insinuándole avanzar.

En definitiva con el paso de las manecillas las cosas se volvían más raras, giró de frente a la señora dejando a un lado la mano que la rodeaba, su boca se curvó hacia abajo e inquirió:

—Hmmm ¿Por... qué?—enarcó las cejas buscando algo más en su mirada, pero lo único que se podía apreciar era su mala salud, cuando la inspeccionó de cerca era más evidente, las venas que sobresalían en su frente, su piel que casi se tornaba de un color gris pálido y su voz, que casi se perdía tras sus labios en un tono bajo e inestable. Muchas cosas llegó a imaginar y suponer, pero esperó, si algo había aprendido durante todo aquel tiempo, es que antes de inclinarse a un indicio, debía de tener certeza de ello, y por mucho que las cosas resultaran así de bizarras, no tenía nada que asegurar.

—Bueno, son medidas, ya sabes, cualquier cosa podría...—su voz se entrecortó por un instante, por lo visto no era algo de lo que quería hablar.

—Está bien gracias, me alegra verla.—Alaya lo entendió rápidamente, no deseaba decírselo o quizás le incomodaba hacerlo; le ofreció media sonrisa y giró para seguir el camino a la habitación.

—También me alegra verte—en un movimiento brusco la detuvo del hombro, Alaya desvió el rostro a ella, su apariencia era inquietante—. Clara te necesita más que nunca, este exilio le ha afectado más de lo que demuestra, sé que no quiere preocuparme, pero verla así solo me hace temer más. Necesita una amiga, un consuelo—la señora la apretó con fuerza sin siquiera percatarse, bajó la cabeza y exhaló, se precisó el pesar del mismo—, gracias por venir.—la palmeó ligeramente y siguió otra dirección, su movilidad era lenta y errática, tomó apoyo de la única mesa en el espacio y luego se resguardo de las paredes hasta pasar la entrada a otro salón.

Alaya apretó los puños y tomó aire, no era el momento para pensar demasiado o para perder tiempo, corrió siguiendo sus indicaciones, tal y como dijo, al lado de la puerta de la habitación había un pequeño dispensador de gel desinfectante encajado en la pared, presionó el botón y esterilizó sus manos, tenía un fuerte aroma a alcohol y muchos químicos que no reconoció, la piel absorbió el líquido y de ella solo quedó la sensación frigorífica en las palmas, pasó con los guantes y el cubrebocas de la repisa a un costado. Tomó el pomo y ladeó el cuello, lo empuñó con fuerza e inspiró desde el interior, al analizarlo, definitivamente no era la más adecuada para ser ese tipo de apoyo, no era la más fuerte ni la más estable, y en aquel momento en resumidas cuentas... era un desastre andante. Frunció el entrecejo llena de frustración, pero... era Clara, la chica más comprensiva y gentil que había conocido, si tenía que darle las fuerzas que no poseía, no lo dudaría, aludió a todas las veces en las que fue su apoyo, sin su ayuda Ross y Amin se hubiesen enterado de Monserrat  fácilmente o  hubiese resultado en un colapso mental o algo peor.

Con toda seguridad, ella lo valía. Giró el llavín e impulsó la puerta hacia delante.

Había entrado muchas veces a su habitación, era tan rosa y macabra a la vez, pero en cuanto pasó, se constó del cambio drástico, las paredes tenían un sencillo tono blanco, estaba vacío, de hecho la única cosa allí era... una camilla, lo cierto es que el lugar explícitamente daba la impresión a un cuarto de hospital, tenía un suero colgando del sujetador y otras máquinas que solo había visto en consultorios. Su cuerpo vaciló por un momento, no entendía nada de lo que sucedía, hacía menos de una hora imaginaba a Clara, sus padres y sus hermanos con emoción, entusiasmada por escuchar sobre su viajes épicos recorriendo el mundo, pero desde ese punto, aquello parecía una teoría lejana.

No había nadie en la cama, resopló y se abrió paso al desolado margen del aposento, la luz era tenue, solo observó una lampara de mesa que resplandecía ligeramente rayos dorados como el sol, los reflejos del atardecer en la ventana se reducían al aviso de la noche, y justo en la mínima claridad del cristal que daba con el bello paisaje de la puesta, estaba ella, de pie y de espaldas,  tenía una fina bata blanca que ensombrecía su figura a través del crepúsculo.

En un principio dudó de que se tratase de la misma persona, su cabello... era distinto, el largo color oro natural que adornaba su imagen pura siempre fue una de las cosas más atractivas en ella, pero se opacó por un dramático negro mate corto.

Una vez que el sol se ocultó, y giró... sus palabras se sellaron.

Los flecos caían a su frente, ocultaban sus ojos, pero eso ya no era importante;  Lo que la  inmovilizó bruscamente, fue ver que... le faltaba un brazo.

La extremidad fue amputada unos centímetros sobre el codo, la parte baja estaba envuelta en vendajes, sus ojos olivos estaban plagados de una espesa sombra de maquillaje y  lágrimas.

El silencio fue árido y confuso, ambas se miraron, lo único que se constaba era de que ninguna sabía qué debía decir, qué era lo correcto o lo más acertado. Clara suspiró y rotó lentamente, escondiendo la amputación, bajó la cabeza y la vergüenza se reflejó en sus mejillas, sentía pena de ser observada, sentía una mirada que la juzgaba, como reconoce la historia las personas miraban a los que llamaban fenómenos de circo, como un revisor evaluaría una falla, como una persona normal estimaría una anomalía, con repulsión, con odio... Sentía aborrecimiento de sí, no quería ser vista ¡Quería alejarla! Comprendió que había cometido un error en confirmar que ya estaba en casa, fue un momento de debilidad, porque alguna parte muy dentro de ella deseaba aceptación, tener una amiga, un refugio, alguien que no la mirara de forma extraña como lo hacía la gente por las calles.

Alaya percibió cómo se reprimía, se ocultaba como si hubiese hecho algo mal, ciertamente no fue algo que esperó, ¡Nunca! Fue la misma extremidad que consideró fracturada, pero incluso con eso jamás pensó de que se tratase de tal gravedad.

No podía ponerse en su lugar, por más que lo intentase Nunca igualaría su dolor, pero sí entendía cómo era sentirse menospreciada por las personas, y no sería ella ese quien que creía tener el derecho a enjuiciarla. Caminó a su lugar y cuando estuvo cerca besó su frente y la arropó con la calidez de su cuerpo. Las lágrimas estallaron, y era algo que necesitaban ambas, llorar y tenerse la una a la otra.

Pasó alguna media hora, ella prefirió escucharla, que fluyera naturalmente, sin presión, que no se sienta obligada a darle una explicación, porque no lo estaba, era su exclusiva decisión si quería hablar o no, ella estaba ahí, para lo que sea, acompañarla en silencio, escucharla, hablar, maldecir o gritar cualquier cosa al cielo.
Alaya se apoyó en la mesita de un costado, Clara tomó el respaldo de la camilla y sus pequeños pies, que no llegaban al suelo, se agitaban con impaciencia, echó el cuerpo atrás y subió las piernas cruzadas en la suave colcha de la camilla, aclaró la garganta cabizbaja y frunció la mandíbula, el pulso del corazón parpaba en sus oídos, lo pensó demasiado, imaginó las distintas formas en las que podía reaccionar como líneas de tiempo adversas. Inhaló con profundidad y sujetó los bordes de los flecos de cabello en la frente, lo removió y expuso la falta del mismo, solo era una peluca castaña, tenía las cejas seriamente afectadas, tan solo quedaron unos mínimos vellos; sus labios lucían púrpuras y cortados, una lágrima se deslizó sobre ellos, elevó la barbilla y fue vista solemne, dejó atrás el miedo, en ella estaba si se quedaría y la aceptaría como se consideraba, un fenómeno.

—Es sarcoma, un tipo de cáncer que daña los tejidos blandos—expresó, y hasta ahí se pudo percibir la carga que sentía en las palabras, empuñó con dureza los finos cabellos y dejó caer el cuerpo de golpe sobre el colchón.—, después de todo nunca tuve el hombro dislocado, lo que sentiste fue una protuberancia que se extendía por todo mi brazo—pronunció en un tono irónico, su mirada estaba fija sobre el techo pálido,  por un momento notó culpa en el rostro de Alaya, se erguió sobre el respaldo, quería darle una sonrisa, pero no era capaz de simular otra cosa—. No te sientas mal, los propios enfermeros pensaron lo mismo, por eso me enyesaron de una vez, es que los síntomas eran similares; pero luego de dos semanas se advirtieron de la irregularidad, al completarse un mes nos dieron los resultados, necesitaba una operación de emergencia, era un caso muy avanzado y tenía que extraerse sino yo...—la voz de Clara se quebró, seguía resistiendo las corrientes de llanto, le costó varios intentos completar la frase pero al final confesó:—perdería la extremidad... Como puedes notar, no funcionó—marcó sarcasmo pero no dejó de dolerle.—, sacaron el bulto, y al hacerlo notaron que aquello solo era una fina fisura que siquiera representaba el diez por ciento de la afección, se seguía extendiendo, estaba devorando mis células a una velocidad absurda, fueron más de cinco cirugías en menos de un año, y aún así no lo lograron. Se propaga, y ya tomó mis pulmones.—exhaló, intentó recuperar el habla, sus labios temblaban, hizo una pausa, pero justo después, el llanto corrió desenfrenado, frotó su cabeza rapada y la sostuvo apoyada de sus rodillas.—Mi mamá... no lo resiste más, mi padre soportaría, si llego a...

—No lo digas Clara.—Alaya avanzó a ella, la interrumpió, el dolor había cubierto su cara, no quería escucharlo, no quería creerlo.

—Si muero, Alaya—completó con firmeza—. Incluso mis hermanos son tan fuertes como papá, pero ella... Me duele verla así, me duele mucho.—su voz fue un susurro perdido.

Fue como un canto de lamentos que se enterró en su piel como el filo de un cristal roto, se unió a su rostro para hallar en ella la profundidad de unos ojos vacíos y una mirada que se ausentaba.

—Lo siento tanto.—masculló entre hiperventilaciones, el aire fallaba, comenzaba a sentir aquella sensación de asfixia que ocurría al momento de sufrir un ataque.—¿Por qué nunca... lo dijiste?

—Lo cierto es que... siempre fui así—lo reconoció en un leve suspiro.—, traté de disciplinar mi propio cuerpo para no preocupar a los demás, o mostrarles mi debilidad—su cara se endureció y se aferró a los costados de su bata—, soy una chica pequeña que se sonroja por la mínima cosa y todo el tiempo fui excluida porque pensaban que no podía hacer las cosas que las chicas más altas y fuertes hacían en deportes o coreografías importantes, y yo quería demostrarles que no, que podía y me esforcé toda la vida por ser la chica extrovertida, enérgica y sonriente, pero muy por dentro...—resopló una ordalía entera, tiró la nuca contra la pared  y cerró los ojos por un momento—estaba cansada, de luchar, de fingir, de esforzarme por cosas que resultaban tan sencillas para otros.
Y yo misma provoqué esto... Sentía molestias intensas en el brazo desde mucho antes, y lo reprimí, sabía que si se lo comentaba a mi madre me sacaría del baile y las demás chicas se decepcionarían de mí, hasta que cuando creí que estaba a punto de lograrlo, no pude más, no pude reprimirlo, estaba devorándome.—se encogió de hombros y desvió la vista a través del cielo opaco en la ventana, no había siquiera un centello parpadeante en él, solo se veía la sombra de una oscuridad eterna y la luna oculta tras la densa neblina de la noche entrante; comprendía que su tiempo allí era impredecible, que en cualquier momento sus pulmones no bastarían para más, y todo acabaría.—. Creo que el destino tiene un trayecto confuso para mí, no sé lo que pasará... Me hubiese gustado lograr más cosas ¿Sabes? pero solo me resta esperar, tener un poco de fe en las próximas cirugías, aunque ya casi no me quede; aguardar, que venga lo que tenga que venir.

Se levantó y pasó a su lado hacia la escasa luminidad del ventanal, se colocó la cabellera castaña sin apartar la vista a las alturas, la luna se abrió a sus ojos, fue como un baño de su luz blanca y pura, tomó el borde, la deslizó hasta abrirla por completo y respiró el aire gélido del exterior. Cruzó despacio, un escalofrío recorrió su cuerpo cuando sus pies descalzos rozaron el pasto, caminó bajo el árbol de nueces, mirando un cielo lúgubre y un faro lejano que se teñía en las nieblas. Sintió como su palma se calentaba por el contacto de alguien, giró a un lado y vio sus ojos cargados en llantos.

Alaya elevó sus manos y acarició con suavidad sus mejillas empapadas, descansó la frente con la suya y susurró con un peso de remordimiento en la voz:

—Soy una persona horrible, por no notarlo, por no estar contigo.—se juzgó cruelmente, tomó los costados de la mangas de su suéter para limpiar con cuidado el tinte negro que cubrían los ojos de Clara.

—Ya eso no importa—negó con la cabeza, no sentía rencor, fue su decisión mantenerlo en secreto—, nada hubiese cambiado.

—Al menos hubiese estado a tu lado, como tú conmigo.—sujetó su mano y la cubrió en la suyas, la llevó a sus labios y como un ruego se inclinó, elevó la mirada y llegó a la imagen inocente de sus bellos ojos.—Déjame enmendarlo, ahora que estoy aquí, no me iré, te amo Clara.

Por ese simple instante, sintió comprensión, era todo lo que pedía , un hombro para decaer.


Transcurrieron unos pocos días; con esfuerzo, muchas súplicas e insistencia, finalmente la convenció de vivir el momento al máximo, cumplir metas, experimentar cosas nuevas, ver los grandes detalles en las cosas más pequeñas, que más allá de su percepción habían cosas magníficas por descubrir, cosas por las que valía sonreír... Un beso, un abrazo, un día de lluvia, un día soleado, tus hermanos, tus amigos, el amor de tus papás, tu playlist favorita, el plato que más te gusta, el libro que te enloquece... por las que valía creer que las cosas podían mejorar.

Y mejoró, Clara volvía a reír por casi cualquier cosa como antes y salir sin vergüenza ni temor; por mucho tiempo escondió como su brazo se descomponía tras el vendaje de un yeso,  y al llegar a casa quitaba las vendas y veía la piel gris y purpura, la piel que se consumía. Pero ya no le importaba, la gente seguía mirándola de forma extraña y no le afectaba, porque tenía amigos y familia, y por ellos sonreía.

Esa tarde decidieron visitar el parque de Páris, había pasado muchísimo tiempo desde la última vez que estuvieron juntas allí, la llegada de la primavera devolvía el color verdoso a la brillante pradera y a los inmensos árboles de distintos pigmentos del color esperanza, Alaya impulsaba la silla de Clara, unos días antes el doctor ordenó que no sobrepasara sus límites por lo que si quería seguir saliendo y realizar esas actividades tendría que llevar la silla de ruedas y un tanque de oxigeno por obligación. Hablaron todo el camino sobre Robert, fue el único que siempre estuvo enterado de su condición, y ella también conocía su verdadera identidad, a pesar de la distancia se apoyaron mutuamente y con el tiempo pasaron de ser  amigos a mejores amigos, y hubo un punto en el que escucharse se volvió más que una necesidad. Robert no lo dudó ni por un segundo, la aceptó aún cuando le mostró su brazo putrefacto aquella noche de pelis y fideos baratos, no pudo aguardar otro instante, recibir otro beso y mentirle con lo que estaba sucediendo; Para su sorpresa el sincerarse solo los unió más, Rob le contó sobre su depresión, las cosas horribles que hizo junto a su mejor amigo y por las cuales sentía culpa, y también le dijo que quizás era bisexual, aunque después confesó ser completamente gay, no se molestó, ya lo entendía y ambos sabían que lo que sentían el uno por el otro no era atracción física o sexual, sí era amor, pero no de ese tipo.

De repente sobresaltó y agitó la mano pidiendo que se detuviera, Alaya se espantó por lo imprevisto, temía que se sintiera mal y lo dejara pasar como había pasado antes, aunque prometió no hacerlo otra vez era tan inocente que podía dañar su propia salud por no causar molestia.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? ¡Dime!—exclamó sintiendo los latidos azotar su pecho.

—¡¿Estás ciega o qué?! ¿Por qué no me hablaste sobre esto?—le reprochó, y parecía hacerlo con vasta seriedad.—Es... precioso.

Alaya arrugó la frente mirando a todos lados, se dio vuelta, miro al cielo e incluso a sus pies, pero no comprendía además lo que tendría que buscar.

—No entiendo de qué hab...—su voz se detuvo en un instante, cuando sus ojos dieron con algo que siquiera esperó, y todo en su interior se agitó, sintió el frío desgarrador y el mismo dolor, fue como si el sufrimiento que creyó superar nunca se hubiese ausentado, estaba ahí, tallado en la fuente en la que una vez jugaron ilegalmente como locos, y lo recordó todo:

''Vi como mirabas los nombres escritos sobre el asiento, imaginé que te había gustado bastante, así que pensé que nosotros también podíamos tener un recuerdo bonito''

—''Amin y Alaya... Eres magnifica''—Clara leyó el escrito en voz alta, era impresionante, a su alrededor habían personas tomando fotos, pero no se explicaba porqué.—, bueno... por tu expresión, ya veo que ni siquiera estabas enterada.

—Pero... cómo...—dejó salir un suspiro, y no pudo parar aquella lágrima que rozó sus labios temblorosos, tomó los mangos de la silla y la condujo hasta el sitio, se acercó a una persona que fotografiaba a otra y con la visible perplejidad le preguntó:

—¿Por qué... toman fotos?—expresó, incapaz de asimilarlo todavía.

—Son los prófugos de Páris.—dijo la chica en un tono casual.

—¿Los qué?—Inquirió con los ojos entornados a la señorita de melena café.

—¡Ah! no los conoces—exclamó ella en una risilla sin mala intensión—. La fuente es un monumento nacional. Son dos personas de las cuales no se tiene registro, hasta ahora su identidad sigue siendo un misterio—aclaró en un deje de emoción señalando los nombres—. Muchos dicen que ambos lo escribieron, pero yo me voy por los que afirman que fue un detalle del chico a la chica, por eso escribió ''Eres magnifica'' Tiene más sentido ¿No crees? Pues... obviamente como es ilegal buscaron a los responsables, pero hay mucha gente que se llama igual, fue inútil, era de esperarse, me sorprende que no lo sepas porque hubo un tiempo del que solo se hablaba de esto—insinuó con cierta intriga, mirando en complicidad a su compañero—, entonces el gobernador ordenó que lo borraran y la estructura fuese restaurada como estaba antes.

—¿Y qué pasó?—preguntó en un pasmo.

—La imagen se viralizó cuando un chico le propuso matrimonio a su novia en este lugar y capturaron el momento aquí, la fuente y los nombres quedaron de fondo en la foto que subieron a sus redes sociales y muchísimas personas comenzaron a compartirla, a recortarla, a hacer montajes y photoshop con el #Hashtag #PrófugosdePáris. Así, gente y más gente comenzó a comprometerse y exponer las fotos al mundo ante la escena, fue tanta la tendencia que llegaron a recolectar miles de firmas para evitar que eliminen los nombres, y como al alcalde le conviene estar bien con el pueblo, ya que todo el mundo sabe que tiene intensiones de reelegirse, modificó la orden para tratarlo como parte del monumento. Eso es todo, lo resumí más o menos, espero que hayas entendido.

—Sí, gracias.—asintió en una sonrisa más afable.

Miró el tallado, incluso pudo imaginar cómo se esforzaba para marcar profundidad con la pequeña navaja de bolsillo, se acercó y se inclinó despacio, rozó con suavidad las fisuras e innumerables cosas cruzaron por su memoria...

¿Por qué escribió su verdadero nombre? ¿Acaso él... estaba dispuesto a confesarlo aquella tarde?

Pero qué lo evitó, lo cierto en que cuando notaron que habían robado el carrito olvidaron lo demás, ella siquiera se percató del escrito y él no lo volvió a mencionar, como si se hubiese arrepentido de lo que sea que iba a hacer, como decirle la verdad.

Sentía su cabeza revuelta de pensamientos y dudas, y el intenso malestar en el estómago. Exhaló devolviendo un poco de aliento y de cordura a la noción que se extraviaba por minutos, y lo pensó con la mente fría, indistintamente cual fuese su intensión en aquel momento, solo es parte de un pasado doloroso y no alteraría nada en el presente, sí... daba igual, es muy probable de que fuese parte de su teatro. Se levantó y relajó los hombros, dio un último vistazo al retrato de sus nombres unidos y finalmente lo dejó atrás.

Giró y tan pronto como lo hizo corrió al lugar de Clara con velocidad.

—Clara... estás sangrando.—dijo entre temblores. El líquido viscoso se derramaba por su nariz y había tintado todo su vestido.

—Estoy bien, perdona.—respondió con los ojos perdidos y una sonrisa manchada de rojo. Alaya tomó la máscara del tanque rápidamente y justo cuando se disponía a colocarla, Clara estornudo con tanta fuerza que se escuchó el trueno en su pecho, y al hacerlo expulsó una ráfaga descomunal de sangre, perdió el conocimiento y su cabeza quedó tendida a un lado.

—¡¡Clara!!

.

Unas semanas después recordó ese día como si estuviese pasando una vez más... Clamó a gritos por ayuda, la misma chica que le explicó sobre las fotos se acercó para tratar de calmarla y  su acompañante llamó a emergencias.

Pasó tan rápido que se sintió como un segundo cuando la ambulancia llegó y en un abrir y cerrar de ojos estaban en el hospital, transcurrieron horas sin recibir noticias, sus padres llegaron pero ellos tampoco sabían nada. Unos minutos más tarde una doctora se acercó, les explicó de la forma más delicada posible que su hija necesitaba un trasplante de pulmón urgentemente, sino ella... moriría.

Alaya se ofreció de inmediato pero no eran compatibles, además su condición de asma lo hacía inviable. Los días transcurrían, todo se complicaba cada vez más, y cuando por fin encontraron un donante, y los doctores preparaban el quirófano para la operación de emergencia, Clara no lo resistió...

"Aquel 19 de julio, perdí una parte de mí, perdí a mi mejor amiga."

Alma Clara Sebastian Genet, 22 años.

.

Aún leyendo el nombre en la lápida se sentía irreal, aún cuando visitaba el cementerio cada día la verdad parecía un sueño extraviado en la conciencia, aún podía escuchar el sonido melódico de su risa.

Se desplomó de rodillas en el prado y tomó la orquídea que dejaba todas las tardes sobre la tumba, le habló de su día, de lo mucho que la extrañaba y el vacío que dejó atrás. Secó el llanto en sus mejillas y sintió el roce de una mano en sus hombros, giró a su lado y con los ojos empañados miró la imagen borrosa de Robert, él se doblegó y tomó un pañuelo de su traje luctuoso, limpió las lágrimas y esclareció la bruma de su visión, su rostro estaba tan apagado y deprimente, se acercó a la lápida, llevaba un ramillete de rosas y unos cuántos sobres que dejó en el mismo lugar, cuando se volvió hacia ella sus brazos estaban abiertos, se levantó y la abrazó.

Hablaron de ella hasta que los alcanzó la noche, era irremplazable, pero Clara no lo hubiese preferido así, siempre odió ser un peso, ella escogería ser recordada con fortaleza, como la chica que no se rindió, que sonrió hasta el final y siempre luchó en valerse por sí misma.

.

—''Rober Kayser''...—ironizó tamboreando los dedos sobre el banco, la lumbre era baja y proyectaba aquel aspecto misterioso al ya espeluznante retrato del panteón, el mar de cruces en el suelo, los susurros de lamentos que se entonaban en el aire como espíritus en pena y los pétalos de rosa que viajaban como auroras de tonos carmesí.

—Sí...—asintió aclarando la garganta con incomodidad.—siento haber mentido, nunca fue nuestra intención...—giró a ella y buscó su mirada.

— Está bien, ya lo superé.—agachó el rostro y abrigó las manos en los bolsillos de la gabardina.

—¿Segura?—torció el labio con las cejas enarcadas, no le creía nada, más cuando por mucho que se esforzara lo hacía evidente.

Asintió y se encogió de hombros en un puchero de indiferencia.

—Escucha—se frotó la cara y redujo el espacio entre ambos en el asiento, observó su visión lejana en el misterio, con suavidad llevó la mano a su barbilla, despacio fijó su rostro ante él y se plantó en sus pupilas advertidas de llanto—, sé que ahora más que nunca no soy quién, y mi credibilidad básicamente no significa nada, sé que fuimos unos malditos. Pero tengo la certeza, lo puedo jurar por mi propia vida... Amin se enamoró de ti en verdad, es algo que en su momento hasta a mí me costó creer, pero solo es necesario verlo, y estoy completamente seguro de que tú también lo puedes ver, es amor, él siente y tú sientes...

—Te equivocas—intervino, dejó salir el aire que había estado conteniendo de golpe y desvió el cuerpo al otro lado abruptamente—, tal y como le dije, yo me enamoré de Jaden, no de Amin.

—Pero es él mismo.—contradijo con firmeza.

—No, no lo es, creo que no lo entenderías.—se levantó aferrada a sus bolsillos.

—Todavía puedes...—replicó, siguiendo sus pasos.

—No...—interrumpió con cierta indignación, pero no perdió la calma, respiró con profundidad, cerró los ojos y contempló el nombre de Clara moldeado en el concreto por última vez.—No hay un después, Carl, ya sufrí suficiente.

La observó marcharse y tragar las emociones hasta desvanecerse en la oscuridad.

.

  No dejó de pensar en ello, el corazón le retumbaba en el pecho tan fuerte que lo sentía como latigazos que rasgaban con cada pulsación; sujetó el vaso de agua sobre la mesa, sus manos estaban demasiado tiesas, el cristal resbaló casi al instante de su palma y los fragmentos cortantes se regaron en el piso.

—¿Pasó algo?—se escuchó la voz de Ortiz antes de que llegara con prisa con el temor reflejo en los ojos.

Robert negó en silencio moviéndose nervioso en el asiento.

La señorita respiró hondo y estrechó las cejas, avanzó a él, se inclinó y retuvo su mano con fuerza.

—Robert, solo quiero recordarte que puedes decirme lo que sea—le concedió un suave beso en la mejilla—. Sabes que te quiero mucho ¿No? Tú y Amin son como los hijos que nunca voy a tener.—le estiró un cachete en un tono más relajado, a fin de cuentas su intensión era subirle el ánimo.

—Lo sé, gracias ¿Amin ya terminó?—curvó las comisuras refugiándose en la paz que le ofrecía su presencia.

—Siempre se tarda con la cena, sabes lo malo que es en la  cocina.—le secreteó luego de vigilar de ambos lados, le guiñó el ojo en complicidad.

—Si.—reconoció en seguida arrugando la nariz.—¿Desde cuándo se está quedando con usted?

—Cuando Alaya se enteró de todo...—lamentó con el tono bajo y desdichado— Se lo propuse en cuanto que sentí la paz mental de no tener que mentir más, gracias a Dios aceptó, la pasamos  mejor de lo que puedes creer, deberías quedarte más tiempo.—le sonrió con una chispa en los ojos cuando se lo propuso.

—Sabe que aún estoy bajo el control sobreprotector de mis padres—se reprochó a sí mismo cruzándose de brazos de mal humor.—solo me dieron un día, luego de suplicarlo por semanas.—espetó girando los ojos para después inclinarse a recoger los vidrios rotos.

—Lo siento, espero que sanes pronto y recuperes tu tutoría legal.—lo consoló masajeando su espalda y le ayudó a ordenar el desastre.

Poco más de una hora transcurrió, los platos estaban servidos, Ortiz había salido de repente, no dijo porqué pero parecía importante por la prisa que tomó, Amin festejaba desde tempranas horas, ver a su amigo después de tanto tiempo de alguna forma le hacía olvidar la miseria; la pasta quedó horrible, Rob preparó unas sopas instantáneas y desecharon el compuesto tóxico que solo lucía como espagueti, el sabor era espantoso.

Rob luchaba con los palillos chinos, pero no lo hacía con gracia, parecía molesto por algo más, Amin comenzó a percibirlo y fue algo que le inquietó.

El chico de cabellos rubios alzó la mirada, observó directamente su rostro mortificado, se sorprendió un poco pero no habló, suspiró desde el interior y aclaró ligeramente sus pensamientos, tronó la garganta removiendo los fideos a un lado, unió las manos sobre la mesa y expresó con sobriedad:

—Vi en ella lo mismo que vi en ti desde que llegué, lo mismo que veo en el espejo cada mañana.— observó a su amigo delante, en una media sonrisa que trataba de lucir confortable, una expresión que trataba de posar su falsa serenidad, y fue como admirar un reflejo en sus ojos tristes, que como ventanas de un alma rota no podían mentir.

—¿Qué cosa?—cuestionó y apretó la dentadura sin mucho qué entender.

—Depresión, Amin—soltó a secas con un peso que se notó sobre cada sentido—. Sé cómo se siente esta mierda y están haciendo lo mismo que hacía yo, lo mismo que hacía Clara... Reprimirla—se levantó  sin dejar de mirarlo, con el rostro lleno de frustración—. Hermano, esto no está bien, no puedo verlos y permitir que sigan dañándose sin siquiera darse cuenta...—se aproximó y tomó su hombro con fuerza, Amin levantó la vista a él, asimilándolo todavía.—Te estás matando y siquiera te percatas, es una infección que se extiende hasta asfixiarte, hasta dejarte sin salida, a punto del colapso total, tú... eres fuerte Amin, pero no creo que ella lo sea tanto.

—Tal vez te confundiste un poco, la he visto y...—descendió al vacío del suelo, recordó  como pasaron las cosas desde mucho antes, ella sonreía, se divertía, lo superaba... Lo presumía todos los días en la universidad, su descripción no encajaba; pero conocía a Alaya y su enorme orgullo, así que podía colocarse con toda la lógica del mundo, pero tal vez fuese demasiado crédulo para suponerlo  de ese modo, la cabeza le daba vueltas y no comprendía nada hasta el momento, si ella estaba siendo feliz sin él, o estaban tan rotos ambos.

—¡Está fingiendo, Amin!—le gritó sacudiéndolo del hombro para que reaccionara.—La está pasando realmente mal.

—¡Mierda!—se frotó el rostro con fuerza y se desplomó contra la mesa.—¿Qué puedo hacer? Lo he intentado todo, Robert, créeme, todo—enredó la manos entre el cabello que había dejado largo—. A veces me siento un imbécil por empeñarme tanto cuando sé mejor que nadie que ya todo se fue al carajo.—le  pegó a la mesa con furia varias veces sin levantar la cabeza.

—Lo siento hermano—sostuvo sus manos para que se detuviera—, pero cuanto menos deberías de hablar con ella, no con la intensión de que regrese contigo, tal vez como...

—¿Amigos?—se alzó con el entrecejo arrugado—Rob, no me quiere ver ni en pintura.—bramó e incluso llegó a dolerle admitirlo.

—Busca otras formas, habla con Javier, con su familia... es probable que también simule su actitud con ellos.—dedujo, pues era lo que él hacía.—Hablo en serio... está sufriendo y lo está reprimiendo en exceso, es más grave que tú, va a terminar estallando, va a perder el control y va a cometer una locura...

Amin contorneó los ojos a él, los dos sabían a lo que se refería.

—Lo haré.

.

.

Al día siguiente condujo hasta el aeropuerto en el clásico chevrolet de Ortiz, alardeaba todo el tiempo de su incuestionable buen ojo para los autos que con los años se hacían leyendas, conversaron en el camino sobre los planes de Rob para sustentar económicamente a la familia de Clara, en consecuencia al coste excesivo de los tratamientos fueron obligados a hipotecar su casa y vender todo en cuanto pudieron, estaban a punto de perderla y siquiera eran capaces de pagar los estudios de sus hijos. Tan pronto como se enteró reaccionó a la delicada situación de la familia, afirmó que era lo menos que podía hacer en su memoria.

El llamado a los pasajeros del vuelo se escuchó irritable, un abrazo y el sentimiento de sentirse incompleto los tomó una vez más, fue triste... pero sabían que no era un adiós eterno, todavía sobraba fe en que las cosas mejorarían para los dos.

Hasta recibir ese mensaje.

El teléfono vibró en los bolsillos de Amin, lo rebuscó en los jeans y desbloqueó la pantalla sin mucho apuro, su primera impresión fue de desentendimiento, era un número desconocido, no tenía foto de perfil ni registro de ubicación, pero lo que decía era aún más intrigante:

-¿La podrás salvar esta vez?

Como es lógico, supuso de que se tratase de una broma sin gracia, pero una vez que recibió el segundo mensaje, sus labios se cerraron y su rostro se ensombreció.

Una foto de Alaya, no se distinguía lo demás pero fácilmente la reconoció, el cabello suelto y la piel mestiza en contraste con el sol a la espalda.

El primer texto: '' ¿La podrás salvar...?''

''Mierda''

Corrió al auto a toda velocidad sin una idea esclarecida en la mente.

El teléfono vibró en su mano y se detuvo:

-Si no contestas morirá más rápido de lo que tengo premeditado.

No poseía ni la mínima sospecha de a quien se enfrentaba, pero ese ente desconocido aseguraba tener la vida de Alaya en sus manos, tenía que seguirle la corriente en la mira de su propio juego.

-¿Quién eres?-contestó, rodeó el convertible y azotó la puerta al adentrarse.

-Alguien que te hará pagar por lo que robaste.

Tratándose de él, podía mencionar centenares que hasta el presente lo odiaban por lo que fue en el pasado, y les sobraban motivos por los que vengarse. El bosquejo era demasiado amplio para suposiciones, sería una imprudencia sacar una conclusión precipitada cuando había una vida corriendo peligro.

No se apresuró, pensó con la cabeza fría y cuestionó:

-¿Cómo sé que la foto es real?-fue un acierto inteligente, el desconocido dejaba en claro su voluntad de mantenerse en incognito, no sabía que tan peligroso era.  Un hilo con dos bordes completamente diferenciados: el riesgo era real o simplemente no había uno, pero ¿Cómo  inclinarse a alguno cuando cada cosa estaba implícita?

-...

Siquiera había un texto en el siguiente mail, tres puntos suspensivos, esta persona quería jugar una trama de misterios.

Pasaron unos minutos sin contestar, la espera fue frustrante, pero continuó con la misma actitud; si demostraba temor, enviándole decenas de mensajes irrelevantes, sería como abrir la celda, colocar el seguro y tirar las llaves por el retrete, él sabría que lo tenía justo donde quería. Aguardó con toda la fuerza de voluntad, presionó la cabeza contra el volante, cerró los ojos y respiró despacio.

La pantalla del móvil se encendió en el asiento del copiloto, lo tomó a una velocidad desmesurada  y leyó lo que decía:

-¿Te arriesgarás por ella?

Su cara fue de estupefacción, ni siquiera dio una respuesta,  no estaba dispuesto a colaborar, no haría las cosas más fáciles.

Golpeó el volante con dureza y gritó maldiciones.

-Tú decisión. Tú vida por la de Alaya.

Sus ojos se ampliaron en el mismo momento en el que se desvanecieron las dudas que antes supuso, no era una broma, no era un desconocido, el peligro era verdadero.

Llegó otro texto con una ubicación satelital a tiempo real:

-20 minutos nada más, si el tiempo acaba y no estás aquí, asumiré que preferiste la tuya.

Por un instante los segundos se pausaron,  ocultó el rostro entre sus manos tratando de asumirlo todavía, y solo una cosa resonaba en su cabeza... 20 minutos... 20 minutos, 20 mi...

Reaccionó de repente y recogió el móvil para responder:

-¡Joder! espera, estoy muy lejos del lugar, pero iré, iré, déjala ir, la elijo a ella.

El anónimo no contestó más e inmediatamente supo que no había tiempo qué perder.

Giró las llaves y condujo a más de cien kilómetros por hora por las calles de la ciudad, se cruzó algunos semáforos en rojo y otras señales de alto, pero en el camino no pensaba en otra cosa, y esas palabras se repetían una y otra vez: ''Tú vida por la de Alaya''

.

15 minutos... El asfalto de la carretera quedó por detrás, el camino era arenoso y deshabitado, y mucho más peligroso para conducir a esa velocidad.

19 minutos... El auto derrapó en una curva, perdió el control por un momento y estuvo a punto de caer por uno de los acantilados de la zona montañosa.

20 minutos... Casi llegaba, aceleró aunque el camino se hacía más y más riesgoso.

25 minutos... El sol se podía, la claridad se escaseaba, la vista se perdía a su alrededor.

29 minutos...

36 minutos...

Frenó de golpe, había llegado justo a la ubicación, hizo un recorrido visual, pero no había nada ni nadie allí. Recibió una indicación del número sin identificar:

-Sal del auto, ahora.

Antes de salir revisó rápidamente en la guantera, como imaginó, no tenía nada para defenderse.

Partió con los latidos del corazón atorados en la garganta, se encontraba en medio de una colina extremadamente alta que daba con las aguas de la playa que estaba al otro lado, por un minuto casi fugaz analizó la idea de llamar a la policía, pero en seguida desertó, entendía muy bien que en esa clase de asuntos no había ley en cuestión, si llegase siquiera a intentarlo mucho antes de que la policía estuviese allí, Alaya estaría más que muerta.

Finalmente una camioneta blanca se acercó, se detuvo a unos tres metros de él.

Apretó los puños, en un segundo cada visaje de aprensión se apartó de sí, no temía con quien tendría que luchar, lo único importante era la vida de la chica que amaba.

Reconoció una figura masculina salir del auto, se cubría con un pasamontañas oscuro, tenía unos guantes y un suéter blanco, manchados de rojo...

Los ojos de Amin se entornaron al extraño, una rabia sin control recorrió cada punto de su cuerpo, tuvo que disponer más que de voluntad para no correr sobre él y demolerlo a puñetazos, solo imaginar que ese líquido en su ropa podía ser la sangre de...

Oprimió la dentadura, exhaló y lo vio caminar hasta el baúl, demoró unos minutos, aprovechó para inspeccionar el panorama en el interior del auto a través del cristal, no había rastro de ella, lo único allí era un cuchillo tintado de rojo.

Escuchó algo arrastrarse sobre el suelo, giró al sonido que daba con él, cuando el hombre salió a la vista remolcaba un saco repleto de las mismas manchas, parecía pesado, mostró esfuerzo al halarlo de la boca atada con una cuerda de fibra, se acercó y de detuvo a un metro de Amin, lo tiró con mezquindad, elevó la mirada y lo observó fijamente, alzó la muñeca y dio pequeños toques a su reloj de pulsera, sin hablar le señaló que el tiempo había terminado.

—¡Noooo!—gritó con todos sus pulmones, corrió y cayó de rodillas junto al saco ensangrentado—¡Te dije que la elegía a ella, elegí morir yo! ¡Yo!

.

.

.

Unos minutos después:

—Que no haya funcionado la primera vez es una clara advertencia de que esto no va conmigo.—alegó, contradiciendo su propuesta.

Javier la ignoró y levantó la pantalla de la portátil, la euforia no se escondía en su visaje, con un sonrisa de esquina a esquina y una expectativa flamante.

—Solo tuvimos mala suerte, además esta app de citas es buenísima.—le contestó tecleando algo en la pc.

Alaya giró los ojos y se desplomó de espaldas sobre el colchón.

—No funcionará Javier.—objetó fastidiada.

—Si sigues con esa actitud por supuesto que no —bufó de mala gana—, así no lo superarás nunca.—murmuró entre dientes.

Alaya lo escuchó, y fue como remover el cuchillo atravesado en la herida.

—¡Tú no entiendes nada!—reprochó levantándose de la cama de repente.— ¿Crees que con tomar un café junto a un total desconocido se arregla el mundo?

—Cálmate, solo quiero...—Javier estaba pasmado por la inesperada situación, le acompañó de pie e hizo señas agitando las manos lentamente para que se relajara un poco.

—Yo no...—suspiró, se percató de que había exagerado y se dejó tender de regreso al colchón—quiero esto.

—Está bien, lo siento, ven acá.—extendió los brazos para que se refugiara en ellos.

Ella fue hacia él casi en automático, se aferró a su cuerpo delgado y  sintió como la presión se hacía insignificante.

—¿De paso podrías dejar de usarme como tu chofer designado?

—Eso nunca, no seas tan ambiciosa, tú peor error fue aprender a conducir sabiendo que odio hacerlo.—le sonrió y fue un grato alivio contemplarle en una risilla boba.

El timbre de su teléfono le vibró en el bolsillo trasero, abrió un espacio para pasar la mano mientras Javier le apretaba para que no contestara, intentó escapar pero él no la dejó, tomó el móvil como pudo y lo llevó a su oído.

—¿Sí?—fue lo único que pudo decir con el impedimento de Jachi.

—Hola... Alaya—murmuró la voz del otro lado.

Sus ojos se esparcieron en cuanto lo identificó, golpeó a su pecho, él se apartó quejándose por el ataque.

—Es Ross.—susurró cautelosamente, bajó el teléfono y tapó el micrófono enseguida.

—¿Ross?—exclamó en un susurro bastante fuerte.

Ella asintió y le dijo a base de señas que bajara la voz.

—Córtale, córtale.—le contestó, temperamental.

Respiró profundo y justo al momento en el que presionaría el botón rojo, la vibración sacudió el móvil en su palma, era un mensaje que precedía del mismo número:

-No, no te conviene colgar.

Frunció las cejas y torció la comisura considerando lo que quería indicar con eso. Un gesto de indignación se posó en sus facciones, no quería ni tenía nada de qué hablar con él, se dispuso a hacerle caso omiso a su mensaje y cerrar la llamada de una vez.

Antes de que llegara esa escalofriante foto.

En la imagen, Amin estaba de rodillas cubierto de sangre, tenía un saco por delante completamente manchado de aquel aterrador rojo.

Sus pulsos se detuvieron, buscó el inhalador  y corrió al baño de la habitación, se encerró  con seguro, aspiró del aparato por un largo rato, escuchó los toques de Javier a la puerta preguntándole por lo qué había sucedido, pero decidió no contestar, en aquel momento supo que no involucrarlo era lo mejor.

Lidió para recomponer la voz, y cuando tuvo la fuerza, con el corazón en la boca, sollozó:

—Dios mío, Ross.—se tiró los flecos atrás rasgándose el cuero cabelludo por la ansiedad.

—Te lo dije, te dije que le arrancaría la vida, tal y como él lo hizo.—sostuvo, sin una pizca de remordimiento.

—Por favor...

—Escucha, no te estoy llamando para que te aterres o algo así, puede que sea una estupidez para ti pero...—hizo una pausa, su respiración era acelerada, murmuró algo que no escuchó, luego continuó:— He ansiado esto por demasiado tiempo ¿Sabes?  Es como una conquista para mi. En épocas medievales los caballeros tomaban las cabezas de sus enemigos y las presentaban a su pueblo como un triunfo, y ellos les recibían con honores.

—Por Dios, no, no.

—Tú... eres lo más importante que tengo, sería increíble que me comprendieras Alaya, que veas como yo veo las cosas, esto tenía que pasar, por favor entiéndelo.

—¿Cómo quieres que comprenda un asesinato?!—inquirió con el rostro asqueado, aún no abordaba cómo en su insano juicio podía insinuar de que tratase de entender su matanza.

''Creo que al hacerlo, Chowder no solo terminó con su vida,  con ella llevó parte de la cordura de su hermano.''

—Sé que tarde o temprano lo harás, y finalmente podremos estar juntos. Te amo... Alaya.—se despidió en su susurro antes de colgar.

—¡Ross no!

Escuchó el pitido en blanco en cuanto cerró, rápidamente abrió el buzón de mensajes y le escribió:

-Te lo suplico, haré cualquier cosa.

Luego de transcurrir unos segundos intentó dejar otro texto, pero en su lugar apareció una notificación:

Usted ya no puede enviar mensajes a este número.

Había bloqueado su teléfono.

—¡Maldición!—abrió la foto de nuevo e hizo zoom en los alrededores del sitio, al observarlo detenidamente, algo allí le parecía muy familiar, observó aquella puesta de sol, el mar lejano y el vacío de un acantilado.—¡Claro, es el mismo lugar!—era exactamente la misma colina de la que se lanzaron juntos ella y Ross hacía unos meses, por un momento recordarlo le repugnó pero al menos ya tenía una idea de cómo encontrarlo, aunque con ello entendió lo que buscaba allí...

Dijo que le arrancaría la vida tal y como él lo hizo. Para Ross, Amin fue quien mató a su hermano desde el instante en el que le dio aquella bebida adulterada...

—Por Dios... Quiere envenenarlo y lanzarlo del precipicio inconsciente para que se ahogue.

Todo apuntaba a ello.

Tomó prisa, secó las lágrimas, salió del baño, luego de la habitación, Javier fue detrás  reclamando a reproches una explicación.

—¿Me estás escuchando? ¿Qué está pasando? ¡Me estoy comenzando a preocupar, Alaya!

Ella suspiró, cambió la expresión y le ofreció una falsa sonrisa, llevó las manos a sus hombros y los masajeó suavemente para aliviarlo.

—No pasa nada ¿Por qué te preocupas? Tomaré el auto de tu madre prestado, hablamos más tarde.—le agitó el cabello y amplió la sonrisa.

Recogió las llaves a un lado de la puerta, corrió al estacionamiento, decida a salvarlo.

.

.

Minutos antes:

—Siquiera te acercas a lo que yo sentí.—cuestionó el hombre con el pasamontañas.

Amin levantó la vista lentamente, el odio en sus ojos dilató sus pupilas, lo miró encogerse de hombros en un chasquido intencionalmente indiferente y echarse un celular al pantalón. Apretó los puños y aguardó un poco más, tomó la cuerda e intentó quitar el nudo del saco, observó sus manos, estaban completamente manchadas, como su ropa, exhaló con dificultad y apartó el cabello de su frente, logró desatarlo y presionó la mandíbula, dudó mirar adentro por un minuto entero, cuando tuvo la facultad para verlo... su rostro se palideció, no podía procesar lo que él mismo contemplaba.

Una cabeza de corcel, otra de cerdo, carne animal echada a perder, pieles degolladas, pezuñas y órganos putrefactos.

—Qué mierda...—exclamó, atónito.

El rastrillo de un arma en su oído fijó sus instintos alertas, giró despacio sin realizar ningún movimiento brusco.

—¿Dónde está?—resopló y arrojó todo lo estropeado con rabia.

El extraño tiró el cuello hacia atrás, no dejó una expresión clara pero era evidente la perversidad en él. Lo rodeó y se inclinó  para dejarle en cara:

—No lo sé—repudió con descaro—. Convencerte fue mucho más fácil de lo que supuse...—se erguió y apuntó la mira a su corazón—. El amor siempre será nuestra parte menos cuerda, nos hace precipitarnos, cometer locuras...

—Maldito malnacido.—escupió crispando los dientes.

—¿En serio le hablas así al hombre que te apunta con un arma?—arrastró la pistola a su frente, la hundió ásperamente contra el entrecejo.

Amin no se inmutó, su expresión no era de miedo, tampoco era una desentendida, estaba consciente de lo que pasaba, y abierto a la idea de que lo más probable era que en pocos minutos, su vida acabaría. No temía a lo que pasaría después, temía a lo que dejaría atrás... La mujer que amaba seguía odiándolo, su madre seguía buscándolo, previsiblemente Rob recaería por su culpa.

—¿Crees que te temo... Ross?—lo miró directamente, los mismos ojos verdes llenos de resentimiento; le ofreció una media sonrisa y levantó la barbilla.

Elah se enderezó y se sacó la máscara, su sonrisa era ambiciosa, la tiró a un lado y bajó el arma.

—¿A quién carajo le importa si me temes o no?—dijo con ironía caminando de  un lado a lado con las manos tras la espalda.—Tú destino no será diferente.

—Sé que no eres Chowder.—bramó, levantándose con las manos tintadas.

—Tú no eres Jaden Durant...—añadió, con cierto sarcasmo.

—Si ya lo sabías ¿Por qué no dejaste que me asesinaran ese día?

—¿Crees que dejaría que una demente arruine lo que he ambicionado por años?

—Si quieres matarme, hazlo de una vez, no es tan difícil apretar un gatillo—respondió, sin alterar su expresión—, es muy tarde para cambiar lo que hice, pero te diré algo Chase, sé que ni todas las deudas que puedas cobrar en su nombre te harán sentir mejor, lo único que lograrás es hacerte más miserable.

—Pero estarás muerto, eso ya es algo bueno.—la risa casi demencial se perdió en el silencio, apunto el arma de nuevo a él.— No, no será tan rápido.—aseguró, agitando la cabeza, retrocedió y sin perderle de vista recogió algo en el auto, un líquido en un envase de cristal, se acercó y se lo pasó con la pistola en la mano que todavía tenía la cicatriz de la bala que la atravesó.—  Bébelo. tómalo todo.—le ordenó, Amin se vio obligado a arrebatárselo, de nada servía dudarlo, Ross lo presionaba a punta de pistola.

Suspiró e ingirió el contenido.

La sensación caliente viajó por su garganta, era tan fuerte como el aroma, pasaron unos segundos, el efecto fue instantáneo, su vista comenzó a nublarse pero no sentía dolor, de hecho no sentía nada, poco a poco sus sentidos se perdían, su percepción se cruzaba, no podía controlar siquiera su respiración, los movimientos involuntarios en las manos y sus piernas estremecidas.

—¡Demoni...—cubrió su cara y la frotó con fuerza, no sirvió de nada, el precipicio parecía deformarse bajo sus pies, su cuerpo se movía con debilidad sin ninguna coordinación, levantó la cabeza y lo miró con la clara satisfacción en su expresión:

—¿Puedes escucharme Amin?—avanzó a él y sujetó su mandíbula.—tendrás el honor de morir como mi hermano.

—Chowder se suici...—intentó hablar pero apenas podía controlar las palabras.

—¡Cállate!—lo golpeó brutalmente arrojándolo contra el polvo, Amin perdió la conciencia, parpadeó con lentitud y admiró la escasa luz de la noche entre la bruma, ni siquiera sentía la sangre de su boca rota recorriendo su cuello, miró a la esfera blanca y lo único que veía... era el rostro de ella.— ¡Levántate maldito asesino!—Ross lo tomó del abrigo sobre el pecho y lo llevó a la orilla del acantilado.

—Yo no... no maté... a Ch.. no—balbuceó, ya nada podía entenderse, su cuerpo estaba tendido entre las manos de Ross.

Su sonrisa fue más despiadada.

—La peor parte es que morirás sabiendo que el mismo hombre que te asesinó... se quedará con tu chica.

—No...

Elah dió un paso adelante, los pies de Amin estaban a la mitad del vacío.

Su cara tenía un aspecto demoníaco, aún sin pestañar, con esa enorme risa y los ojos tan negros como la vista hacia el mar, susurró:

—Y sabes que nada sabe tan bien... como el sexo y la venganza servidos en la misma copa.

Abrió las manos.

El cuerpo se fue detrás, hacia el abismo.

.

—¡Noooo, Amin!—fue lo que escuchó a su espalda, pasó tan rápido que siquiera pudo detenerla.

Era la voz de Alaya... Ella corrió tras él, su mano no pudo alcanzarlo, ella se lanzó al vacío tras él.

—¡Alaya nooo!—gritó Ross en cuanto la vio caer, sus ojos se llenaron de lágrimas, se alejó al casi resbalar por intentar tomarla, pero no pudo hacerlo, cayó contra el suelo, derrotado, llevó sus manos sobre su cabeza, enloqueciendo.— Mierda, mierda, mierda ¿Por qué hiciste esa mierda Alaya? ¡Maldición!—Obtuvo lo que había anhelado por muchos años y perdió lo único que había amado en toda su vida en el mismo segundo.

.

¿Le dices irónica a la vida? ¿Suplicas que te salve? La vida no es sarcástica, ni tiene sentido del humor. Es tan aleatoria como este momento, me estoy hundiendo... y el oxigeno se acaba, tuve... la peor vida, pero eso no significa nada, a nadie le importa, nadie sabe que estoy aquí, nadie vendrá por mí.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Lo sé, no hay excusas por la demora, solo diré... Lo siento mucho. También sé que puede que no sea el final que hayan esperado, y que puede ser confuso, pero es algo que tenía pensado desde el principio, es decir no fue algo repentino, que me salió de la nada. Les recomiendo que si quieren aclarar sus dudas esperen el epílogo ahí habrá un adelantito del siguiente libro, ¡Así es! Aprovecho para confirmar que esta será una bilogía, (Solo dos libros, el siguiente será muuucho más corto) No creo que ya escriba libros tan extensos como este, también haré un cap de preguntas y respuestas y curiosidades y por último será la nueva edición, mejoraré la redacción y la fluidez, espero que pronto lleguemos a los 100k sería una gran noticia la verdad, muchas gracias por estar aquí, sí, no me canso de decirlo.

Te recuerdo que puedes seguirme en las redes del libro en mi perfil, tendrán arte por allá más pronto de lo que creen.

Por último: Esperen mi siguiente historia, será en primera persona y mucho más oscura, sangrienta y tal vez sexual. ¿Qué pasaría si los dos dementes del instituto te utilizan como su prueba psicológica experimental?

Lo bueno: El chico está buenísimo. Lo malo: Es un sádico y tiene sexo con la chica (la otra demente, su compañera) Lo extremadamente malo: Son amantes de la sangre, te quieren volver loca (Tú que ya no eres normal) y para acabar te has obsesionado con el sexy asesino.

Sí, mi meta con esta historia es que tú termines loco.

Nombre del libro: Xulian, Toxic.

Acá Xulian les quiere dejar un mensaje de amor:

Básicamente si no lees mi historia, te buscaré... y te castigaré.

No esperen mucho, Xulian es... especial.

—Soy un personaje, sé donde vives...

Ya, ya, cállate, en vez de atraerlos, los vas a espantar. No le hagan caso por favor, tiene buen corazón.

—No, no tengo corazón.

Bueno... bye ¡Mucho amor team!

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