Capítulo 10

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—¿Puedo ir a tu casa a verlo? —me preguntó Liz emocionada al salir de clase—. Tiene que ser maravilloso.

—Pero si tú también vienes a la cena. —Golpeé suavemente su hombro y sonreí—. Podrás esperar a mañana.

—¡No seas así! —Se quejó—. Pues no te dejo ver el mío.

—Si lo compraste conmigo —contesté divertida—. Vamos, solo es un día.

—Salir con Colin te está afectando.

—No estoy saliendo con él.

—¿Y por eso se cuela en tu cuarto? —preguntó traviesa—. Hablando del señorito... por ahí viene.

Me di la vuelta y le vi caminando hacia nosotras.

—Ni se te ocurra irte. —Agarré el brazo de Liz y lo apreté—. Por favor.

—Está bien, pero me vas a dejar sin circulación.

—Perdón. —Solté su brazo y le di un beso en la mejilla.

—Hola chicas —nos saludó—. ¿Os vais ya?

—Sí, Tori ha quedado con su padre para dar clases de conducir —contestó Liz por mí.

—¿Y eso es seguro? —preguntó riendo.

—Mira que eres gracioso eh id... —Liz empezó a zarandearme con fuerza—. ¿Qué haces? —pregunté asustada.

—Victoria Brooks date la vuelta y muere ahora mismo.

—¿Te has vuelto loca?

—¡Que te des la vuelta!

—A veces no te entiendo... —Me giré y le vi—. No es posible. No puede estar aquí. ¿Qué hace aquí? —Me froté los ojos pensando que era una alucinación, pero seguí ahí de pie.

—No sé el por qué, pero está viniendo hacia nosotras. Mírale con su traje militar y sus gafas de aviador. —Caminaba hacia nosotras con una sonrisa en el rostro—. No recordaba que estuviera tan... —La miré de mala manera—. Mayor. ¿Cuántos tiene? ¿Veinticinco años?

—Yo...

—¡Enana! —gritó desde lejos—. ¿No vas a venir a abrazar al único hombre de tu vida? —Noté cómo mis ojos empezaban a aguarse—. Vamos, ven aquí.

—Llevo más de cuatro meses sin recibir una carta o una llamada de tu parte —le grité mientras caminaba hacia él—. ¿Pretendes que ahora me tire a tus brazos y te abrace? Porque no te lo mereces.

—Pues esa era mi idea, pero veo que voy a tener que suplicar el abrazo de mi chica favorita. —Dejó de caminar y abrió los brazos—. ¿Vas a negarle un abrazo a un hombre que lleva más de un año en la guerra y que solo quiere apretujarte entre sus brazos?

No pude aguantar más y salí corriendo hacia él. Había pasado tanto tiempo que ni siquiera recordaba lo emocionante que era cada visita. Me lancé sobre él y enredé mis piernas en su cintura.

—No me vuelvas a hacer esto, Ryder —le supliqué entre lágrimas—. Te he echado de menos. —Le empecé a dar besos y él no paraba de reír.

—Yo también quiero un abrazo —dijo Liz haciendo pucheros—. Yo también he echado de menos a mi hermano mayor.

—Es solo mío. —Le abracé con más fuerza e intenté que Liz no pudiera acercarse a él.

—Vamos a darle solo un abrazo pequeño. —Ryder sacó uno de sus brazos y la rodeó como pudo—. Ya estoy con las dos chicas más guapas de toda la universidad. Todos los chicos se van a morir de envidia.

—¡Exagerado! —dijimos las dos a la vez.

—¿Y ya estás saliendo con Mike? —le preguntó mi hermano.

Me empecé a reír mientras la cara de mi mejor amiga se volvía roja como un tomate.

—Se dan besitos y todo —canturreé divertida.

—¡Tori! —exclamó avergonzada—. ¡Eso no se cuenta! Porque podemos hablar del tuyo. —Se dio la vuelta, pero no había nadie—. ¿Dónde se ha metido?

—¿Quién? —preguntó mi hermano curioso.

—Nada, Liz se imagina chicos.

—¡Es real!

—Si tú lo dices... —Le saqué la lengua y sonreí.

Sin embargo, el no ver a Colin me extrañó. ¿Se habría enfadado?

Ryder empezó a andar conmigo encima.

—Te recuerdo que tienes una clase de conducir con tu padre y tardaríamos mucho menos si usaras tus piernas.

—¿El militar ya no aguanta ni unos kilos de más? —bromeé—. Además, tus piernas me gustan más. —Le guiñé un ojo y se empezó a reír.

Me sentó en su moto y me dio su casco para volver a casa. Liz se despidió de nosotros y Ryder arrancó la moto alejándose de la universidad. Estaba tan feliz de tener a mi hermano de vuelta sano y salvo.

Llegamos a casa y nuestros padres nos esperaban en el porche sonrientes.

—¿Por qué no me dijisteis nada? —pregunté desde la espalda de Ryder—. ¡Podrías haberme avisado!

—Entonces no habría sido una sorpresa. —Mi madre nos dio un beso en la mejilla y luego volvió a sonreír—. Vamos a comer en familia.

—¿Es lo que creo que es? —preguntó Ryder al entrar en casa.

—Creo que sí. —Mi madre nos guiñó un ojo  y entró en la cocina.

—Lasaña —dijimos los dos a la vez.

—Tal para cual —comentó mi padre riendo.

Estuvimos comiendo y luego mi padre y yo nos fuimos a conducir un poco por el vecindario. Cuando volví, Ryder estaba dormido en el sofá del salón y me acurruqué a su lado como hacía cuando era más pequeña y me quedé profundamente dormida.

Y entonces llegó MaverickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora