Capítulo 24

1.8K 130 3
                                    

Me desperté, mañana en la mañana regresaría a Panem para la cosecha. Mi despedida con mis compañeras de la Élite fue hace dos días, nos dormimos hasta la madrugada, y nuestras doncellas nos fueron a despertar al medio día. Después de haber visto los videos de los juegos contamos historias de todas, America toco el violín, cantamos unas canciones que no conocía y yo tome muchas fotos de todo. Trate de que no fueran tantas para que quedara espacio en el libro por si algo se presentaba. Habían hecho que se me olvidara el día que se acercaba, aunque sólo poco tiempo.

Enterré la cabeza en la almohada, no me sentía con muchas ganas de pararme. Me quede inmóvil cuando sentí una mano recorriéndome la espalda, a pesar de que estaba todavía un poco adormilada como para pensar claro me voltee y tome el brazo de la persona que me acaricio y se lo torcí.

—Aghhh.

—Lo siento—dije soltando a Kendall y ayudándolo a sentarse bien—. Lo siento, ¿estás bien?

—Sí—dice y se toma el brazo sonriendo y luego se le borra la sonrisa—. ¿Quién pensaste que era?

—Nadie—digo suspirando—. Sólo me espantaste y mis actos reflejos son más rápidos que yo.

—Oh, lo siento.

—Está bien, ¿qué haces aquí a estas horas?

—Quiero pasar todo el día contigo—dijo dedicándome una sonrisa triste.

—Oh, ¿nos quedaremos aquí?

—No lo creo, seguramente van a venir a verte y yo te quiero solo para mí, aunque sea por hoy.

Me acerco y lo beso, yo tampoco quiero ver a nadie hoy, no quiero que se pongan de llorones.

— ¿Y entonces a dónde? —le preguntó cuándo nos separamos.

—A mi cuarto, así que antes de que llegue alguien vámonos—dijo y se empezó a levantar.

Yo me quede todavía sentada, no iba a salir así.

— ¿Así?

—Sí, no importa.

Me lo quedo viendo con los brazos cruzados, siempre he odiado estás cosas, siento que no me tapan lo suficiente.

—Vamos—dijo y tomó mi bata—, te pones esto encima.

Suspire frustrada. Me levante y tome la bata, me la puse y me dispuse a salir. Kendall abrió la puerta, se asomó y me tomo de la mano. Empezamos a caminar hacía la recamara de él, ya había ido una vez así que no me parecía nuevo por donde íbamos. Algunos soldados se nos quedaban viendo, entonces yo deseaba haber insistido más para cambiarme de ropa. Cuando llegamos a la puerta la abre y me hace entrar rápido.

—Listo—dice a tomándome de la cintura y dándome un corto beso.

— ¿Y ahora, qué?

Sonríe y me besa más fuerte, ahora entiendo porque quería que me llevara solo esto. Siempre se pelea con mis vestidos.

Lo tomo del cuello, atrayéndolo más hacía mí. Me empieza a encaminar hacía su cama, la cual obviamente no veo. Hasta este momento me doy cuenta de que él también está en pijama y que al igual que yo trae una bata. Cuando mis piernas dan contra la cama baja sus manos hasta mis piernas asiendo que me recueste en ella, hace todo esto sin dejar de besarme. Pasa las manos por mis piernas, luego sube y me hace quitarme la bata. Empezó a besarme el cuello y a subirme un poco el camisón, sigo diciendo que no me gustan esas cosas.

Le quitó la bata, entonces él se detiene, genial, otra vez.

—Te tengo que contar algo—me dice sin aliento.

— ¿Qué?

Sonríe y me besa, se quita la playera de pijama que traía encima, cuando lo veo contengo el aire. Ya me imaginaba que hacía ejercicio, el me lo dijo, pero ahora que lo veo lo notó más, es delgado pero musculoso lo cual me gusta, nunca me han gustado los que están muy robustos. No puedo evitar tocarlo, pasó mis manos por su pecho y por su abdomen, fascinada. Él me sonríe, aunque es una sonrisa triste.

— ¿Lista? —me pregunta.

— ¿Para?

Se da la vuelta. Ahogo un grito. Tenía la espalda llena de marcas de latigazos, algunas parecían más recientes que otras.

—Pe... ro... —trate de hablar pero lo único que conseguí fue tartamudear, entonces llegó a mí la imagen de la única persona capaz de hacerle eso—. ¿Tu... padre?

Asintió. Pase mis manos por su espalda, apenas rosando la yema de mis dedos, tenía tanto miedo de lastimarlo.

— ¿Por qué te hace esto? —le pregunte.

—No sólo me lo hace a mí, también a Maxon. Según él, es su forma de hacernos aprender.

—Está loco.

Se voltea sonriendo.

—No quiero que pienses que soy un cobarde—dice entrelazando nuestras manos.

—Nunca lo pensaría, y menos de ti.

Sonríe y me besa. Claro, por eso no quizá que le quitara la camisa el otro día, no me estaba rechazando sólo no quería que pensara que fuera un cobarde.

— ¿Siempre lo hace?

—No, sólo cuando se enfada. Creo que nunca le gustaron los niños.

—Pero eso no es razón para que te haga eso—comento enojada

—Tranquila.

Suspiró.

—Entonces, ¿no te importa?

—Claro que no.

Me sonríe y lo beso. Me vuelve a poner en la misma posición en la que estábamos. Pasó mis manos por su espalda, todavía con demasiado cuidado, el acaricia mis piernas, haciéndome sentir escalofríos. Empieza a subir más mi camisón, cuando alguien toca a la puerta. Se levanta rápidamente.

—Ven—dice tomándome de la mano y conduciéndome hacía su armario—. Quédate aquí, ¿sí?

Asiento. Cierra la puerta y escucho como conversa con alguien, después cierra la puerta y vuelve a abrir el armario.

— ¿Quién era? —pregunto.

—Maxon, nos trajo el desayuno.

— ¿Le contaste a Maxon?

—Sí, necesitábamos que alguien nos ayudara.

—Claro, claro.

— ¿Entonces desayunamos o no?

—Claro.

Nos sentamos en la cama y empezamos a comer, en algunos momentos nos robamos la comida, jugando. Cuando acabamos dejamos todo en la mesa.

Me enseña todo lo que tiene en su cuarto.

También me enseña un álbum en donde hay fotos de todas las seleccionadas, incluyendo las que se fueron, me explica que quería guardar aunque sea un recuerdo de ellas, me enseña mi foto, que tiene todo lo que él sabía de mi (casi nada) y me dice que tiene que ampliar un poco más mi espacio.

Nos pasamos la mañana viendo las fotos que tiene, todas tomadas por Maxon y armando un álbum. La mayoría de las fotos son mías, algunas de los juegos en los que gane, otras de las que nos tomaron en la sesión fotográfica y otras en el palacio. Las otras son de las otras seleccionadas, incluyendo a las que ya se fueron.

La tarde y la noche nos la pasamos acostados en la cama, hablando, tratando de aprovechar el tiempo que nos queda juntos. Hasta un momento en el que Kendall me empieza a besar otra vez, sabiendo que esta vez no quiere parar por nada de él mundo, y lo dejo porque sé que esta puede ser la última noche que este junto a él.

Un capítulo más, espero les guste.

Ya saben, voten por la historia, comenten y compartan la historia.


The Girl On Fire (En edición)Where stories live. Discover now