Capítulo 42

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Despierto, un poco alterado por los toquidos.

Abro los ojos, para encontrarme con Carly durmiendo, sonrió ante esto. Tocan otra vez. Como Carly se durmió abrazada a mí, quito con cuidado sus brazos de alrededor de mi cintura, tratando de no despertarla. Me levanto y abro la puerta.

—Majestad—dicen al mismo tiempo los dos guardias que vinieron conmigo y hacen una reverencia, aunque se detienen al ver a Carly.

—Sí, ¿algún problema?

—No, pero el presidente Snow solicita verlo.

—Está bien, díganle que me espere.

—Claro, majestad—hacen otra reverencia y se van.

Cierro la puerta. Tomo mi ropa y entro al baño, lo único que quiero es irme de aquí con Carly para nunca regresar. Me meto a la regadera para tomar una ducha, cuando acabo me seco y me visto, me seco más el cabello y salgo.

Carly todavía sigue dormida, así que para no despertarla le dejo una nota:

Voy a hablar con el presidente Snow, desayuna en lo que llego.

Kendall.

La dejo en un lugar en que le sea posible verla, me acerco a ella y le doy un beso en la cabeza, después salgo de la habitación. Los dos soldados que vinieron conmigo ya están parados esperándome.

—Uno quédese aquí—les ordeno.

—Sí, majestad—dice uno y se adelanta, el otro se queda en el mismo lugar.

Camino hacía el elevador, con el guardia pisándome los talones. Me da un escalofrío al recordar la última vez que utilicé este elevador hace tan sólo horas. A pesar de que no hacía mucho ejercicio me traje cargando a Carly desde el lugar en que la tenían prisionera, ella tenía sus brazos rodeándome el cuello y su cara escondida en mi cuello.

Cuando el elevador se abre salimos, ya unos agentes de la paz nos están esperando. Nos conducen por muchos pasillos, aunque todos parecen iguales, las paredes son del mismo color al igual que las puertas, me podría perder fácilmente aquí. Después de pasar por muchas puertas totalmente iguales nos detenemos, frente a nosotros (protegiendo una puerta) hay dos agentes de la paz, ellos sólo asienten y se hacen a un lado, uno abre la puerta y me deja pasar.

Frente a mí se encuentra el presidente Snow, es raro verlo en una habitación así, cuando ayer él se encontraba en su oficina. La habitación es de paredes blancas, hay un escritorio del mismo color y sillas a juego. Sonríe al verme.

—Buenos días, majestad. Espero durmiera bien—me dice sin quitar la sonrisa.

—Buenos días, gracias por preocuparse y sí, dormí muy bien.

—Que bien, siento llamarlo pero creo que necesitamos hablar de algo.

Asiento.

—Pero por favor, siéntese.

Me siento en una silla que hay cerca del escritorio.

—Bueno, quería discutir con usted algunos favores antes de que se vaya.

—Claro, adelante.

—Bueno, la primera seria que no quiero que se comunique con nadie de afuera, no quiero que los rebeldes la traten de contactar—dice, todavía sonriendo—. La segunda sería que la haga decir cosas a favor de nosotros, quien mejor que una de las hermanas Everdeen para decirles que no se rebelen.

The Girl On Fire (En edición)Where stories live. Discover now