Capítulo 8

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NARRA TORI

Miércoles

—Tori, cuéntamelo ahora —insistió Liz por tercera vez.

—No sé cuántas veces tengo que decirte que no pasó nada —le contesté—. Además, no he vuelto a hablar con él desde el sábado. —Y tampoco me ha llamado.

—¿Me estás diciendo que solo te llevó a casa? ¿Así sin más? ¿Ni un besito ni nada? —preguntó otra vez—. No os entiendo.

—¿Me quieres dejar atender, por favor? —le susurré molesta.

—Estás deseando que te bese y lo sabes.

—¿Quieres que empecemos a hablar de tu relación con Mike? —la miré y vi que la sonrisa desaparecía de su rostro.

—Odio cuando eres tan aplicada. —Se quejó molesta—. No te vas a librar del interrogatorio a la hora de comer.

—Chus.

Seguí tomando apuntes y atendiendo para dejar de pensar en él, pero hubo un momento que empecé a escribir su nombre sin pensarlo.

—Solo te falta poner corazones a su alrededor. —Miré a Liz de mala manera y se separó un poco de mí—. Era broma, mujer.

Taché su nombre y dejé a un lado el bolígrafo. ¿Cómo podía ser tan estúpida? No había tardado ni un día en ignorarme. ¿De verdad creí que se fijaría en mí alguien como él?

—Bueno chicos, hemos terminado —dijo el profesor de Fisiología—. Mañana quiero veros un poco más atentos.

Recogí todas mis cosas y las guardé en el bolso.

—¿Te apetece comer en la cafetería? —me preguntó Liz—. Creo que hay pasta con carne en el menú.

—Claro.

Cogí el bolso y la seguí hasta la salida de clase. Selena, Paul y Liz hablaban de no sé qué y yo iba detrás un tanto distraída.

—Vamos, Tori. —Me animó Liz—. Después de comer, seguro que estás de mejor humor.

—Seguro. —Le sonreí un poco y me coloqué a su lado—. ¿Mike te ha dicho algo de Alex?

—No mucho la verdad. Mike sigue un poco enfadado por lo que te dijo Alex.

—Dile que no es necesario.

—¡Claro que lo es! —exclamó ofendida—. Tú también eres nuestra amiga y tienes la razón en toda esta discusión.

Entramos en la cafetería y nos fuimos directos a nuestra mesa antes de que alguien nos la quitara.

—Tori —me llamó Liz.

—¿Qué pasa?

—Mira allí —dijo señalando al fondo de la cafetería—. Es Colin.

—Con una chica, ¡qué raro!— exclamé irónica, pero en el fondo me dolía—. ¿Algo más que no me espere, por favor?

—La chica es Katy Anderson.

—¿¡Qué!?

Varios chicos de otras mesas se giraron a mirarnos, pero me dio igual. ¿Cómo podía estar sentada con esa?

—¿Por qué tiene que estar en Stanford? ¿No hay más universidades en el país o qué?

—Relájate. —Me intentó tranquilizar Liz, pero no sirvió de nada.

—Me voy.

—¿Cómo que te vas? Tienes que comer.

—Se me ha quitado el hambre.

Y entonces llegó MaverickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora