—Yo... no sé qué decir.

—Deberías llamar a tu hermano y darle las gracias. Lo dejó todo revisado e instalado antes de irse.

—Bueno, ya le llamaré.

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¿Te han regalado un Bentley? —gritó Liz desde el otro lado del teléfono.

—Sí, es maravilloso.

¿Quién lo ha elegido?

—Mi padre y mi hermano.

Si es que tu hermano sabe lo que es de buena calidad. ¿Has hablado con él?

Todavía no.

Deberías hablar con él. Seguro que se siente fatal.

Ya, seguro...

—Llámale, Tori. No querrás arrepentirte luego.

—Bueno, lo pensaré. Hablamos mañana, Liz. Tengo que estudiar un poco.

Vale, te quiero.

Y yo a ti. —Y corté la llamada.

Me senté delante del escritorio y encendí el reproductor de música antes de ponerme a completar los apuntes de Anatomía.

De repente, unas manos tocaron mis hombros y me giré asustada.

—¡Colin! ¿Me quieres matar o qué? —Coloqué mis manos en mi corazón y noté que se había puesto a mil.

—Te quiero matar, pero a besos. —Y empezó a darme besos por toda la cara.

—Para, para. Tengo que estudiar. Además, tienes que dejar de entrar por mi ventana.

—He visto tu nuevo coche. Vamos a dar una vuelta. —Me intentó levantar de la silla, pero le di una patada—. ¡Eso me ha dolido!

—Te avisé. —Le sonreí triunfante—. Y ahora vete que tengo que estudiar.

—¿Qué estudias?

—Anatomía.

—Podrías estudiar anatomía conmigo.

Suspiré. No me iba a dejar en paz.

—¿Y cómo se supone que voy a estudiar anatomía conmigo? —pregunté y me di la vuelta.

—Tengo varias ideas —respondió quitándose la camiseta—. ¿Qué opinas de mi anatomía, preciosa?

Mis ojos se quedaron fijos durante varios segundos en su abdomen trabajado. Lentamente, empecé a subir la mirada hasta llegar a sus musculosos brazos. ¿Eso era normal?

Sacudí la cabeza y aparté la mirada de su cuerpo.

—Ahora no puedo —contesté lo más serena posible, pero mi voz sonaba temblorosa.

—¿Te has puesto nerviosa? —preguntó divertido—. Y eso que todavía no me he quitado los pantalones.

—Cállate —refunfuñé. Sabía perfectamente que me ponía nerviosa enseguida y a él eso parecía divertirle. Era el momento de devolvérsela—. ¿Sabes cuál es el problema?

—¿Problema? —preguntó extrañado y se sentó en la cama sin apartar su mirada.

—Pues que tú no puedes ayudarme con esto. —Me levanté de la silla y le miré sonriente.

—¿Y eso por qué? —preguntó levantando una ceja.

—¿No lo ves? Yo te lo explico. —Me acerqué lentamente a él—. El problema es que tú no puedes estudiar esto. —Pasé mis manos por mis clavículas y las bajé lentamente hasta llegar a la cintura—. Ni puedes entender todo esto. —Me di la vuelta y me quité el jersey quedándome en camiseta de tirantes—. ¿Ves? No entiendes nada de esto. —Acaricié la parte baja de mi espalda y me di la vuelta—. Y ahora, cierra la boca antes de que me encharques toda la habitación. —Le di un golpe suave en la barbilla y me empecé a reír.

Y entonces llegó MaverickWhere stories live. Discover now