El último uviem ✔ [Destinos 1]

By yosoyunodos

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Para salvar a su pueblo, Myra deberá descubrir lo que los dioses y las tenebrosas criaturas ocultan: la llave... More

Antes de leer
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Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10:
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 47
Capítulo 48
Epílogo
Segundo libro

Capítulo 46

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By yosoyunodos

El interior de la aldea estaba sumido en la paz. El sonido del otro lado de la barrera no lograba ingresar. Los árboles eran más altos de lo normal y su vida se podía sentir en el aire. Apenas quedaba vestigios de lo que hacía más de trescientos años había sido la más grande ciudad de Rionix. Los senderos entre los árboles que funcionaban como casas habían sido consumidos casi en su totalidad por las plantas. Los puestos de los vendedores, todos hechos con madera, estaban destrozados por el clima y sus partes se encontraban aplastadas por las enredaderas, musgos y arbustos. Las fuentes en las pequeñas plazas se habían convertido en macetas de flores enormes y coloridas. Todo se notaba abandonado, pero eso no era algo malo, la naturaleza había sabido construir hermosos paisajes con los restos de esa cultura olvidada.

Nian caminaba de un lado a otro en frente de la barrera. Del otro lado podía ver a Rubí, Shein, Ámbar y a su madre. Estaban en un pequeño campamento. La diosa y su sobrina estaban hablando con tranquilidad mientras que analizaban la barrera. Myra, en cambio, se encontraba sentada en frente de la enorme fogata, con su mirada perdida, mientras que respondía de forma vaga las preguntas que le hacía Shein. El uviem deseaba ir a buscarla, solo ayudarla a salir de allí, pero Zafira a su lado no se lo permitía.

—Tenemos que ir —insistió una vez más el chico.

Era la sexta vez que él decía eso desde que Zafira lo había llevado a la aldea y la diosa siempre le respondía lo mismo. Él no se atrevía a actuar por su cuenta luego de la discusión que había tenido con la diosa el día anterior, Nian no se atrevía a hacer nada que pudiera hacerla cambiar de opinión. Le había costado demasiado convencerla de dejarlo esperar junto a ella en la aldea a que los raix llegaran, el plan inicial de la diosa había sido hacerlo esperar en la playa de los dioses hasta que su ayuda fuera necesaria. A Nian sí le molestaba que Zafira lo dejara fuera de sus planes, que no le permitiera cambiarlos, pero sabía por experiencia que la diosa era demasiado terca con eso y discutir sobre el tema en un momento tan delicado sería contraproducente.

—Todavía no llegaron, Nian, no vamos a hacer nada hasta entonces, sería tonto —replicó una vez más la diosa—. Además, mírala, no le está pasando nada malo, si antes de que llegue Ranx y el pequeño grupo intentan algo contra Myra, entonces nos vamos a olvidar de esperar a los raix y vamos a ir a ayudar a tu madre —agregó en esa ocasión con la esperanza de que eso la ayudara a apaciguar la inquietud del uviem.

El chico hizo una mueca y se acercó más a la diosa para poder ver hacia el campamento con la misma perspectiva. Desde donde estaba Zafira se podía ver con mayor claridad a la diosa de la muerte y a Ámbar. Y si la diosa no despegaba su mirada de ellas, eso significaba que estaba planeando algo que las involucraba.

—¿Viste el destino? —susurró con inquietud.

Cuando habían llegado la diosa le había confesado que el destino estaba difuso en el sector que representaba las próximas horas y las consecuencias que vendrían con lo que sucediera en ese tiempo.

—No hay nada claro —respondió en un tono más alto y tajante.

El uviem profundizó su mueca y estiró su mano para sujetar la de la diosa. Zafira por fin lo vio a los ojos y él suspiró. Odiaba la distancia que por momentos aparecía entre él y la diosa. La detestaba y como no sabía que era lo que iba a suceder ese día, necesitaba eliminarla.

—Nian —susurró la deidad. Los raix estaban por llegar en cualquier momento y le incomodaba la idea de que los vieran actuando un poco cariñosos, o peor, que escucharan como ambos se disculpaban por la discusión de la noche anterior.

—Perdón, sí, sé que tienes motivos para ocultarme el destino, sé que hay veces que contármelo es cambiarlo y no deseas hacerlo —musitó el chico y se acercó más a ella. La diosa tuvo que alzar la cabeza para poder verlo a los ojos—. Lo siento, ¿sí? Pero tenía mis motivos para exaltarme, sabes lo sensible que es para mí el tema de mi familia e imaginarme que alguno de ellos está en peligro me destroza.

—Lo sé —concedió la diosa y dejó que él le sujetara la otra mano—. Y yo también... lo siento —soltó con dificultad. Zafira odiaba disculparse aun cuando sabía que le correspondía hacerlo—. No iba a cambiar el destino si te decía lo de tu madre, pero hay veces que eres tan impulsivo, no quería arriesgarme, ya es todo demasiado complicado y los cambios solo generan más y más caos —se justificó. Con cada palabra que había dicho su voz había descendido en volumen.

El uviem estuvo a punto de hablar una vez más hasta que sintió el jaixz de su abuelo invadir un sector cercano de la aldea. La diosa se deshizo de su agarre y caminó hacia el rey de los raix con un semblante severo. Nian la siguió unos pasos por detrás. No tenía ánimos de ver a Ranx, no quería escuchar su reclamo por lo que había causado. Él ya tenía bastante con saber que su padre aún no había despertado y que su madre había recuperado sus recuerdos y ahora estaba rodeada de enemigos con los que cada vez le costaba más disimular.

—Se tomaron su tiempo —reclamó la diosa. Detrás del monarca estaba Reixle, Relck, Rainir y doce raix más.

—No fue tan simple seguir las instrucciones que nos diste para poder aparecer dentro de la aldea, tampoco lo fue transportar a tantos sin provocar una lluvia —gruñó el rey—. ¿Qué es lo que vamos a hacer?

—¿Y mi padre? Creí que debían traerlo para que mi madre arreglara el vínculo —inquirió Nian antes de que Zafira pudiera hablar.

Los ojos de su abuelo se posaron sobre él y rutilaron con furia que se vio obligado a contener por la presencia de la diosa.

—Van a traer a Rix dentro de unos minutos, cuando ya tengamos a la princesa —respondió de malagana al ver que Zafira también esperaba la respuesta—. ¿Qué es lo que debemos hacer para recuperar a la chica? —repitió hacia la diosa.

—¿Ven a Ámbar? —cuestionó y la señaló—. Ella es la más peligrosa de momento, debemos apartarla del grupo, de esa forma se van a concentrar en intentar recuperarla y van a dejar de prestarle atención a Myra —explicó y Nian frunció su ceño.

—¿La más peligrosa? —interrogó, confundido—. Creí que era la más tranquila.

—En los entrenamientos fue la única que logró darle una paliza a Relck —resaltó Reixle y Nian elevó sus cejas, sorprendido.

—Además, ella es la hija del dios del fuego, su control sobre ese elemento es incluso mejor que el de su padre —reveló Zafira y se volteó a mirarlo—. Si provoca un incendio va a ser muy difícil de controlar y es muy probable que tu madre muera por eso.

Nian tensó su mandíbula y asintió. Observó a la semidiosa con atención y analizó su forma de actuar. A simple vista, Ámbar parecía una chica dulce e inofensiva, cuando la realidad era que la vida la había obligado a aprender a defenderse.

—¿Quiénes la van a capturar? —preguntó la diosa en dirección a Reixle. Él era quien conocía mejor a los guerreros.

Todos se acercaron al límite de la barrera. El raix se volteó hacia sus soldados y los observó uno por uno, enumeró las cualidades de todos en su cabeza y asintió, conforme.

—Relck va a ser uno, necesitamos su fuerza y los gemelos van a ser los otros —anunció y los tres dieron un paso al frente.

Esperaron con paciencia a que la semidiosa se volviera a acercar a la barrera para analizarla. Ámbar, del otro lado, no podía verlos detrás del escudo protector. Por esa razón, la rubia caminó con confianza hacia el domo de jaixz transparente. Cuando apoyó su mano sobre ese escudo algo la sujetó y tiro de ella hacia el interior. La sorpresa lo único que le permitió hacer fue gritar. Cuando terminó de atravesar la pared invisible, abrió sus ojos espantada al verse rodeada de raix y, antes de que pudiera hacer nada, Zafira se encargó de dormirla con su jaixz.

—Colóquenle ataduras con jaixz y estos cristales, con ellos no va a poder usar su poder hasta que se lo permitamos —ordenó la diosa.

Nian dejó de observar el trabajo de los raix para poder apreciar cómo reaccionaban Rubí y su hijo. La diosa de la muerte observó con fijeza el lugar por donde se habían llevado a la rubia. Y Shein, unos metros más atrás, levantó a Myra del suelo para intentar alejarla del lugar. La princesa se resistió con fuerza. Intentaba liberarse del agarre de Shein y él no comprendía por qué. Pero Rubí sí lo hizo y una enorme y aterradora sonrisa se formó en su rostro. Caminó con paso decidió hacia Myra y apartó de un empujón a su hijo. Shein cayó sentado al suelo y observó con el mismo horror que Nian como la diosa de la muerte enroscaba sus manos al rededor del cuello de la princesa. La elevó del suelo un par de centímetros y la sujetó con fuerza mientras que ella luchaba por respirar y librarse de sus manos.

—¿Eso es todo lo que tienes, Zafira?, ¿a un par de mugrosos raix? —se burló la diosa de la muerte.

Zafira tardó demasiado en reaccionar. Los ojos de Nian se volvieron por completo negros, sus puños se presionaron con fuerza a causa de la rabia que sentía y su mente maquinó de forma inmediata un plan. Avanzó los pasos que le restaban para salir de la protección que le confería la barrera y luego siguió avanzando hasta que quedó a cuatro metros de Rubí. La diosa de la muerte rio sarcástica y apretó con más fuerza la garganta de Myra. Los ojos de la princesa mostraban pánico, de la misma forma que los de Shein. El pelirrojo estaba paralizado en el suelo, sin saber qué hacer.

—Mira la criatura patética que enviaron a rescatarte —musitó hacia Myra.

La princesa no podía voltear a ver, pero sentía el jaixz de Nian cerca y quiso llorar de felicidad.

—Tienes dos segundos para soltarla, Rubí —escupió el uviem y la diosa de la muerte soltó una estruendosa carcajada.

—Lo voy a hacer con gusto, mocoso, ahora tengo un entretenimiento mejor que la inservible abquim —aceptó y la lanzó al suelo.

Shein reaccionó a tiempo y se movió para poder amortiguar la caída de Myra. La sentó mejor detrás del cristal que utilizaban como asiento en frente de la fogata y se alejó de ella al sentir como su madre la rodeaba con jaixz para que no pudiera escapar.

—Me voy a divertir tanto asesinando al último uviem —se deleitó la diosa y observó de manera amenazante a su hijo.

Shein comprendió el mensaje en los ojos de su madre y se posicionó para pelear. Nian los ignoró por unos segundos mientras que la diosa seguía dando un discurso petulante de cómo lo iba a asesinar. Sus ojos se posaron sobre su madre que se encontraba recuperando el aliento de manera desesperada. Tuvo que regresar su atención a la diosa cuando sintió que una enorme estela de jaixz iba hacia él. Se lanzó al suelo y rodó un metro para esquivar el poder que intentaba interceptarlo. Gruñó e intentó levantarse, mas no pudo porque debió rodar una vez más para esquivar otra oleada de ataques. Se levantó antes de que la diosa y su hijo pudieran volver a atacarlo. Comenzó a moverse en distintas direcciones mientras que ellos seguían lanzándole más estelas de jaixz.

Volvió a gruñir y se detuvo un momento para elevar su mano y lanzar un aura negra hacia Rubí. La diosa logró contenerla con lo justo. Nian masculló una maldición por lo bajo. Debía cambiar de forma, si no lo hacía, los ataques de Rubí y de Shein podrían dañarlo. Mas no tenía el tiempo necesario para hacerlo. Nunca se había transformado en medio de una batalla, no tenía idea de cómo hacerlo sin detenerse ni bajar sus defensas. Sintió que alguien más atravesaba la barrera, sin embargo, no se volteó a ver. A sus ataques, se le sumaron los de Zafira, el uviem reconoció su poder. La diosa había salido a ayudarlo.

—¡Por fin la niñita decidió dar la cara! —dijo Rubí, jocosa.

Shein y ella concentraron sus ataques en Nian y el uviem comenzó a tener dificultad para esquivarlos, cada vez eran más rápidos y potentes. Zafira sintió como una oleada de jaixz se aproximaba por otro extremo hacia Nian así que se transportó hacia un lado del chico y lo arrastró lejos mientras que erguía una barrera a su alrededor. Pero por centrarse en protegerlo no notó el aura roja que Shein disparaba hacia su espalda. No llegó a esquivarla a tiempo y el jaixz se estrelló contra ella y se impregnó en su ser. Zafira cayó al suelo y Nian no pudo sostenerla. Los ojos del uviem buscaron con desesperación los de la diosa del destino y los encontró cerrados. Se desesperó. Reforzó todas sus defensas alrededor de sí y de la diosa. Luego se giró hacia donde se encontraba Rubí junto a su hijo y sin mover sus manos o darle color, envió una potente corriente de jaixz que impactó contra ellos y los lanzó contra los árboles.

—Zafira —la llamó y se dejó caer a su lado.

La diosa no respondió y los ojos del chico se anegaron con lágrimas de terror. La sacudió e intentó sanarla. Y se odió al recordar que no sabía cómo debía curar con jaixz, que nunca lo había aprendido. Analizó a la diosa inconsciente mientras que escuchaba como Shein y Rubí se levantaban. El semidiós había utilizado un jaixz que, si Zafira no hubiera sido inmortal, la habría asesinado, pero como la diosa no podía morir, solo la había sumido en un profundo sueño del que no podría despertar.

—La pobre niñita no va a despertar —se jactó la diosa y eso encendió todos los instintos de Nian.

—Zafira —insistió el chico, aterrado.

Intentó sanarla, mas era en vano. Rubí tenía razón, Zafira no iba a despertar, no si ellos no se lo permitían. Sus ojos volvieron a tornarse negros por completo y sus manos comenzaron a cambiar. Podía sentir como se estaba transformando, como sus huesos se rompían y volvían a soldarse, mas no le dolía, estaba más concentrado en el odio creciente en su interior. Estaba listo para atacar, pero se abstuvo de hacerlo cuando sintió que otro jaixz invadía los alrededores de la aldea. A unos metros de Rubí, apareció Circón con sus ojos rojos llameantes de ira. El dios del fuego comenzó a proyectar su jaixz sobre toda la barrera y sus alrededores sin importarle nada. Un calor abrazador se apoderó del lugar. Las plantas más cercanas a la parte externa a la cúpula comenzaron a marchitarse, el cielo se nubló ante la alta concentración de jaixz. Los relámpagos iluminaron las nubes negras. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, pero nunca llegaron al suelo. El calor creciente las evaporaba en el aire. El piso de tierra se agrietó al verse desprovisto de agua. Las hojas de los árboles comenzaron a quemarse.

—¡Regrésenla! —exigió el dios del fuego. Sus ojos se posaron sobre Nian y el uviem, en su forma raix, elevó su mentón, orgulloso. Sus ojos brillaban con la misma cantidad o más de furia que los del dios. Ambos estaban cegados por el odio y la desesperación, pero Nian sí era capaz de razonar, de idear un plan de batalla.

Myra, detrás del cristal, comenzó a cerrar sus ojos. Estaba cerca de desmallarse por el calor que la devoraba. Shein a lo lejos lo notó y se alejó de su madre, para poder agacharse a la altura de Myra. Atravesó la barrera que la diosa de la muerte había hecho y, aun sabiendo lo mucho que se enfurecería su progenitora, llevó a Myra hacia la barrera. Allí esperó mientras que el calor aumentaba y las pequeñas llamas en los árboles creían. Reixle salió apenas un poco y lo observó dudoso.

—No quiero que muera —fue toda la explicación que le dio el semidiós antes de depositar a Myra sobre sus brazos y alejarse de la barrera antes de que su madre lo notara.

Cuando el fuego comenzó a expandirse más, Nian decidió que ya había esperado demasiado. Desapareció de su lugar antes de que Circón pudiera atacarlo y apareció en frente del dios. La deidad trastabilló de la impresión y Nian sonrió de lado. En su forma raix no tenía hoyuelos, pero eso no eliminaba la crueldad de su gesto. Imitó los mismos movimientos que había hecho Rubí y también sujetó al dios del cuello. Circón intentó librarse, no obstante, se le hizo imposible. Nian había esperado a que el dios desperdiciara suficiente de su jaixz para poder acercarse a él. Al estar tan débil, los ataques de la deidad eran como una caricia sobre la barrera que protegía al chico. Al no poder respirar, el efecto de su poder comenzó a desvanecerse y la temperatura del lugar descendió.

—No vas a poder romper esa barrera —susurró con odio hacia el dios—. Y yo me voy a encargar de que todos ustedes paguen por lo que le hicieron a Zafira, por todo lo que le hicieron a mi familia —masculló y desapareció con el dios aun sujeto del cuello para esquivar el ataque de la diosa de la muerte.

Volvió a aparecer a un lado de Zafira y presionó más la tráquea del dios al ver como ella seguía tendida en el suelo, dormida. Su mente no dejaba de pensar en diferentes maneras de rescatarla, mas ninguna le parecía lógica, hasta que recordó las palabras de su tío una semana atrás. Sí podía salvarla, lo que no sabía era si iba a sobrevivir luego de hacerlo. 

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