—Eso es porque el gen está en las mujeres. —Le guiñé un ojo y soltó una carcajada.

—Mira, ya te has relajado. Ahora sal de mi coche y aprueba de una vez.

Le di un beso en la mejilla y entré dentro del edificio de exámenes.

—Señorita Brooks. —Me llamó una señora diez minutos después—. Es su turno.

Solté todo el aire que tenía en los pulmones y me dirigí a la examinadora.

Un rato después...

—Bien...aparque aquí —dijo señalando mi lado derecho. Aparqué a la primera sin subirme al bordillo—. Bien, pues ya está.

—¿He aprobado? —pregunté asustada.

—Mírelo usted misma. —Me dio una hoja y se marchó.

—Victoria Brooks: Aprobada. ¡Sí! —Empecé a dar saltitos de alegría. Salí corriendo del edificio y me encontré a mi padre apoyado en el coche.

—¿Y bien? —preguntó impaciente.

—¡He aprobado! —exclamé, me lancé a sus brazos y le abracé.

—Esta es mi niña.

—¿Ha aprobado? —preguntó una voz por el teléfono.

Esa voz... Le arrebaté el móvil a mi padre.

—Sí, he aprobado, pero te debe dar igual como todo lo que tiene que ver conmigo.

No me digas eso, enana.

—Para ti soy Victoria. —Y se lo devolví a mi padre—. Conduzco yo. —Le quité las llaves del coche y me senté esta vez en el asiento del conductor.

—No deberías tratarle así —dijo mi padre unos minutos después entrando en el coche.

—Él se fue sin despedirse de mí, otra vez. Esta vez se lo ha buscado.

—Anda, arranca petarda. —Sonreí y puse el coche en marcha—. Tendremos que celebrarlo.

—Con la comida que nos prepare hoy mamá, me vale.

Diez minutos después aparqué el coche en la puerta de casa y entré en casa corriendo para contarle la gran noticia a mi madre.

—¡Estoy muy orgullosa de ti! —exclamó abrazándome con fuerza.

—Esto se merece una cerveza —dijo mi padre—. ¿Puedes traerme un par de la nevera del garaje?

—Claro —contesté sonriente. Abrí la puerta de la cocina que daba al garaje y me encontré un Bentley negro aparcado—. ¿Papá?

—¿Sí, cariño? —contestó divertido.

—¿Por qué hay un Bentley en el garaje? —Escuché la risa de mi madre y sonreí—. ¿Es para mí?

—¿Para quién iba a ser sino? —preguntó riendo.

—No me lo puedo creer. —Empecé a dar saltitos y entré otra vez en la cocina para abrazar a mis padres—. ¡Gracias, gracias, gracias! —Me separé de ellos y volví al garaje.

—Tienes que cuidarlo muy bien —dijo mi padre apareciendo detrás de mí.

—¿Seguro que no es demasiado? —le pregunté—. Me conformaba con cualquier cosa.

—No te hemos hecho ningún regalo de graduación y además te han dado una beca. Déjame comprarte algo bonito —dijo y me rodeó con su brazo—. Además, me han hecho una oferta porque el dueño del concesionario es amigo mío.

Y entonces llegó MaverickWhere stories live. Discover now