El último uviem ✔ [Destinos 1]

By yosoyunodos

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Para salvar a su pueblo, Myra deberá descubrir lo que los dioses y las tenebrosas criaturas ocultan: la llave... More

Antes de leer
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Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10:
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 25
Capítulo 26
capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Epílogo
Segundo libro

Capítulo 24

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By yosoyunodos

Habían pasado tres semanas desde que Linck había muerto, pero su pérdida todavía afectaba la capacidad de Clerick de ingresar al destino. Se distraía, no podía concentrarse en el jaixz necesario que podía mostrarle lo que le deparaba el futuro. Pero no quería ingresar para eso, quería hacerlo para rememorar momentos con su hermano, para volver a vivir situaciones de su pasado juntos.

Caminó por el bosque en busca de un sitio tranquilo, alejado de su hermana y sus acompañantes. Necesitaba estar fuera del alcance del jaixz de ellos, eran corrientes que lo llamaban y que no debía seguir, no si quería ingresar con éxito al destino. Llegó a un punto donde los árboles tenían troncos gruesos y ramas altas y anchas que podían soportarlo. Trepó con dificultad hasta la mitad del árbol y se sentó en la rama que le pareció más firme. Cerró sus ojos con fuerza e intentó despejar su mente. Debía estar centrado en su poder, en las líneas doradas, imperceptibles para otros ojos, que lo guiaban al centro del mundo y más allá, a otro plano, donde se encontraba el bosque del destino, el bosque de luz dorada. Pero no podía, cuando cerraba sus ojos, cuando liberaba su mente, en su cabeza se proyectaba la imagen del rostro pálido y sin vida de su hermanito.

—Vamos, Clerick, vimos peores cadáveres antes, en el destino, no podemos permitir que ese feo recuerdo sobre Linck prevalezca sobre los demás —se alentó en voz baja. No importaba si estaba ahí, lejos de todos para poder concentrarse, él seguía estando vulnerable al encontrarse solo en el bosque, debía ser cuidadoso, cualquier criatura podría encontrarlo.

Respiró hondo y opto por cambiar su técnica. Ya no se concentró en su poder, esa era una de las muchas entradas que había hacia el destino, la otra era la naturaleza y estaba rodeado de ella. Se fijó en la textura del árbol debajo de él, en la corriente de savia que se trasladaba en su interior y que le permitía delimitar su forma, muy parecida a la del bosque del destino. Escuchó el sonido suave del viento que silbaba entre las ramas. Se dedicó a sentir la vida que lo rodeaba, los elementos, el silencio mismo e incluso a los animales que se escondían al percibir su olor. Todo eso era su puerta, todo es jaixz, esa energía infinita y a la vez limitada. Detrás de sus párpados cerrados comenzaron a proyectarse los hilos dorados. Se aferró a uno con fuerza y lo siguió por todo el bosque como si se tratara de un sendero listo para recorrer. La negrura pronto lo devoró y supo que ya podía abrir sus ojos.

—Al fin —musitó con un tono apenas perceptible, no quería perturbar al destino y que este lo echara.

Se encontraba sobre la rama firme de un árbol completamente dorado. Se fijó en cada línea que lo formaba y en sus hojas. Estaba sobre su destino. En cierta medida, eso lo tranquilizó, ese día no iba a morir, su árbol seguía creciendo con fuerza y no había perdido brillo, aún le quedaban varios años de vida. Despegó su vista de las ramas doradas y se centró en el centenar de árboles que resplandecían y flotaban en ese vació infinito. Algunos estaban apagados, muertos, otros apenas comenzaban a florecer. Algunos eran enormes, pero sus ramas ya no creían, lo que significaba que la persona ya estaba recorriendo el último tramo de su camino. Otros también eran así de altos y seguían creciendo y brillando con fuerza. Y otros crecían tanto que Clerick no alcanzaba a ver sus copas, esos eran los de las criaturas inmortales, como los raix y los dioses, sus árboles siempre eran los más grandes e imponentes.

Buscó en su memoria el recuerdo de alguien cercano a Linck que viviera en Citwot. Necesitaba una conexión para llegar al árbol muerto de su hermano y Myra no le servía, estaba demasiado cerca, solo lo distraería y terminaría siendo expulsado del destino. A su memoria llegó la imagen del herrero, él siempre hablaba con Linck, le hacía pequeños anillos a los que les agregaba amatistas, el cristal favorito de su hermano. Proyectó la energía del hombre dentro del bosque y el árbol que requería apareció frente a él. Clerick descubrió que al hombre no le quedaban más que un par de meses de vida, era joven y no moriría por ninguna enfermedad, así que eso significaba que algo malo iba a suceder en Citwot. Decidió que lo mejor era no fijarse, no le serviría de nada atormentarse por un futuro que no podía cambiar. Buscó en todo el árbol del hombre algún recuerdo importante con Linck. Cuando lo encontró, lo ancló en su mente y tiró de él como si quisiera arrancar la enorme hoja dorada. Descubrió que el hombre lo odiaba a él y a Myra, pero que consideraba Linck su hijo, por ese motivo el recuerdo lo iba a llevar hasta el árbol de su hermano, era potente inolvidable.

—Vamos —masculló al tirar de la hoja.

No lograba transportarse hasta el árbol de Linck, había un fuerte bloqueo que se lo impedía. Siguió forzando a la hoja hasta que esta comenzó a partirse. Cuando notó que la energía de ese recuerdo intentaba escaparse por la hendidura que había provocado, la contuvo con su jaixz y la obligó a llevarlo hasta el árbol de Linck, hasta el recuerdo que la complementaba.

—¿Qué...? —no supo cómo completar su pregunta.

Era insólito lo que estaba sucediendo. El árbol de Linck seguía brillando y creciendo a pesar de que se encontraba muerto. Eso no debía pasar, los árboles morían con el portador de su destino. No debía estar encendido y aun así resplandecía con fuerza, demasiada. Intentó tocarlo, revisar lo que estaba sucediendo. Pero un ruido fuerte en el exterior lo distrajo y el destino aprovechó ese instante para empujarlo fuera de sí. Clerick cayó con fuerza contra el suelo del bosque. El dolor invadió su cuerpo al mismo tiempo que escuchaba que los pasos se aceleraban hasta llegar junto a él. Abrió sus ojos mientras se quejaba del dolor.

—Lo siento, no quería asustarte —musitó Rix al tenderle su mano para ayudarlo a pararse.

Clerick no la tomó, le dolía demasiado la espalda. El raix comprendió su mueca de suplició y se agachó a su altura, apoyó su mano sobre la cabeza del príncipe y desparramó su jaixz sobre él para sanarlo. Luego volvió a tenderle la mano y lo ayudó a levantarse.

—Gracias —dijo Clerick y se frotó la espalda. Ya no le dolía, pero le picaba toda la piel, era uno de los efectos secundarios que producía ese tipo de jaixz—. ¿Qué es lo que buscas?

Rix suspiró, no estaba seguro de preguntarle. Zafira le había advertido que no era una buena idea, que no debía involucrar a Clerick en la guerra, que ellos debían permanecer apartados de todo eso hasta que no tuvieran más opción que decidir un bando.

—No importa, ¿por qué no mejor me dices qué fue lo que viste en el destino? —pidió con una sonrisa incómoda. Si Clerick le decía algo que podía comprometerlo con la guerra, entonces Rix le diría toda la verdad y le pediría que revisara el destino por él.

—Yo... No sé muy bien cómo explicarlo —comenzó el príncipe y eso no le agradó al raix—. Ingresé al destino para ver recuerdos de lo que viví con Linck, busqué su árbol a través del recuerdo de otra persona y lo hallé —confesó y Rix contuvo su respiración.

En el tiempo que Clerick terminaba de pensar cómo decirle lo que descubrió, Rix llamó a Nian, le gritó con su jaixz que era urgente, que escuchara lo que el príncipe iba a decir.

—El árbol de Linck seguía con vida, estaba creciendo, aún tenía su luz, no se había apagado —dijo extrañado.

Clerick se fijó en el rostro angustiado de Rix, él conocía al raix casi tanto como su hermana y no tardó en descubrir que estaba escondiendo algo. Espero con paciencia a que Rix se animara a hablar, a confesar lo que sabía. No podía forzarlo, eso solo haría que se cerrara, por eso solo lo observó con curiosidad, con sus cejas hundidas y una pequeña sonrisa empática adornando sus labios.

—Yo... creo que hay algo que debo contarte, Clerick, en realidad hay muchas cosas que tengo que contarte —murmuró el raix al no recibir respuesta de su hijo.

—En realidad, papá, creo que debo ser yo quien se lo cuente —mencionó con tono casual Nian.

Rix se volteó y lo encontró a unos metros de él. Luego volvió a girarse para ver la reacción de Clerick. El príncipe se encontraba con el ceño fruncido, su mirada iba y venía de Nian a Rix. Estaba algo confundido, pero no parecía asombrado, tampoco espantado como Rix esperaba.

—¿Te dijo papá? —fue lo único que se le ocurrió preguntar.

—Es una larga historia —suspiró el raix.

—Que voy a tener que resumir para que puedas ayudar a mi padre a ver lo que desea del destino —acotó Nian y fue el turno de Rix de fruncir el ceño.

—Creí que Zafira...

—Ella va a entenderlo, Clerick ya descubrió demasiado por su cuenta, además nos va a servir tenerlo de nuestro lado en la guerra —interrumpió con una seguridad que no sentía. Zafira se iba a enfurecer por eso, mas no se lo reclamaría, estaba seguro, porque siempre existió la posibilidad de que sucediera y no los apartaba mucho del destino al que querían llegar.

—No se enojen, pero no entiendo nada de lo que están hablando —comentó Clerick y Nian sonrió.

—Linck y tú se parecen más de lo que admiten —mencionó con diversión, apoyó su mano en los hombros de Rix y de Clerick y los hizo a parecer en su salón en la tierra de los dioses.

Clerick trastabilló un par de pasos por culpa de un fuerte mareo y Rix lo sujetó con fuerza.

—La primera vez siempre es la más molesta, para la próxima ya no te va a molestar —informó el raix.

—¿Cómo...?

—Es una técnica inventada por los raix hace más de diez siglos —explicó la voz de su hermanito a sus espaldas.

Clerick se volteó con lentitud, asustado, temía que su cerebro lo hubiera engañado. Pero allí estaba Linck con una enorme sonrisa en su rostro. El niño no esperó a que él reaccionara, corrió en su dirección y lo abrazó con fuerza. El mayor de los príncipes soltó un jadeo, aún sin comprender lo que sucedía.

—Los extrañé, pero no podía ir a verlos, la diosa dijo que debían creer que estaba muerto, necesitaba comprobar algo que...

—¿No moriste? —inquirió en voz baja. Se separó del niño y se agachó a su altura para observarlo mejor. Era real, lo sabía, sentía su jaixz potente pululando a su alrededor, podía percibir su pulso. Linck estaba vivo.

—No murió, iba a hacerlo, pero evitarlo no modificaba en nada al destino, porque no era una muerte obligatoria, así que Zafira me dejó salvarlo y dejar un señuelo de su cuerpo en su lugar, el resto debía creer que Linck estaba muerto —comunicó Nian con una mueca incómoda en su rostro—. No te enojes con Linck, tampoco con mi papá, él no lo sabía en un inicio. Era necesario que esto pasara, necesitábamos comprobar algo.

—Si ya lo comprobaron, ¿Linck puede volver? —dudó Clerick con esperanza.

—No, lo lamento, pero no puede, deben seguir pensando que está muerto —negó el pelinegro.

Les indicó a los tres que se sentaran en los sillones mientras que él caminaba de un lado a otro, nervioso. Debía decirle la verdad a Clerick, no toda, por lo menos no lo que habían descubierto con la muerte de Linck, esa información estaba prohibida, incluso para su padre. Suspiró y deseó con todas sus fuerzas que la diosa apareciera, aunque eso no iba a pasar, Zafira estaba en la tierra de los raix, arreglando con su abuelo todo lo que debían hacer en un futuro, la línea temporal del destino que debían seguir.

—Voy a comenzar por lo más simple. Soy un uviem, Zafira me llevó cuando era un bebe porque alguien decidió que el destino no le gustaba en otra línea temporal y quería matarme, así que ella me llevó lejos de mis padres y me hizo crecer en un bucle temporal... —siguió narrando cada detalle de la historia con orden cronológico.

Le explicó a Clerick más detalles sobre el destino, le enseñó las esferas doradas, le dijo sobre Rix, la guerra, omitió la parte de los raix apoyándolos, le contó de su vínculo con Zafira, cómo Linck y él iban a comenzar a aprender más trucos del destino y finalizó diciéndole sobre la ilusión de amor en la que estaba sumida Myra. Le contó los peligros de ese jaixz y que iba a llegar a un punto en que Myra no podría romper la ilusión de amor, que nadie más que el que controlaba ese jaixz iba a poder hacerlo.

—¿Y la diosa permite que eso le pase a mi hermana? —preguntó lleno de frustración. No quería hablar mal de la deidad, sin embargo, no le gustaba nada lo que permitía que le sucediera a Myra.

—No hay otra opción, si no permitíamos que la ilusión de amor se apoderara de Myra, ella iba a ser asesinada, lo comprobamos —defendió Rix para sorpresa de todos. Al príncipe le había quedado claro que el raix detestaba a la diosa, lo que significaba que si la estaba defendiendo era porque en verdad era de esa forma.

—Todavía no comprendo por qué quieren tener el control sobre Myra —musitó Linck. Técnicamente era mayor que Nian por doce años, pero, como el uviem se veía como alguien de veintiuno, le era imposible no sentirse como un niño, un bebe al lado de tantas personas mayores y con más conocimiento que él.

—Porque Myra es muy poderosa, eso se ve en cómo sus emociones afectan al clima del bosque, nadie antes de ella había logrado provocar una lluvia, una tormenta. Su poder es enorme y creen que eso los va a ayudar a encontrar el jaixz del bosque. Hay personas que creen que un jaixz poderoso llama a otro —explicó Nian.

Su respuesta era corta y completa, era la clase de respuesta que deba Zafira.

—Por eso permití que vinieras, que te enteraras de todo, mi papá y nosotros necesitamos que entres al destino —siguió con su discurso Nian.

Rix sacó de su bolsillo una pequeña bolsa llena de zafiros y se la tendió a Clerick. El príncipe la tomo entre sus manos sin comprender para qué podrían servirle esos cristales.

—Son para que aumenten y canalicen tu jaixz, de esa forma vas a poder entrar y buscar más fácil dentro del destino.

—¿Qué tengo que buscar con exactitud? —inquirió sacando los cristales de la bolsa.

—Todo lo que puedas sobre la ilusión de amor de Myra —respondió Nian más rápido que su padre.

El príncipe asintió y cerró sus ojos. Por algún extraño motivo, sentía una fuerte conexión con el destino en ese lugar. Había una marea extraña que lo arrastraba a él sin que tuviera que esforzarse. No tardó más de un minuto en entrar en ese inmenso bosque dorado. Lo que le fue difícil fue hallar el árbol de su hermana, estaba escondido y el destino parecía reservado con él, luchaba para que Clerick no lo alcanzara. Y ganó, el chico apenas llegó a tocar una rama antes de ser expulsado con fuerza.

—Me bloquea, no me deja llegar hasta el árbol de Myra —expresó con fastidio. Odiaba cuando el destino le hacía eso.

—Intentémoslo juntos —pidió Linck.

Su hermano mayor asintió y lo tomó de las manos. Los dos cerraron sus ojos con fuerza y dejaron que la marea de jaixz los arrastrara al interior del destino. Al ser dos, el bosque dorado no pudo luchar mucho y se vio obligado a mostrarles el árbol. Las ramas eran largas, mucho, y se separaban demasiado, eso significaba que su hermana tenía un sinfín de opciones para tomar, y eso derivaba a un destino importante, influyente en la vida de muchos otros.

—No veo nada, está todo borroso —se quejó el niño.

Linck estaba inclinado sobre una de las ramas, la rama en que su hermana estaba viviendo en ese momento. Clerick estuvo a punto de rendirse, hasta que notó que en su bolsillo se encontraban los zafiros. Subió hasta la misma rama que Linck y le tendió una de las piedras azules. Ambos volvieron a cerrar sus ojos y se concentraron en redirigir la energía del cristal a la rama que querían ver. Poco a poco, sintieron que el destino cedió. Abrieron sus ojos y allí estaba, la marca exacta de cuánto tiempo faltaba para que su hermana cayera por completo en la ilusión de amor. Ambos príncipes estuvieron tentados en arrancar esa rama para evitar que sucediera, mas no podían, sabían los desastres que eso causaría, además del más obvio, que era su muerte. Salieron del destino de forma brusca, necesitaban alejar sus manos de ese árbol antes de cometer una locura.

—¿Vieron algo? —preguntó Rix.

Clerick y Linck compartieron una mirada y ambos suspiraron al mismo tiempo. El mayor de los hermanos se aclaró la garganta y se acomodó en su lugar. Él iba a ser quien hablara.

—Avanzó, demasiado. Solo queda una semana para que Myra no pueda salir de la ilusión, una semana y ella... —no pudo continuar por culpa de la irremediable furia que lo invadió.

—Sé que odian esta situación, sé que detestan no poder evitar que ella pase por todo eso, lo sé muy bien, pero no pueden evitarlo. Es necesario, horrible, pero necesario. Y mientras más rápido suceda, menos peligro va a correr la princesa —determinó Zafira, apareciendo de la nada.

Los cuatro la observaron sin decir una palabra. Sus muecas lo decían todo, no estaban de acuerdo, ninguno, pero iba a aceptarlo porque no querían ver a Myra morir. La diosa asintió, conforme y le hizo un gesto a Nian, debían hablar sobre los raix.

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