Capítulo 28

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29 de mayo

Me despertó el sonido del teléfono de casa a las ocho de la mañana.

Fruncí el ceño y me giré en la cama molesta. ¿A quién se le ocurría llamar a estas horas?

La puerta de mi cuarto se abrió y reconocí los pasos de mi madre.

—Tori es para ti.

—¿Quién está tan loco de llamar a estas horas, mamá? No quiero hablar con nadie —contesté molesta.

—Vamos, Tori. Es Liz —insistió.

Suspiré cansada y me levanté de la cama.

—Dime.

—¡Has aprobado todo!exclamó emocionada—. ¡Y yo también!

—Es maravilloso pero ¿no podrías haberme llamado a una hora decente?

—¡Por supuesto que no! ¡Tenemos que ir al acto para recoger los diplomas, Victoria!

—¿Es obligatorio?

Paso a buscarte en una hora.

—¿Liz? ¿Hola? —Había colgado.

—¿Qué ocurre? —me preguntó mi madre que había escuchado toda la conversación.

—Tengo que ir a la universidad a recoger el maldito diploma. ¿Por qué no te dan uno al final de la carrera y punto?

—Vamos, Tori. —Me dio un beso en la frente y me sonrió—. Seguro que es divertido.

—Sí, genial —contesté irónica.

Me metí en el baño y encendí el grifo de la ducha. Al menos tenía que ir un poco decente.

Después de ducharme, volví a mi cuarto y vi que mi madre me había dejado un vestido de flores azules encima de la cama.

Me puse la ropa interior, el vestido, unas sandalias con un poco de tacón y me maquillé un poco. Luego, me quité el turbante de la cabeza y me peiné dejando mi pelo rubio suelto.

Bajé a la cocina y me senté al lado de mi padre.

—Estás muy guapa, cariño —dijo y me dio un beso en la frente.

—Gracias, papá.

Mi madre me puso un café con leche y un par de galletas encima de la mesa. Me comí media galleta y me bebí lentamente el café.

—¿Te han dado ya las notas? —me preguntó mi madre.

—Me ha dicho Liz que había aprobado todo, pero no sé las puntuaciones. Cuando llegue, lo miraré.

—Estamos muy orgullosos de ti —habló mi padre—. Siempre has demostrado que con esfuerzo y constancia se puede sacar todo.

—Solo hago lo que debo. —Le sonreí un poco y me levanté—. Voy a terminar de arreglarme.

Subí a mi cuarto otra vez, pero me tumbé en la cama. Este primer año de universidad había sido tan impredecible y fluctuante que ni siquiera me había dado cuenta de que ya había terminado el curso.

Cerré los ojos y me dejé llevar por el único recuerdo que aún me mantenía cuerda. La sonrisa de Maverick.

Si pudiera volver atrás y parar el tiempo lo haría sin pensarlo dos veces.

De repente, noté unas manos en mi cintura que me levantaron de la cama.

—Pero... —Abrí los ojos asustada—. ¡Alex! ¿Qué haces aquí?

Y entonces llegó MaverickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora