Jaden {Bilogía El Príncipe d...

By AbbyMendez11

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É𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑙í𝑛𝑒𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎𝑙𝑒𝑙𝑎𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑗... More

W E'R E D I F F E R E N T
P R Ó L O G O
R E P A R T O
A D V E R T E N C I A
I-Demuestra ser Alabi
II-Nada tienes, nada vales.
III-Libros en blanco
IV-Lo pido, lo tengo.
V-Oz
VI-Solo somos reflejos
VII-Dos pasiones
VIII-La chica del velo dorado
Anuncio importante
IX-El susurro del diablo.
X-El juego acaba de empezar
XI-El hombre sin conciencia
XII-El relato del lobo y la oveja
XIII-La teoría del amor no retribuido
XIV-El origen
XV-La sobriedad tiene un gesto inusual
XVI-Puede que un día te maten
XVII-Nunca confíes en Ross
XVIII-Demente
XIX-Reina mía
XX-No soy gay
XXI-Somos una enfermedad
XXII-El nuevo profesor
XXIII-No me acuesto con estudiantes.
XXIV-La fiesta (Parte 1)
XXV-La fiesta (Parte 2) Cuando una zorra sufre
XXVI-El rocío descendiente del cielo
XXVII-¿Quién mató a Vans?
XXVIII-¿Quién Mató a Vans?- Parte 2
XXIX-Sobre el hilo Rojo
XXX-Mujercitas
XXXI-L S D
XXXII-Obsession
XXXIII-Perfecto asesino
XXXIV-Father
XXXV-La carta del Ángel
XXXVI-Culpable
XXXVII-La carta del Diablo
XXXVIII- La Carta de Diablo II
XXXIX-Fiesta de fin año.
XL-Red Idol
XLI-Amar a un mentiroso
XLII-Tres palabras
XLIII-La primera mentira
XLV-Ese Alguien
XLVI-Confía en Ross
XLVII-El juego de las manipulaciones
XLVIII-Llameaba furia
XLIV-Las estrellas en tus ojos
XLV-El fin de mi virginidad
XLVI-El pecado entre tus piernas
Capítulo XLVII-Devoraré tu alma.
Capítulo XLIVIII-Las mentiras de un pasado.
Capítulo XLIX-Inexistencia
Capítulo Final: ¿La podrás salvar esta vez?
E P Í L O G O

XLIV-El único Amor de Henry

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By AbbyMendez11

Si hay cosas de las cuales mi comprensión se limita es el sentido de la felicidad ¿Por qué hay personas que nacen con la vida arreglada y otras que ni nacen? ¿Por qué se separa y se establece clases? ¿Por qué nos dejamos influenciar con tanta facilidad? qué antes de las leyes, la raza, la política, el dinero ¿Éramos humanos? qué antes de odiarnos ¿De verdad amábamos?

***

El timbre resonó tercamente en sus tímpanos, hizo una mueca de malhumor y se dejó caer en el pupitre.

Su cabello se agitó por la velocidad en la que Jachi corrió hasta su puesto a un lado. Levantó la cabeza para comprobar qué había sido eso y porqué llevaba tanta prisa, se encontró con la escena de un paranoico, Jachi tragó una gran porción de aire sacudiéndose la camisa, dejó los ojos de par en par y la boca abierta.

—¿Lo sabes? ¡¿Lo sabes?!—susurró dramáticamente rodeándose la boca con las manos.

Alaya levantó una ceja y negó con una risilla absurda.

—¿Adivina quién afortunadamente...—hizo comilla con los dedos— se cruza en esta clase?

—¿Quién?—murmuró y se desvío a las señales que le hacía con los ojos—¿Jaden?

Jaden se sentó en el último puesto de la fila junto a las ventanas, por lo menos no estaba cerca.

—Incómodoooo.—Javier se burló de la situación alternando la mirada entre los dos.

Alaya giró los ojos y se masajeó las sienes.

—Cállate.—le abofeteó el hombro.

—¿Escuchaste la noticia del día?—Javier se miró las uñas presumidamente como si estuviese a punto de soltar una bomba nuclear.

—¿Otra?—balbuceó chasqueando la lengua por el poco interés que tenía en enterarse de los chismes de la escuela que Jachi le contaba cada mañana antes de comenzar las clases.

Él tiró las manos de golpe en su mesa e inclinó su cuerpo a ella.
—Jonas y Susi están saliendo, eso es tan inesperado, es decir...

—¿De qué estás hablando?—Alaya lo frenó con los ojos conmocionados, ni siquiera tuvo tiempo de recibir la explicación que exigía. Demmy entró al salón con un ramo de rosas, fue al cesto de basura y las arrojó con agresividad, se quedó en silencio ahí por un rato, solo mirando a ese punto fijamente.

—Wow ¿Qué fue eso?—murmuró Javier empujándola con el codo, espió a Demmy con rareza, parecía que lo habían dejado en la friendzone.

Alaya agachó la cabeza y se tapó la cara con las manos.

—Ay no—bufó, resopló y maldijo por lo bajo—. Ayer estaba texteando con él, le dije que lo mejor sería confesarse, le di certeza de que él también le gustaba a Susi.—se arrastró el cabello y golpeó la mesa con frustración antes de levantarse.
Demmy ya venía en dirección a ellos, o tal vez a su pupitre que quedaba detrás. Alaya se le atravesó.

—Eso fue un uppsss monumental.—murmuró Jachi, le mostró los dientes con algo parecido a una sonrisa muy pero muy incómoda.
Alaya giró la cabeza a él con una mueca fastidiada de: ¡No ayudes!

—Dem, lo siento.—Intentó establecer un confiable contacto visual pero él la evadió

—¿Por qué dijiste que estabas segura?—le reclamó, sus ojos se notaban impacientes por una respuesta.

—Estoy segu...—un murmulló alrededor desvaneció el sonido de su voz.

Era una histeria disparatada y gritos absurdos, todos comenzaron a silbar y hacer ruidos irritantes de cualquier modo.

Demmy dejó salir un suspiro desalentado, bajó la mirada cargada de decepción, rodeó a Alaya y se fue a su lugar dándose por vencido.

Alaya no entendía el alboroto, hasta que giró a la puerta y contempló la escena como todos: Susi y Jonas siendo recibidos como celebridades entrando a una alfombra roja.

—¿Qué hiciste Susi?—se preguntó a sí misma, es que no podía creerlo, estaba totalmente convencida de que ella estaba loca por Demmy, pero lo que sus ojos evidenciaban demostraba lo contrario.

—Sí ¿Qué hizo para atrapar al partidazo de Jonas?—le respondió Javier como si la pregunta fuese hacia él.
Alaya dejó de mirarlos de malhumor y arrojó su cuerpo resignado de regreso al pupitre.

—Lo resolveré después—recalcó, sabía que no era el momento, pero tenía que hablar con Susi y cuestionar su decisión. Relajó los hombros y se sacudió un poco para espantar todo ese lío de su cabeza, forzó la vista para mirar el reloj sobre el pizarrón colgado de la pared, asintió luego de comprobar que tenían unos minutos antes del segundo timbre—. Mejor dime cómo te fue con Karl antes de que llegue la señorita Vock.

Percibió un silencio largo, antes de darse cuenta pasaron minutos sin escucharlo mencionar una palabra, cuando se giró a él para hacerle una mueca de: date prisa, notó que su manzana de Adán se retrajo temblorosa como si hubiese tragado con mucho esfuerzo.

—La verdad estoy más tranquilo—soltó un aliento de tranquilidad por la boca con los ojos cerrados—, se recupera muy bien—le mostró una pequeña sonrisa deprimente e hizo una pausa como si su mente reprodujera los recuerdos tristes—. Le pedí perdón por ser tan insensible cuando intentó disculparse.

Alaya se impresionó con un espalmo repentino con las manos.
—¿Intentó disculparse?—cuestionó, hundió un poco las cejas, ni siquiera intentó recordar porque sabía que...— Nunca me lo contaste.

Jachi tuvo que tragar saliva porque tu garganta ya estaba seca.
—Un día antes de fin de año—su mente evocó la escena—, lo eché, ni siquiera lo escuché. Por eso me sentía tan mierda,  creo que pude evitar lo que pasó—el sentimiento de culpa comenzó a acelerar su corazón, tuvo que detenerse y respirar. Después recordó a Karl, sus palabras no fueron de rencor—. Al menos hasta que él mismo me lo aclaró, aceptó que es homosexual,  y que ocultarlo tanto tiempo provocó todo. También se disculpó por lo que pasó antes, dijo que no se acercó a mi por las razones correctas pero... se enamoró.—su aliento se cortó justo después de decir lo último, bajó la cabeza escondiéndola en una mano, quedó suspendido en los recuerdos por un minuto.

Alaya imaginó la historia acorde a su aspecto, tomó su mano y la acarició dulcemente.
—Javier—le dio vueltas a la idea, pero de todas formas se lo preguntó:— ¿Cómo te sentiste al escuchar eso?

Javier abrió los ojos como si acabara de descubrir algo, miró algún punto de la nada, su indecisión era notable, luego agitó la cabeza como si aquello lo despertara y repeliera todo de su mente. Con una seguridad fingida le aclaró:
—Ya no importa, él ya está al otro lado del océano, dijo que volaría temprano hoy—le susurró,  no pudo fingir lo mucho que le afectaba—. De todas formas me alegra haber hablado con él y despedirme, necesitaba hacerlo.

Alaya asintió, comprendió que después de todo lo que había pasado un final como ese era lo mejor. Dio un saltico para acercar el pupitre, se inclinó y lo arropó con un abrazo.

Cuando la clase terminó se despidió de él con una excusa, había acordado encontrarse con Henry en el estacionamiento.

Henry detectó su presencia sin siquiera mirarla, en cuanto se acercó levantó la mirada del reloj en su muñeca, le dio la espalda y le avisó:
—Ya vamonos.

Alaya se abrochó el cinturón en el auto y lo espió por el rabillo con curiosidad.

—¿A dónde?—decidió preguntarle ya que él no se había preocupado en que tal vez le interesaría saberlo.

—¿Zedd no te avisó?—le respondió encogido de hombros, la miró con cara obvia enarcando las cejas.

Alaya estuvo a punto de aclararle que no sabía de qué estaba hablando, por suerte sus neuronas se conectaron a último momento y solo llegó a pronunciar un sonido sin forma antes de frenarse. En cambió se sacó el celular del pantalón, notó que había un mensaje de Zedd en No leídos, abrió el correo, decía lo siguiente:

Alaya, tenías razón, Rowly es el mejor en esto. Recuerdo que mencionaste que era un buen investigador así que decidí probar suerte. Sé que no querías involucrarlo pero anoche le comenté que quería encontrar a alguien que tenía información sobre la persona que mandó a darme la golpiza (como decidimos mentirle para no implicar a Ross), sorprendentemente mostró interés y en un segundo ya estábamos más cerca de lo que creí posible. Le dije que esa persona era Polanco Delaware, le conté todo lo que sabía de él. Así es, utilicé nuestra mentira a nuestro favor y en menos de una hora con solo una portátil Rowly logró lo que a nosotros nos tomó casi un mes, lo encontramos. Por fin sabré si mi padre sigue vivo, iremos mañana al atardecer. Gracias por todo Alaya.

Alaya hizo un gesto de perplejidad, reconoció que fue un plan inteligente y también que Rowly no haya sospechado, lo que no era muy convincente, tal vez lo hacía y los acompañaría para confirmarlo, eso sonaba más a él. Luego lo sabrían.

Vigiló a Zedd por el retrovisor, habían pasado a recogerlo antes, no paraba de moverse con inquietud en el asiento, estaba tan nervioso que no dejó de hablar en todo el camino para no permitir silencios enloquecedores.

Una sensación extraña recorrió todo su cuerpo cuando leyó el letrero del asilo, entonces estuvo ahí todo el tiempo, solo había uno en toda la ciudad, ni siquiera quedaba lejos.

Al principio la señorita de recepción actuó de forma reservada con la información que les ofrecía, pero en cuanto Rowly le mostró su identificación cambió tan repentinamente que parecía otra persona nerviosa y asustada por ser grosera en un principio. Les mostró los registros de Don Polanco, Zedd vio la foto de su DNI, se emocionó nostálgicamente, les dijo que era él, solo que más viejo.

Una enfermera los llevó al jardín de recreación, como decía en la placa del pasillo. Habían ancianos por todos lados realizando distintas actividades con enfermeros, algunos solo caminaban por ahí. La enfermera señaló un señor de espaldas en una mecedora, les indicó que ese era el señor que buscaban y luego se fue.

El sonido constante que producía el movimiento de la silla se hacía cada vez más identificable. Como si predijera su aparición el balanceo se detuvo junto al ruido y fue como si simplemente esperara que le dieran el frente.

—¿Don Polanco?—Zedd se adelantó comprensivamente impaciente—Soy Zedd, el hijo de...

—Virginia—concluyó el anciano—. Sé quien eres—le avisó, su voz era baja y temblorosa—¿Cómo has estado hijo?—sus ojos estaban casi cerrados, lucía como un abuelo de esos con gran carácter y con historias maravillosas que contar.

—Bien, todo ha estado bien ¿Cómo está usted?—Zedd tenía una emoción palpable, al mismo tiempo estaba aterrorizado por el temor que enredaba lo desconocido.

—Como ves, contando los días para finalmente poder descansar.

Zedd se quedó en esas palabras por un momento. Ver el ciclo final de las personas te da muchas cosas en las qué pensar.
Se pasó una mano por la nuca con cierta incomodidad.
—Siento molestarlo señor pero de verdad necesito su ayuda.

—Es mejor dejarlos solos.—le murmuró Alaya a Rowly empujándolo con el codo.
Él asintió y se alejaron por el jardín.

—Ya sé la verdad que mi madre trató de encubrir todos estos años—decidió confesarle directamente su punto—. Sé que tuve un padre y me concibieron con naturalidad, y sé que usted también estuvo involucrado—el señor no se inmutó al verse señalado, solo alzó la vista para mirar a Zedd—. Necesito encontrarlo y solo tengo su nombre—los labios le temblaban de la impaciencia—... Ángel.

—Lo siento muchacho—se anticipó el señor. Zedd abrió la boca para intervenir pero el anciano lo detuvo negando con la cabeza.
—Puedo saber lo mismo, incluso menos que tú—Zedd parpadeó bruscamente como si no estuviese del todo convencido, dio un a paso a él con las palabras en la boca pero Polanco continuó—: No conocía su nombre, tú sí—ironizó encogiendo los hombros.

Zedd retrajo el rostro, no era la respuesta que esperaba escuchar.

— Lo único que te puedo decir es que ese amorío estaba destinado al fracaso, tu madre sufrió mucho, siempre habló de su amor «imposible»—resaltó, como si hubiese escuchado esa palabra muchas veces por parte de ella—por eso todo el misterio, pero estaba enamorada—reconoció—. Jamás fue clara, sospechaba que salía con un hombre casado o quizá con alguien peligroso—suspiró con el peso de un pasado difícil—. Hay muchas posibilidades, hijo, pero pocos hechos.

Zedd miró a todos lados, se negó a creer, ¿Quién era ella? ¿Su madre?
Un hombre casado... La imagen que tenía de la mujer que lo concibió no era precisamente la de una amante pero era cierto, habían muchísimas posibilidades.

Arrastró la mano por su rostro, tuvo que respirar con esfuerzo para estabilizarse.
Cuando logró coordinar las palabras en su boca, le dijo casi como un balbuceo:

—¿Sabe de alguien que pueda ayudarme?—y suplicó aunque sea un indicio.

—No, lo siento hijo.

Alaya y Rowly merodeaban los jardines para darle tiempo a Zedd. Alaya lo espió de reojo y descartó su teoría. Si él hubiese sospechado que le ocultaban algo no cedería a dejarlo solos, además no hizo preguntas ni pareció interesado en investigar.
Levantó una ceja cuando notó que su cara estaba más aburrida de lo normal, miraba a cada que se le cruzaba como si quisiera estrangularlo con sus propia manos.

—¿Sucede algo?—le susurró acercándose a su oído.

Pasó hacer un gesto pensativo, como si estuviese perdido en sus recuerdos.

—No me gustan los asilos, no me gustan los viejos.—habló sin reducir el desprecio casi repulsivo de sus palabras, se encogió de hombros de lo más normal y revisó su reloj.

Alaya negó blanqueando los ojos como si él no tuviese remedio alguno. De verdad su actitud a veces le fastidiaba ¿En realidad existían personas así, que no sentían ningún tipo de empatía por nada? Era difícil de creer pero cada vez que veía a Henry se lo confirmaba por sí sola.

—¿Realmente nunca has sentido aunque sea un poquito de amor por algo o alguien?—le cuestionó, esperaba la respuesta habitual: Jamás, eso es asqueroso. O a lo Jaden: Yo no quiero que me controlen. Pero lo que dijo la dejó paralizada:

—Una vez me enamoré.

Sus palabras fueron tan simples que no pareció tener interés en ellas.
Alaya seguía inmóvil y procesando.
Pestañó varias veces a medida que se le metía la idea en el cerebro. Hizo un movimiento nervioso con las mano de exigencia, necesitaba satisfacer la curiosidad chismosa que crecía y crecía.
—¿Y? ¿Eso es todo?—un brillo de fascinación resaltó en su cara. Joder, esa información valía millones.

Él se detuvo con las cejas fruncidas para mirarla de pies a cabeza.

—¿Qué más quieres saber?—contestó en un tono amargo, suspiró después de ver toda la atención que tenía en él, se arrepintió de darle largas al asunto.

—¿Por qué no resultó?

Henry retomó la caminata con las manos en la espalda y la vista en el suelo. Decidió hablar una vez, satisfacer su molesta curiosidad y cerrarlo justo después. Ese fue el acuerdo, no más preguntas o teorías estúpidas, solo escucharía. Ella asintió, no del todo contenta con sus condiciones pero no le quedaba de otra.

—Cuando tenía 17 vine a esta isla en vacaciones de verano—Alaya achicó los ojos con extrañeza ¿Eso significaba que la mujer de quien se enamoró era nativa del país? Chasqueó de malhumor porque no tenía la oportunidad de preguntárselo. Trató de espantar las preguntas que se le formaban y alertar sus oídos para que no se perdieran nada. Henry continuó—: La playa fue siempre la mejor manera de relajarme y perderme de mis problemas.

Alaya pudo reconocer a lo que se refería. Henry mencionó que había tenido una infancia difícil debido al TOC, tal vez la perfección de la naturaleza era distinta para él, en comparación con el desastre al que llamamos sociedad.

—Un día, a las orillas del mar y la oscuridad de la noche la conocí. Ella era hermosa. Se convirtió en la única persona que podía entenderme—hablaba de una forma tan concentrada que tuvo miedo de emitir algún sonido que lo interrumpiera, comenzó a caminar casi de puntillas—, simplemente me daba paz, estabilidad, control. Todo pasó muy rápido pero en ese tiempo llegamos a ser inseparables—notó una poco perceptible sonrisita de lado, como si un recuerdo hubiese removido algo en su interior—coleccionábamos lentes de sol juntos, era ridículo estoy consiente de ello, pero... De alguna forma ella lo hacía especial—resopló tan profundamente que cerró los ojos por un momento—. Todo lo hacía especial—pero cuando despertó, agitó la cabeza, el aborrecimiento en su rostro fue más crudo, apretó los labios y expresó con sencillez—: Hasta que se cansó de mí, cierto, y allí terminó—se encogió de hombros dándole normalidad al asunto—Yo me enamoré, ella se divirtió, eso es todo.—canturreó casi burlándose de sí mismo.

¿De verdad iba a fingir que no le afectaba?
Alaya apretó los puños, iba a romper el trato, tenía que sincerarse con lo que sentía. Ella sabía lo que era enamorarse y que te rompan el corazón sin una explicación que lo justifique. Había estado en ese oscuro lugar y sabía lo mierda que se sentía.

Abrió la boca para expresarlo pero en el segundo en el que Zedd pasó con los ojos cargados de llanto supo que las cosas no habían salido bien y necesitaba hablar de ello.

—¿Qué sucedió, Zedd?—se le atravesó para retenerlo, llevaba mucha prisa, como si quisiese huir de ese lugar lo más rápido posible.

—No tiene idea de nada—soltó con una rabia que hizo su voz quebrarse. Comenzó a negar muy rápido, sus ojos ya no estaban emocionados, más bien lucían cansados, como rendidos—. Ya es mejor dejarlo así, el señor Polanco era el único que podría decirme algo.

—Pe-pero—titubeó, tratando de rebuscar una solución rápida para que las cosas no acabaran de ese modo—podríamos seguir buscando.—fue lo que se le ocurrió decirle.

—¿Cómo? ¡¿De qué forma?!—le reclamó señalándose los sienes para que despertara de esa idea estúpida—No hay nada, Alaya ¿Quieres que busquemos a todos los que se nombren "Ángel"? Podrían ser miles—puntualizó con un gesto de resignación— Es una perdida de tiempo.

Alaya buscó las palabras, en serio se esforzó en decirle algo que lo motivara para que no se rindiera tan fácil. Pero simplemente no llegaron y lo único que emitió fue un tonto balbuceo.

—Pediré un taxi.—murmuró él antes de irse.

Alaya lanzó un golpe al aire con una maldición. Era el momento para decirle algo, un discurso emotivo tal vez, no para quedarse balbuceando incoherencias como una idiota. Se masajeó la frente mirando en la dirección que había partido.

—Necesito hablar con él.—le avisó a Henry para luego ir detrás de él.

—¡Zedd! ¡Espera Zedd!—lo llamó mientras trataba de seguirle el paso, habían muchos viejos atravesándose, era molesto —¡Espera!—tuvo que detenerse cuando entraron por un pasillo, una anciana en silla de ruedas no podía dar reversa en su silla. La ayudó para cruzar pero cuando volvió su vista al camino Zedd ya no estaba, miró a todos lados, había desaparecido. Cuando intentó correr algo la frenó bruscamente, fue tan fuerte que su cuerpo tambaleó y sus piernas flaquearon.

—¿Alaya? Lindo nombre.—una voz extraña a su espalda, gruesa, masculina. Estaba segura de haberla la escuchado antes.
Solo después notó que la figura detrás fue quien la detuvo, había encerrado su muñeca con fuerza. La tiró de la mano con agresividad haciendo que girara para darle el frente. Ascendió la vista desde su brazo, los anillos, el reloj, el traje fino, su rostro.
Emitió un suspiro de espasmo, su cuerpo se paralizó.

Ese hombre era el dueño del club, tenía la misma mirada abrumadora que la congeló la primera vez.

Se inclinó sin apartar la escalofriante conexión visual.

—Escucha niña, hay un arma en mi pantalón—los ojos de Alaya se abrieron hasta su límite natural. Él le puso un dedo en medio de los labios—, hagámoslo de la forma más discreta posible, no queremos espantar o causarle un infarto a alguno de estos ancianos ¿No?—ella no pronunció palabra alguna, así que la agitó como a un muñeco viejo y tuvo que asentir— Entonces caminarás a mi lado luciendo bastante calmada ¿Está bien?—hizo una mueca buscando su aprobación y ella volvió a asentir.

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