Capítulo 7

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NARRA COLIN

Unos minutos antes...

Bajé del escenario y volví a la mesa donde estaba con West y algunos amigos más de la universidad.

Nunca había creído en el destino, pero ver a Alex con Tori en ese bar había sido la mejor casualidad del día.

—Eso sí que es cantar. —Me felicitó West—. Dos en uno, Maverick —dijo señalando por la ventana.

Tori y Alex discutían mientras Mike miraba la escena sin saber muy bien qué decir.

—Tengo un artista escondido en mi interior.

—No lo ponía en duda. —Me senté a su lado y seguí mirando a Tori y a Alex hasta que Tori le dio una bofetada y entró en el bar llorando.

—Eso sí que es un golpe —comentó uno de mis amigos—. ¿Se le ha ido la pinza a ese tío? ¿Cómo hace llorar a una chica de esa forma?

Miré a Tori y la vi cogiendo su bolso para luego salir corriendo del bar.

—Joder.

—¿Qué ocurre?—me preguntó West—. ¿No es lo que querías?

—¿Y por qué me siento tan mal cuando he conseguido lo que quería?

—Así es el amor amigo mío. —Me dio unas palmaditas en la espalda—. Un día lo entenderás.

—Muy gracioso —le contesté mientras me levantaba de la silla y cogía mi móvil de la mesa.

—¿A dónde vas?

—No puede irse sola a estas horas. —Caminé hacia la salida y dejé allí a West.

—¡No te preocupes, ya volveré a casa andando! —gritó antes de que saliera del bar.

Me fui directo al coche sin mirar a Alex y a Mike que seguían en la calle discutiendo. ¿Cómo había sido tan estúpido de dejarla sola? Arranqué el coche y seguí el camino que debía seguir para llegar a su casa.

—¿Dónde se ha metido? —me pregunté a mí mismo mirando a todos lados.

Cinco minutos después la encontré caminando cerca de un parque. Paré el coche y me bajé, pero se echó hacia atrás y terminó cayéndose al suelo. Me acerqué a ella y la vi con los ojos cerrados y murmurando algo.

—No deberías andar sola a estas horas, preciosa. —Abrió los ojos y me miró—. ¿Estás bien?

—¡Me has asustado! —exclamó tirándose sobre mí y abrazándome con fuerza.

—Podrías hacer esto siempre que me ves, ¿sabes? —Se separó de mí y miró al suelo avergonzada—. ¿Quieres que te lleve a casa? —Asintió con la cabeza y me volvió a mirar—. Vamos.

La acompañé hasta el coche y le abrí la puerta. Luego, me subí al volante y puse el coche otra vez en marcha. Estuvo todo el camino callada y mirándose las manos. Por un momento la escuché sollozar, pero cuando la miré, apartó la mirada. Nunca pensé que me sentiría tan mal y lo único que quería era matar a Alex por provocar esta situación.

—Ya hemos llegado —dije mientras aparcaba delante de su casa.

Se bajó lentamente del coche y esperó delante de la puerta. Supuse que estaba esperando a que me bajara así que eso hice y me acerqué a ella.

—¿Estás bien? —pregunté acariciando su brazo.

Me rodeó con sus brazos por la cintura y apoyó su cabeza en mi pecho. Sin pensarlo, coloqué mis brazos alrededor de su espalda y la pegué aún más a mi cuerpo si eso era posible.

—Colin —susurró—. Gracias.

—¿Por qué?

—Por no ser tan idiota como creía. —Se separó un poco de mí, pero sin soltarme—. Nunca pensé que me fueras a tratar así.

—¿Por qué pensabas eso?

—Porque pensé que no te caía bien. —La miré extrañada—. Alex te cae mal y supuse que yo también.

—Pero tú no eres Alex. —Aparté el pelo de su cara y acaricié su mejilla—. Creo que merece la pena no ser tan idiota contigo.

—¿Y por qué merece la pena? —me preguntó.

—Todavía no lo sé.

—¿Sabes? No lo pones muy fácil, pero no estás tan mal. —Esbozó una sonrisa y no pude evitar hacer lo mismo—. Puede que no seas tan idiota.

—¿Eso crees? —Acerqué mi rostro al suyo. Asintió con la cabeza y empezó a cerrar los ojos—. Yo también lo creo...

Estaba a punto de besarla cuando su móvil empezó a sonar. Abrió los ojos y se separó de mí.

—Lo siento. —Sacó el móvil del bolso y contestó la llamada—. Estoy bien Liz.... Ya estoy en casa... Me ha traído un amigo... Si ya sabes quién ha sido no me preguntes. —Sonreí al escuchar su respuesta—. Mañana hablamos, adiós. —Y colgó el teléfono—. Tengo... tengo que entrar ya en casa.

—Claro.

—Buenas noches, Colin. —Me dio un beso en la mejilla y se separó de mí.

—Buenas noches, Tori. —Caminó unos pasos y se giró—. ¿Qué ocurre?

—¿No me vas a pedir nunca el número? —preguntó sin rodeos.

—Pues yo... —La miré dubitativo y sonreí—. ¿Me das tu número, preciosa?

—Seguro que puedes conseguirlo por tu cuenta. —Me guiñó un ojo y se giró otra vez.

La miré mientras caminaba hasta su casa y esperé a que entrara. Luego, me volví a subir al coche y me dirigí a casa con la música a tope.

Querías besarla.

No quería. Otra vez esa estúpida voz en mi cabeza.

Estabas a punto de hacerlo.

No es cierto.

Vamos, deja de negarlo. Te encanta esa chica.

Pero eso no significa que no vaya a seguir con mi venganza.

¿Estás seguro de que quieres arriesgarte de esta manera?

¿Qué quieres decir?

Como se entere de este plan que te has montado, te odiará de verdad.

Ella nunca se enterará porque cuando llegue ese momento, ella ya no hablará con él.

Pero a lo mejor eres incapaz de aguantar tanto tiempo con la culpa.

Yo no siento culpa, solo tengo sed de venganza.

Y entonces llegó MaverickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora