Ochenta y seis

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~ALEJANDRO~

—Veo que no eres mucho de café.

Niego a la vez que remuevo el contenido del vaso con una cuchara y me siento en la silla de siempre. Sasha se recoge los mechones rubios en una coleta y sonríe, como esperando a que añada algo. Me limito a probar un poco de la bebida con la cuchara. Está demasiado caliente. Miro por el rabillo del ojo la estantería de mi derecha: los libros han desaparecido. Suspiro tranquilo.

—Es raro, la mayoría de los adultos necesitamos un chute de cafeína diario para arrancar. ¿Qué haces tú cuando quieres estar activo?

—Siempre lo estoy —respondo encogiéndome de hombros—. Al menos mentalmente.

—Interesante.

Como ya es habitual apunta algo en la libreta que no alcanzo a leer. Doy un sorbido al Cola Cao y el líquido caliente bajando por mi garganta ayuda a disminuir el frío que tengo.

—Ha pasado una semana desde la última vez que nos vimos. ¿Qué has hecho estos siete días?

Hago memoria recordando las mañanas buenas con mi novio y las tardes aburridas encerrado en casa.

—Ir al instituto, hacer deporte... No hay mucho más que pueda hacer, la verdad.

—¿Y eso por qué?

—No puedo salir de casa cuando llego de clase y por si fuera poco me han quitado el móvil. ¿Cómo se supone que voy a hablar con mis amigos?

—Y con tu novio —añade con una pequeña sonrisa. Me rasco la nuca, incómodo.

—También.

—Bueno, creo que podemos hacer algo al respecto. —Vuelve a anotar algo en la hoja—. ¿Cómo está Dani, por cierto?

—Bi-bien, supongo. —Hago un intento por no balbucear. Hablar de esto con un adulto sigue siendo extraño—. Me hizo un regalo muy dulce el otro día.

—Oh, ¿de verdad? ¿Cómo te sentiste?

—Muy agradecido. —Me quedo en silencio sopesando si debería contar todo. Veo que espera algo más, así que me resigno y sigo hablando—. Pero luego...me sentí mal. Él siempre está conmigo, se preocupa por cómo estoy y está dispuesto a hacer cualquier cosa que yo quiera. Yo, en cambio, lo único que sé es dar problemas.

—Eso no es cierto, Alejandro. ¿O es tu culpa tener lo que tienes? ¿Elegiste nacer con TOC? Porque si eso es posible, créeme, yo habría elegido nacer con una cabellera pelirroja preciosa.

Río aún con la taza en las manos y me encojo de hombros.

—Ya sé que no lo escogí, pero aun así sigue siendo mi culpa. Dani merece alguien normal de quien no tenga que estar pendiente todo el rato.

—¿Normal? —Entrecierra los ojos sin dejar de observarme con atención—. Ya sabes lo que pienso de esa palabra.

—Lo que sea, tú me has entendido.

—¿No te has parado a pensar que, quizás, Dani hace esas cosas porque quiere?

—¿Por qué querría estar preocupado constantemente por alguien?

—Porque te quiere.

Pronuncia esas tres palabras de forma tajante y segura. Lo único que puedo hacer es encogerme en la silla y escudriñar los grumos de cacao que flotan en el vaso.

—¿Piensas que no te quiere? —Suena sorprendida.

—No.

—¿Entonces?

—Sé que me quiere, lo que me da miedo es que se canse de mí. Algún día se dará cuenta que preocuparse por mí es inútil. Me conozco y sé que terminaré haciendo cualquier tontería sin querer. Nadie soporta eso.

—Sin embargo, un pajarito me ha dicho que él es diferente a tus anteriores parejas.

Maldita Valeria.

—Esas chicas no eran mis parejas.

—¿Por qué dices eso?

—Porque no me querían... Solo les gustaba por mi físico.

—¿Y a Dani no le gustas por tu físico?

La vergüenza se me sube a las mejillas y comienzan a arder sin control. Hago un esfuerzo por no sonreír de manera inconsciente.

—Esto... Sí, pero es diferente. Él...me escucha. Le gusta pasar tiempo conmigo porque nos lo pasamos genial. Se ríe de mis chistes, y muchos de ellos no hacen gracia... Además, me perdonó cuando no tenía por qué hacerlo.

—¿Te perdonó el qué? —pregunta con interés.

Bebo otro poco del vaso, nervioso. Tengo miedo de que Sasha me juzgue por lo mal que me comporté en el pasado con Dani. Como si me leyera la mente la mujer hace un ademán con la mano para que hable.

—Sabes que no te voy a juzgar.

Sus ojos azules me observan expectantes. Suspiro como por quinta vez, me acomodo el pendiente de la oreja y devuelvo la mirada al vaso.

—A principios de curso yo...no estaba bien. Lo sabes, fue cuando tuve mi primera crisis. Estaba furioso por todo y lo pagué con él. Sé que nada justifica que lo insultase. Cuando me empezó a gustar no esperaba que lo fuese a olvidar.

—Quiere decir que no es una persona rencorosa.

—Para nada. Le hice daño y fue capaz de perdonarme. Solo por eso debería estar más agradecido.

—Todos cometemos errores.

—Sí, pero parece que yo cometo más que los demás.

Cuando me doy cuenta me he bebido todo el contenido del vaso en un sorbo, sin importar que quemara. Lo dejo sobre la mesa y ahora juego con una manga de mi sudadera.

—Estoy dispuesta a demostrarte que no es así, pero tiempo al tiempo. —Deja la libreta al lado del vaso y se acomoda en la silla cruzándose de brazos—. ¿Te parece si hablamos sobre el incidente de septiembre?

No digo nada. No veo la razón por la que querría escuchar esa historia de nuevo, así que niego. Ante su expresión frustrada me atrevo a preguntar.

—¿Por qué?

—Tus padres insisten en que lo de septiembre se repitió la semana pasada. Creen que es la misma situación. Yo no estoy de acuerdo, pero para comprobarlo me gustaría que me lo contases una última vez. Ya no hablaremos más del tema, lo prometo.

Asiento despacio sin entender qué trata de hacer. Es profesional y ha estudiado para esto, por lo que debo confiar en ella.

—Bien. ¿Recuerdas el primer día que empezó todo con claridad? Fue antes de empezar el instituto, si no me equivoco.

Escuchar ese detalle me transporta a aquella noche en mi habitación, tumbado en la cama y mirando al techo. Si pudiese decirle a ese Alejandro todo lo que pasaría estoy seguro de que no habría salido de casa.


Vulnerable [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora