Capítulo 5

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NARRA TORI

Me desperté con los primeros rayos de sol que entraron por mi ventana. El sol se resistía a dejarle paso al otoño y seguía dándonos días llenos de luz y de buena temperatura.

Me levanté de la cama y bajé a la cocina a desayunar. Mis padres iban de un lado a otro recogiendo cosas y guardándolas en sus maletines.

—Buenos días —saludé—. ¿Por qué estáis tan nerviosos?

—Porque vamos a llegar tarde por culpa de tu padre.

—¿Tarde? ¿A dónde?

—Hoy tenemos una conferencia en Berkeley y no encuentro mi...¡ya está! —Levantó una carpeta azul y sonrió—. Ya podemos irnos.

—¿Cuándo volvéis? —pregunté mientras les seguía hasta la puerta.

—Mañana por la tarde —respondió mi padre y me dio un beso en la frente—. Pórtate bien.

—¿Pueden venir las chicas a dormir?

—Claro. —Mi madre me dio otro beso y me sonrió—. Divertiros.

—¡Pero nada de chicos! —gritó mi padre desde la calle.

—¡Está bien! —grité riendo—. ¡Pasadlo bien!

Me esperé en la puerta hasta que el coche desapareció y subí corriendo a mi cuarto a llamar a Liz.

—¿Hola? —respondió una voz cansada.

—Ya es hora de levantarse —dije entre risas.

—Como no haya una guerra, te mato —dijo malhumorada.

—Mis padres se han ido así que he pensado que podríamos hacer una noche de chicas. ¿Qué te parece?

—Lo pongo por el grupo, a las siete en tu casa. Llevo la película de Grease. Adiós. —Y me colgó.

—Y decía que estaba cansada...

Dejé el móvil encima de la mesilla y me tumbé un poco en la cama para descansar unos segundos la vista.

Dos horas después, me desperté y sentí que mi tripa rugía. Me levanté perezosa de la cama y bajé a la cocina. Si no comía algo pronto, mi estómago pediría el traslado a otro cuerpo.

Me disponía a abrir la nevera cuando retumbó el timbre por toda la casa.

—Solo quiero comer. —Caminé hacia la entrada y abrí la puerta malhumorada. Delante de mí apareció Colin con unas gafas de sol ocultando sus ojos—. Tú... ¿Qué haces aquí? —tartamudeé.

—Veo que siempre estás de mal humor, preciosa. —Esbozó una sonrisa y se quitó las gafas de sol—. ¿Comemos? —Entró en mi casa y se fue directo a la cocina.

—Pasa, por favor. No estoy ocupada ni nada —rodé los ojos y cerré la puerta. Le vi en mi nevera sacando una cerveza—. ¿Qué haces aquí?

—Pasaba por aquí... —Me crucé de brazos y le miré mal—. No me mires así, preciosa. Van a salirte arrugas en la frente antes de tiempo.

—¿Te han dicho alguna vez que eres encantador?

—Por supuesto. —Me guiñó un ojo y sacó varias cajas de comida china—. Un pajarito me ha dicho que es tu comida favorita.

—Liz... —murmuré—. ¿Desde cuándo hablas con mis amigas?

—No puedo delatar a mis contactos.

—¿Y no has pensado que a lo mejor quería estar sola? —pregunté levantando una ceja.

—Es imposible que estés mejor sola que conmigo y ha sido tu amiga la que me ha llamado —dijo esbozando una sonrisa—. Aunque si lo prefieres, me voy con la comida.

Y entonces llegó MaverickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora