Capítulo 25

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Me despierto por una pesadilla. Kendall en los Juegos del Hambre, había sido el mismo lugar de los míos, sólo que en esta ocasión yo no era la que había entrado a la arena, sino él. Por instinto lo voltee a ver. Estaba dormido a mi lado, abrazándome; sólo llevaba puestos los pantalones. Lo abrazo más, lo bueno de esto era que él no tenía que ir a los juegos, solo tendría que verlos.

Le acaricio la espalda con la yema de mis dedos. Me quería quedar aquí un poco más, a su lado siempre sentía paz, la paz que me había sido arrebatada hace muchos años. Le acaricio el brazo derecho.

—Kendall—susurro mientras le muevo levemente del brazo.

Se queja.

—Kendall, tengo que irme.

Abre los ojos de golpe, pálido. Cuando me ve se tranquiliza.

—Quédate otro rato—me susurra y pone mi cabello detrás de mí oreja.

—No puedo, tengo que irme. No sé a qué hora me vayan a levantar.

Asintió. Me toma del cuello y me besa, un beso de desesperación. Como si con eso lograra que yo ya no fuera a los juegos. Empieza a pasar sus manos por encima del camisón, acariciándome.

—Ya—dije separándome—. Pensé que tendrías suficiente con lo de ayer.

—Nunca tendré suficiente de ti—dijo sonriendo.

Le sonreí de regreso.

—Bueno, yo te llevo—dijo mientras se levantaba.

—No, prefiero ir sola.

— ¿Por?

—Alguien nos podría ver.

Suspira.

Me levanto y tomo mi bata.

—No importa, te acompañaré.

—Bueno.

Salimos de su habitación sigilosamente, cuando ya estamos lejos me toma la mano, haciéndome sonreír. Noto como muchos de los guardias se nos quedaban viendo, era obvio de donde veníamos, y casi casi que habíamos hecho. Bajamos las escaleras hacía el segundo piso, cuando llegamos nos dirigimos a mi puerta ya que estaba cerca, muy cerca. Al fondo del pasillo veo al soldado Leger, se me había olvidado que él hacía guardia en la puerta de América. Pero a Kendall no le importa.

—Bueno, nos vemos al rato.

Asentí, no podría con esto.

Por fin se da cuenta del soldado que había al fondo, abre la puerta y me hace pasar, después pasa él. Volteo a ver a mis doncellas que se encontraban dormidas. Me toma de la cintura, me acerca a él y me besa. Cuando me doy cuenta de que este podría ser nuestro último beso, lo hago con más fuerzas. Nos separamos, tomando aire.

Lo abrazo con todas mis fuerzas y antes de que le pueda decir algo empiezo a llorar. Él me abraza, acariciándome el cabello. Sabe que no tiene que decir nada, siempre acabó calmándome yo sola. Cuando lo hago me abraza más fuerte.

—Te amo—me susurra al oído.

—Yo también te amo—digo y trato de aguantar las lágrimas que se avecinan.

Me suelta y me da un beso en la frente.

—Adiós—dice.

—Adiós—contesto.

Cuando sale me tumbo en la cama y comienzo a llorar, lo bueno es que la almohada amortigua mi llanto. Solo a mí y a mi familia le sucede esto, sé que si no fuera por nosotros el presidente Snow no hubiera modificado la tarjeta del Vasallaje, soló lo hizo por nosotros, porque le hemos dado muchos problemas, porque nos quiere muertos.

The Girl On Fire (En edición)Where stories live. Discover now