—¿Aún más? —bromeé divertido—. Vamos. —La empujé con suavidad varias veces.

—¡Para! —gritó empujándome hacia atrás.

—Eso es. —Volví a empujarla.

—¡Colin! —Se intentó separar de mí, pero volví a agarrarla del brazo—. ¡No quiero gritar!

—Pues ya lo estás haciendo. —Se tapó la boca y sonreí—. No puedes seguir con esta actitud, preciosa. Me da igual que grites, saltes, corras, bailes, cantes, te tires de los pelos, pero haz algo.

Se quedó quieta mirándome durante unos segundos y luego me besó.

—Vaya, esto no me lo esperaba —comenté separándome un poco de ella.

—Cállate. —Volvió a besarme y yo coloqué mis manos en su cintura.

Seguro que habría miles de sitios mejores que estar aquí, pero no me imaginaba ninguno de ellos sin ella. ¿Qué me había hecho este chica?

La quiereees.

No, eso no es verdad.

Por favor, mírate. Estás loco por ella.

Eso no es así.

Díselo antes de que la culpa te invada por completo.

Me separé de ella y la miré a los ojos buscando algo que pudiera terminar con esto.

—¿Pasa algo? —me preguntó.

—No es nada. —Acaricié su mejilla y suspiré—.Deberíamos volver antes de que Liz piense que te he secuestrado.

—Está bien...

Le di un beso rápido y agarré su mano para volver otra vez a la cafetería.

Caminábamos en silencio, pero no era incómodo. Me podría pasar la vida en silencio con ella. Sentí su mirada sobre mí, pero cuando la miré, apartó su mirada rápidamente. Me empecé a reír.

—Deja de mirarme —dije riendo.

—No sé de qué me hablas —habló tranquilamente.

—Claro que sabes. —Apoyé su espalda sobre la pared del edificio por el que estábamos pasando y pegué nuestras frentes—. No puedes decirme que no lo sabes porque te he visto.

—Colin eres un matón —contestó burlona—. Me coges y me dejas acorralada contra la pared. ¿A ti esto te parece bien?

—Lo que me parece bien es ver lo nerviosa que te pones cuando estoy cerca.

—Yo no me pongo nerviosa —contestó desafiante.

—Claro que sí y lo estarías aún más si supieras lo que estoy pensando ahora mismo. —Una sonrisa traviesa apareció en mi rostro provocando que sus mejillas se volvieran rojas—. No sabes las ganas que tengo de ti. —Rocé mis labios con los suyos y me separé de ella—. ¿Ves cómo te pongo nerviosa? —extendí mi mano y se la ofrecí.

—No te lo mereces —respondió pero, aún así, me dio su mano—. Eres un idiota, Maverick —dijo sonriente.

—Y tú eres preciosa, Brooks —contesté.

Una sonrisa aún más bonita apareció en sus labios y no pude evitar sonreír.

—Puede ser.

Fuimos al aparcamiento donde nos esperaban West y Liz.

—¡Ya era hora! —gritó West al vernos—. Pensábamos que os habíais ido.

—Pues se ve que no —respondí sonriente—. ¿Qué hacemos?

Y entonces llegó MaverickWhere stories live. Discover now