Capítulo 3

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Miércoles

—Bueno chicos, hoy empezaremos con los huesos del cráneo. ¿Alguien se sabe los huesos más básicos? —preguntó el profesor de anatomía.

Ya solo quedaba esta clase antes de terminar el día. El día de hoy había sido muy largo y lo único que quería era llegar a casa para poder descansar.

Levanté la mano para responder.

—Tenemos el hueso frontal, el hueso occipital, el hueso parietal y el hueso temporal. También podemos encontrar otros huesos como el etmoides, el maxilar, el lacrimal...

—Con esos tenemos suficiente para empezar —contestó riendo—. Muy bien señorita...

—Brooks —dije sonriendo.

—Bien, sigamos con estos huesos tan importantes que protegen la máquina más importante de nuestro cuerpo... —Y siguió hablando durante toda la clase.

Antes de que sonara el timbre, ya estábamos recogiendo todos para marcharnos.

—Vamos a ir a tomar algo. ¿Os venís? —nos preguntó Paul.

—Yo voy —respondió Liz.

—Yo también —contestó Selena.

—Yo me voy a casa —contesté.

—Venga, vente con nosotros Tori —me dijo Liz—. No quiero que te vayas sola a casa.

—Estoy cansada y he quedado con Alex. Además hay un autobús directo, no te preocupes. —Le di un beso en la mejilla y me marché en la dirección opuesta a la suya.

Saqué el libro que tenía en el bolso y me puse a leer mientras caminaba hacia la parada de autobús. Llegué al cruce, pero una mano me rodeó por la cintura y me echó hacia atrás.

—¿Pero qué narices...? —aparté la mirada del libro y un coche pasó delante de mí a toda velocidad.

—¿Estás loca? ¡No te han atropellado de milagro! —Y otra vez él. ¿De dónde salía este chico? Parecía que me perseguía—. ¿Qué habría pasado si yo no hubiese llegado? —preguntó serio.

—No seas exagerado. —Bajé la mirada avergonzada. Tenía toda la razón, pero era demasiado orgullosa para reconocerlo—. Además habría pitado o frenado.

—¡Pero si iba todavía más despistado que tú! —Se pasó la mano por la cabeza y respiró profundamente como si buscara algo en su interior que le tranquilizara—. ¿Estás bien?

—Sí, gracias... —contesté en un susurro.

Me quedé ahí quieta mirándome los pies sin saber muy bien qué decir. ¿Cómo había terminado en esta situación?

—Te llevo a casa —habló sacándome de mis pensamientos y agarrando mi mano—. Vamos.

—Puedo ir en autobús. —Intenté soltarme, pero su mano me agarraba con fuerza.

—No era una pregunta. —Sacó las llaves de su bolsillo y abrió las puertas de un Audi negro.

—¿No has pensado que a lo mejor no quiero ir contigo?

—Sube al coche. —Le miré fijamente intentando intimidarle, pero nada—. ¿Has terminado? —Asentí con la cabeza y me subí al coche—. Ponte el cinturón.

—Sí, papá.

—Podrías llamarme Colin, ¿sabes?

—Podría.

Así que se llama Colin...

Estuvimos casi todo el camino en silencio hasta que empezó a sonar en la radio Better together y me puse a cantar en un tono que esperaba que no me oyera. Sin embargo, se giró a mirarme cuando estaba en un semáforo con una sonrisa burlona.

—Mírala, si sabe cantar y todo.

—Mírate, si eres capaz de hacer una frase completa. —Y le saqué la mejor de mis sonrisas.

—Podrías ser menos borde —habló frustrado.

—Podría decirte lo mismo.

—Yo soy encantador, Brooks. —Puso esa sonrisa de medio lado y siguió conduciendo.

—¿Cómo lo sabes?

—¿El qué? —preguntó distraído.

—Mi apellido.

—Bueno, Tori Brooks, sé muchas cosas de ti. —Me volvió a mirar durante unos segundos y se empezó a reír—. No me mires así.

—¿Así cómo?

—Como si intentaras que mi cabeza explotara o algo así.

—Si tú supieras... —Paró el coche delante de mi casa y me quité el cinturón—. Gracias por traerme.

—¿Esta vez me vas a dar un beso de despedida?

—¿Lo dices en serio?

—Yo no bromeo con los besos.

Rodé los ojos y suspiré.

—Creo que hoy tampoco vas a tener mucha suerte. —Abrí la puerta del coche dispuesta a salir, pero me detuvo.

—Al menos esta vez no has sido tan borde. —Me sonrió y no pude evitar sonreír—. Así sí que estás guapa.

Antes de que pudiera decir nada, la puerta se abrió del todo y un Alex enfadado apareció delante de mí.

—Sal. Ahora. Mismo.

Miré una última vez a Colin y me bajé lo más rápido que pude del coche sin decirle ni una sola palabra. Caminé directa hacia mi porche ignorando los gritos de Alex hasta que me agarró de la muñeca y me giró bruscamente.

—¡Me has hecho daño! —le grité soltándome de su mano.

—¿Por qué estabas en su coche? ¿Qué te ha dicho? ¿Te ha hecho algo? Voy a matarle.

—¡Relájate! ¡Solo me ha traído casa porque Liz se ha ido con los de clase a tomar algo!

—No vuelvas a hablar con él —me ordenó.

—¿Perdona? —pregunté incrédula—. ¿Lo estás diciendo en serio?

—¿Tengo cara de estar bromeando?

—Tú... —le señalé y le empujé hacia atrás—. Escúchame bien Alexander Cooper. —Se puso tenso al escuchar su nombre completo—. Hago lo que quiero, cuando quiero, como quiero y con quien quiero. ¿Te ha quedado claro? —Se quedó mirándome sin decir nada—. Y ahora lárgate de mi casa y no vuelvas hasta que tus neuronas vuelvan a funcionar correctamente.

Me di la vuelta, entré en casa y cerré la puerta con fuerza.

NARRA ALEX

Mierda. Mierda. Y más mierda.

Me di la vuelta, bajé las escaleras del porche y caminé hasta el coche de Maverick que me esperaba apoyado en el capó del coche.

—¿Qué pasa, Cooper? ¿Te molesta que venga conmigo en el coche o te molesta que ella no sea capaz de odiarme como me odias tú?

—Escúchame bien Maverick, déjala en paz —dije mientras me acercaba a él—. Ella no te ha hecho nada. Si quieres pégame o haz lo que quieras, pero a ella...déjala en paz.

—Pensé que te lo había explicado bien el otro día. —Se levantó del coche y se puso delante de mí—. Voy a añadir el nombre de Victoria Brooks a mi lista de conquistas te guste o no y vas a tener que verlo con tus propios ojos. Así de fácil.

Dio media vuelta y se subió otra vez a su coche sin antes saludarme con esa cara de imbécil que tenía. Esto iba a ser mucho más complicado de lo que pensaba...

Y entonces llegó MaverickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora