Sesenta

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~ALEJANDRO~

Cada día que pasa la bola se hace más y más grande, hasta que va a llegar un momento en el que no sea capaz de controlarla y se me vaya de las manos. Aunque he de confesar que, de momento, adoro este pequeño caos.

Entro una vez más en Instagram y no me hace falta buscar el perfil de Dani, ya que de las veces que lo he revisado aparece como primera sugerencia. No tiene muchas fotos publicadas, pero las pocas que hay son dignas de admirar. Mi favorita es la última que subió hace como dos semanas. Él es el único que sale, sentado en un banco y mirando a la cámara con los codos sobre las rodillas y la cara apoyada en las manos. Viste un chándal de color gris, habitual en él, y porta esa sonrisa sin enseñar los dientes que tanto me gusta.

A día de hoy sigo siendo incapaz de entender cómo este chico es capaz de provocar tantos sentimientos en mi interior. Tal y como le expliqué una vez nunca me he sentido atraído por los hombres. Ni siquiera me había planteado mi sexualidad antes de conocerlo, pues estaba claro que iba a acabar con una chica.

¿Qué ha pasado entonces? Es extraño. Todo empezó a cobrar sentido cuando me fui acercando a él. Lo pasábamos bien dando clases. De alguna manera disfrutaba cuando rodaba los ojos ante alguna tontería de las mías, o las veces que se abría conmigo y me contaba cosas que quizás muchas personas no saben sobre él. El tiempo fue pasando y me di cuenta de que Dani me trae calma.

Soy una persona inquieta, que constantemente le da mil vueltas a lo más mínimo, que le gusta tener todo controlado. Pero con Dani me permito ser distinto, dejar que todo fluya y no pensar tanto en lo que va a pasar en los próximos cinco minutos. Con Dani todo es imprevisible y es lo que necesito para olvidarme de esa vocecita de mi cabeza.

Decido entrar a su chat con la intención de hacer conversación y leo los últimos mensajes que nos hemos mandado. Entre ellos está la foto que me hizo en mi terraza la noche de la semana pasada. Salgo bien, pero el hecho de que él la haya tomado hace que me guste más.

Decidido, la voy a publicar en Instagram. Elijo la fotografía, busco la canción que estaba sonando en ese momento en internet —es buen profesor de inglés, pero mi nivel todavía no da para tanto— y escribo una parte de la letra como pie de foto.

I'm going back to 505

If it's a seven-hour flight or a forty-five-minute drive...

Estoy seguro de que entenderá la referencia. Es una forma de hacerle saber que forma parte de mi vida sin que los demás tengan que enterarse. Porque, si eso pasa, no estoy seguro de lo que pasará.

Al principio fue raro para mí también, y en cierta forma lo sigue siendo, ya que nunca había estado con un chico. Sin embargo, lo que siento por Dani es más fuerte que el miedo, o de lo contrario no me habría lanzado aquel día en la cocina de Diego. El problema viene con el resto. Dani y yo nos entendemos, cuando estamos solos simplemente nos dejamos llevar y todo fluye. ¿Qué pasaría si todos mis amigos se enteraran de lo nuestro? ¿O mi familia? Siento que sería juzgado de una manera que me espanta.

Dani también fue juzgado, por su propio padre, y a pesar de ello siguió adelante.

Dani tuvo a su madre. Ahora tiene a sus amigos, y seguro que a sus abuelos también. Creo que mi mayor miedo es darme cuenta de que yo no tengo a nadie que me apoye.

Entonces estás siendo un cobarde.

Entierro la cabeza debajo de la almohada, frustrado. Sé que mientras siga manteniendo lo mío con Dani en secreto es él quien seguirá saliendo perjudicado. Y más si me comporto como un gilipollas, cosa que pasa a diario. Cada día me arrepiento más de la conversación que tuvimos en mi casa el día del amigo invisible.

—Te he dicho que nos pueden ver. Espero que entiendas que no voy a hacer nada contigo con mis amigos sentados en la habitación contigua. Fin de la conversación.

—Entendido. Pero la próxima vez que me lleves al descampado de detrás del instituto a lo mejor soy yo el que no quiere hacer nada contigo. No voy a ser tu secreto ni nada de eso, que te quede claro.

—Lo dices como si fuésemos algo.

¿Por qué soy tan gilipollas? Dani me está entregando una parte suya que no ha compartido con nadie y lo único que hago es tratarlo como un trozo de mierda. ¿Y si un día de estos se cansa de mí? No sabría cómo reaccionar. Quiero hacer lo correcto, pero a estas alturas ni siquiera sé qué es "lo correcto".

¿Tú? ¿Lo correcto? No me hagas reír.

Lo único que quiero que entienda es que no me avergüenzo de él. Joder, si tuviese el coraje suficiente dejaría que el mundo entero se enterara de que quiero que estemos juntos. Y ni siquiera se lo he pedido, cosa que a lo mejor debería hacer.

¿Y si dice que no?

El sonido del timbre me saca de mis pensamientos. Me levanto de la cama, bajo las escaleras hasta el piso de abajo y miro las imágenes de la cámara de seguridad. Al ver de quién se trata abro la puerta con rapidez y salgo a abrazarla, pillándola por sorpresa.

—¡Me vas a hacer daño, loco! —exclama mi hermana entre risas.

Sí, se suponía que estaba enfadado con ella, pero verla me ha levantado el ánimo y no he podido evitarlo. Eso sí, el rencor aún me acompaña.

—Por fin te dignas a aparecer por aquí —suelto mientras la estrujo entre mis brazos, quizás con más fuerza de la que debería.

—Ya sabes, el trabajo me quita mucho tiempo. —Nos separamos y es cuando me doy cuenta de la maleta de ruedas que tiene al lado. Alzo las cejas a modo de pregunta—. ¿Pensabas que no iba a quedarme unos días por Navidad? ¿Por quién me tomas?

Agarra la maleta y me hago a un lado para que entre, cerrando la puerta detrás suya. No sé cómo sentirme ante la idea de que se vaya a quedar aquí, si soy sincero. Deja la maleta en una esquina del comedor, repara en el árbol de Navidad y se cruza de brazos.

—Joder, debería haber venido unos días antes. Lo habéis puesto sin mí.

—Ya conoces a mamá, se pone muy pesada con la decoración. ¿Qué tal está Alberto? ¿No ha venido contigo?

—No, está de viaje de negocios en Francia. Tendrías que haberlo visto estudiando mis apuntes de francés del instituto unas semanas antes de irse. —Río recordando la torpeza de mi cuñado en casi cualquier cosa—. Bueno, voy a dejar las cosas en mi cuarto.

—Sí, sobre eso... —Me rasco la nuca, incómodo. Valeria nunca llegó a saber sobre los cambios que hicimos en esa habitación—. Digamos que ya no es tu cuarto.

Mi hermana abre la boca con sorpresa y me acusa con la mirada, ofendida.

—Con que me mudo al pueblo de al lado y en tres meses mi cuarto ya ha desaparecido. Qué bien. No has perdido el tiempo, hermanito.

—¿Mamá y papá saben que te quedas? —pregunto.

—No, aunque no importa, no creo que me quede mucho. —Pone los brazos en jarra y suspira—. Supongo que tendremos que sacar el sofá cama del trastero.

—¿Tenemos un sofá cama?

—Claro. ¿Dónde crees que dormía Alberto cuando venía a verme? —Hago una mueca de disgusto.

—No quiero imaginarme lo que ha tenido que presenciar ese pobre sofá...

—Cállate. —Me da un golpe, aunque también termina riendo conmigo.


Vulnerable [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora