Sesenta y ocho

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~DANI~

—¿Qué tal ayer en la discoteca? Espero que no te pasaras con la bebida —advierte mi madre.

Río un poco de forma amarga. De los dos no fui yo el que hizo eso, más bien Alejandro.

—Ya sabes que no hago eso. Pero sí, estuvo bien.

Se queda satisfecha con mi mentira y aprovecho el silencio para meditar sobre lo ocurrido anoche mientras doy sorbos a la taza llena de café. Si tuviese que describir con una palabra lo que siento ahora mismo sería decepción. No estoy enfadado con Alejandro, él siempre se ha sentido superior a los demás y debería haber sabido en lo que me metía cuando nos besamos por primera vez. El problema es que llegué a pensar que podríamos tener algo serio, como una pareja normal. Con quien estoy enfadado es conmigo mismo por ser tan ingenuo y creer en sus mentiras.

Si quiere ser tu novio tarde o temprano va a tener que exponerse, porque las personas como vosotros debéis salir y demostrar que no tenéis miedo. Él ahora mismo lo tiene.

Las palabras de Elena calan en mi interior mucho más que la vez en la que las pronunció. Vaya ironía, ¿no? ¿Debo pensar que todo lo que ha hecho es por miedo y no por egoísmo?

Para mi desgracia existen muchas personas como Alejandro en el mundo. No se aceptan a sí mismos, así que se ven obligados a esconderse para no ser juzgados. Lo más gracioso es que en la mayoría de los casos son ellos los que juzgan a las personas de nuestro colectivo cuando somos iguales. Bueno, iguales no. Nosotros tenemos el valor de mostrarnos tal y como somos y estamos dispuestos a tomar cualquier riesgo con tal de no volver a sentirnos solos. Porque, a pesar de las ganas que tiene el mundo de vernos derrotados, nos volvemos a levantar y seguimos caminando. Por la simple razón de que no nos queda otra.

Y sí, por supuesto que entiendo el miedo de ser uno mismo, sobre todo cuando toda tu familia y amigos creen que eres de otra forma, pero yo tampoco puedo ser el secreto de nadie. No he huido de las garras de mi padre para volver a caer en otras, me niego.

De repente detengo mis pensamientos para mirar a mi alrededor. Mi madre es la única que me acompaña en el salón, ya que mis abuelos están durmiendo y nosotros estamos viendo una película bastante aburrida. Es el típico plan de domingo. El calor que desprende la taza ayuda a disminuir el frío que tengo en los dedos, lo que me reconforta bastante.

El sonido del timbre me desconcierta por un momento. Escudriño a mi madre que me dedica una expresión confusa.

—¿Esperas a alguien?

—No —contesto al mismo tiempo que me levanto y camino hacia la puerta.

En el corto recorrido del salón a la entrada no se me pasa por la cabeza ni por un segundo lo que está a punto de suceder. Al abrir la puerta me encuentro a Alejandro al otro lado, arreglado y con una sonrisa un tanto forzada. Lleva un jersey de color rojo, un cinturón del mismo color y unos vaqueros.

—Hola.

Me quedo mirándolo con atención a la vez que valoro la situación. Mentiría si dijese que no está guapísimo, pero eso ya es costumbre con este chico. Como novedad lleva el pelo mojado y peinado, lo que me incita a reírme puesto que no es para nada su estilo, aunque me contengo.

—¿Tampoco me vas a contestar en persona? —pregunta sin borrar la sonrisa.

Me cruzo de brazos y lo miro a los ojos. ¿Acaso se está burlando de mí? ¿Por eso ha venido hasta aquí? La tristeza que sentía anoche se está convirtiendo poco a poco en ira mientras no le quito el ojo de encima. Lo último que me apetece ahora es discutir de nuevo, así que lo mejor es cortar por lo sano.

Vulnerable [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora