Capítulo 4

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NARRA ALEX

—Deberías decírselo —me aconsejó Mike—. No tiene cinco años, Alex.

Era viernes y estábamos en mi casa viendo el partido de béisbol con un par de cervezas.

—Diría que es mentira y se enfadaría aún más. ¿Cómo me va a creer? —suspiré y le di otro sorbo a mi cerveza—. No quiero que vuelva a sufrir por nadie.

—Sabe defenderse. No necesita que la cuides las 24 horas del día —le miré y me miró—. No puedes decidir quién le gusta y quién no si no le dices el por qué.

—A ella no le gustaría un chico así —contesté con rapidez—. ¿Tú le has visto? Por favor, es todo lo contrario a Tori. ¿Cómo le va a gustar un idiota engreído y prepotente?

—Los opuestos se atraen. —Abrió la cerveza y le dio un trago—. Alex, tienes dos opciones: o se lo dices o no se lo dices, pero si decides no contarle nada, le debes una disculpa.

—¿Una disculpa? ¡No puede subirse al coche de un desconocido!

—Y tú no puedes darle órdenes.

—Puede que tengas razón... —Me levanté del sofá y apagué la tele—. Nos vamos.

—¿A dónde?

—A casa de Tori. —Cogí las llaves del coche y la cartera—. Te veo en su puerta en 15 minutos.

Salí de casa y conduje hasta el supermercado, compré el chocolate favorito de Tori y volví a su casa. Mike y Liz me esperaban en su puerta.

—Ya era hora —dijo Liz al verme—. Ya me estaba aburriendo.

—¿Te aburres conmigo? —le preguntó Mike molesto.

—Esto...¿entramos? —Se dio la vuelta y llamó a la puerta.

Se escucharon unos pasos dentro de la casa y la puerta se abrió dejando a la vista a Tori con el pelo recogido en un moño y el pijama puesto.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó adormilada—. Mejor dicho... ¿Qué haces tú aquí? —me señaló y se puso seria.

—Venía a disculparme.

—¿Por qué? ¿Por decirme lo que tengo que hacer o por gritarme? —Se cruzó de brazos y me miró fijamente.

—Esto...yo... —Saqué la bolsa de chocolate y se la di—. Lo siento mucho.

Agarró la bolsa con cuidado y la miró durante unos segundos antes de hablar.

—Por tu culpa tengo que ir todos los días una hora más al gimnasio. —Me sonrió y me abrazó—. Aunque no siempre podrás arreglar todo con chocolate.

—Pero es una buena forma para empezar las disculpas. —La levanté del suelo y la apreté con fuerza—. Te quiero mucho, Tori.

—Y yo a ti, pero no puedo respirar —dijo con la voz entre cortada—. Alex...por favor...

—Vale, vale. —Volví a dejarla en el suelo y le sonreí—. ¿Sabes? Deberías peinarte un poco.

—Y tú deberías buscar un cerebro nuevo. Anda, pasad. —Se hizo a un lado y entramos los tres en su casa—. ¿Queréis tomar algo?

—Lo de siempre —contestó Mike.

—Te ayudo. —Liz y Tori se fueron a la cocina y nosotros nos fuimos al salón a esperarlas.

—No ha ido tan mal —comentó Mike.

—Esperemos que todo termine bien. —Me senté a su lado en el sofá hasta que escuchamos un grito.

Y entonces llegó MaverickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora