Capítulo 94

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Al final de la tarde, después de un largo período en un asiento acolchado de la ventana detrás de un biombo pintado, salgo y giro a la izquierda en vez de a la derecha. Me encuentro en una parte extraña de la mansión, y de inmediato pierdo la orientación. A diferencia de la zona donde estoy en la habitación, no parece haber nadie alrededor para preguntarle. Me gusta, sin embargo. Ojalá lo hubiera encontrado antes. Es muy tranquilo, con las gruesas alfombras y pesados tapices que absorben el sonido. Una tenue iluminación. Colores apagados. Pacífico. Hasta que huelo las rosas. Me zambullo detrás de unas cortinas, temblando demasiado fuerte, mientras espero a los mutos. Finalmente, comprendo, no viene ningún muto. Entonces, ¿qué huelo? ¿Rosas reales? ¿Podría ser que esté cerca del jardín donde crecen las cosas malas? Cuando me arrastro por el pasillo, el olor se vuelve insoportable. Tal vez no sea tan fuerte como el de un muto real, pero más puro, porque no está compitiendo con las aguas residuales y los explosivos. Doblo una esquina y me encuentro mirando fijamente a dos guardias sorprendidos. No son Agentes de la Paz, por supuesto. Ya no hay más Agentes de la Paz. Pero no son soldados del estado, ni soldados del distrito 13 tampoco. Estos dos, un hombre y una mujer, llevan puesta la andrajosa ropa de los rebeldes reales. Aún vendados y demacrados, ahora están vigilando la puerta de las rosas. Cuando me muevo para entrar, sus armas forman una X delante de mí.

―Usted no puede entrar, señorita ―dice el hombre.

―Soldado ―lo corrige la mujer―. Usted no puede entrar, Soldado Everdeen. Órdenes de la presidenta.

Estoy de pie, esperando pacientemente allí a que ellos bajen sus armas, para que entiendan, sin que les diga, que detrás de esas puertas hay algo que necesito. Sólo una rosa. Una sola flor. Para colocar en la solapa de Snow antes de dispararle. Mi presencia parece preocupar a los guardias. Están discutiendo si llamar a Haymitch, cuando una mujer habla detrás de mí.

―Déjenla entrar.

Conozco la voz pero no puedo ubicarla inmediatamente. No es de la Veta, ni del 13, definitivamente no es del Capitolio. Vuelvo mi cabeza y me encuentro cara a cara con Paylor, la comandante del 8. Ella parece aún más golpeada de lo que estaba en el hospital, pero ¿quién no?

―Bajo mi autoridad―dice Paylor―. Ella tiene derecho a cualquier cosa detrás de esa puerta.

Éstos son sus soldados, no de Coin. Ellos dejan caer sus armas sin preguntar y me permiten pasar.

Al final de un corto pasillo, empujo las puertas de cristal y camino dentro. Ahora el olor es tan fuerte que comienza a descender, como si mi nariz no pudiera absorber más. La humedad del aire suave se siente bien en mi piel caliente. Y las rosas son gloriosas. Fila tras fila de flores suntuosas, en un exuberante rosa, naranja puesta de sol, e incluso azul pálido. Deambulo por los pasillos de las plantas cuidadosamente podadas, mirando pero sin tocar, porque he aprendido por las malas lo mortal que estas bellezas pueden ser. Sé cuando la encuentro, mientras corono la cima de un arbusto delgado. Un magnífico brote blanco empezando a abrirse. Tiro de mi manga izquierda por encima de mi mano para que mi piel no tenga que tocarlo realmente, tomo un par de tijeras de podar, y la posiciono simplemente sobre el tallo cuando él habla.

―Ésa es bonita.

Mi mano da un tirón, las tijeras se cierran de golpe, cortando el tallo.

―Los colores son hermosos, por supuesto, pero nada dice perfección como el blanco.

Todavía no puedo verlo, pero su voz parece surgir de una cama al lado de las rosas rojas. Delicadamente, pellizco el tallo del brote a través de la tela de mi camisa, me muevo lentamente alrededor de la esquina y lo encuentro sentado en un taburete contra la pared. Él está bien arreglado y bien vestido como siempre, pero lastrado con esposas, grilletes en los tobillos, con dispositivos de localización. En la brillante luz, su piel es de un color verde pálido, enfermizo. Él sostiene un pañuelo blanco manchado con sangre fresca. Incluso en su estado de deterioro, sus ojos de serpiente brillan luminosos y fríos.

The Girl On Fire (En edición)Место, где живут истории. Откройте их для себя