Setenta y cuatro

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~DANI~

Cierro la puerta, cuelgo el abrigo en el perchero y voy a la cocina a beber un poco de agua. Una nota en el frigorífico me hace saber que mi familia ha salido a comprar y que vuelven dentro de una hora. Suspiro tranquilo, ya que ha salido de nuevo el sol y la excusa de la lluvia no iba a colar. Me quito los zapatos y voy hacia mi cuarto con sumo cuidado para no mojar nada. Agarro el pijama, me dirijo al baño y abro la llave del agua para que se vaya calentando. Reviso el móvil y me encuentro con los ya habituales mensajes de Alejandro.

Alejandro: ¿Has llegado?

Alejandro: Sabes que no me quedaré tranquilo hasta que respondas.

Alejandro: ¿Todo bien?

Ruedo los ojos mientras escribo la respuesta. A veces puede llegar a ser un poco pesado, pero supongo que es parte de su forma de ser.

Dani: Sí, me voy a duchar y a esperar al resto para cenar.

Dani: Nos vemos mañana en el instituto. ^^

Alejandro: Joder, se me había olvidado que hoy era el último día de vacaciones.

Dani: Para nuestra desgracia sí.

Alejandro: Bueno, dejo que te duches.

Alejandro: ¿Seguro que no quieres que vaya? Te puedo hacer compañía...

Dani: Buen intento, pero no.

Dani: Hasta mañana. <3

Alejandro: Hasta mañana, descansa ♡

Me doy la ducha de agua caliente que necesitaba, me enfundo en mi pijama más cómodo y preparo la mochila con los libros que necesito para mañana. Es un poco triste tener que volver a clases cuando las vacaciones se me han pasado volando, pero al menos eso significa que lo he pasado muy bien.

Aprovecho el tiempo que tengo a solas para leer el libro de Percy Jackson en el salón. Pretendía acabarlo antes, pero con los exámenes finales del trimestre me ha sido imposible. Con unas veinte páginas restantes por leer, mi familia llega e interrumpe el ambiente perfecto para la lectura.

—Oh, ya estás aquí. —Mi madre me da un beso de bienvenida y deja varias bolsas sobre la encimera de la cocina.

—Te dije que no iba a llegar tarde —le recuerdo aún con el libro abierto en las manos.

—Muy bien, mañana tienes que madrugar —escucho decir a mi abuelo desde la puerta.

No necesito que me lo recuerde, no soy tonto. Cierro el libro con un suspiro, tendré que dejarlo para otro día. Subo a devolverlo a la estantería de mi cuarto y bajo para ayudar a mi madre a guardar la compra.

—No he encontrado los cereales que tanto te gustan, así que he traído estos.

Miro la caja y al instante los reconozco. Son los que probé hace unos días en casa de Alejandro, cuando dormí allí. Me es imposible no sonreír un poco al recordar esa noche.

—No te preocupes, estos están bien.

Mi madre me dedica una mirada extraña, aunque no dice nada. Mi abuela aparece y nos pregunta si necesitamos ayuda.

—Ya podemos nosotros, mamá.

—En ese caso nos vamos a la cama.

—¿No vais a cenar? —pregunto confuso.

—Se han comido un paquete de galletas entero entre los dos durante el camino de vuelta, no me extraña que hayan perdido el apetito.

Mi madre abandona la estancia para asegurarse de que mis abuelos se acuestan y vuelve unos minutos después para seguir guardando cosas. Una vez hemos terminado decidimos preparar una baguette de queso en el horno y dividirla por la mitad para cenar. Ponemos una serie en la televisión y comemos en silencio. Al terminar recogemos los platos y cubiertos usados y nos sentamos en el sofá, haciendo tiempo hasta la hora de acostarnos.

—¿Con quién has salido hoy? —cuestiona de repente.

—Con Alejandro.

Se queda callada después de escuchar el nombre. A estas alturas veo una tontería mentirle y decir que he quedado con mis amigos, más que nada porque no estoy haciendo algo de lo que deba ocultarme.

—Es muy buen chico, me alegro de que hayáis hecho las paces.

—Mamá, eso fue hace mucho.

—Tampoco te creas, pocos meses.

Reflexiono y recuerdo ese pequeño detalle. Tengo la sensación de que Alejandro no me insulta desde hace años cuando en realidad todo lo que hemos vivido empezó hace poco. Si me hubiesen dicho en ese momento lo mucho que iba a cambiar en tan pocas semanas me habría reído.

—Como sea, sois amigos y eso es lo que importa.

Sonrío de forma forzada mientras que mi cabeza da vueltas sin parar. Esta es la oportunidad perfecta para contarle que en realidad Alejandro es más que mi amigo. Por supuesto me ahorraría muchos detalles, pero tengo la necesidad de que lo sepa.

—No somos amigos.

Apenas reacciona, solo se me queda mirando y se encoge de hombros.

—A ver, entiendo que el rencor siga ahí, pero al menos os lleváis bien. Tampoco pretendo que seáis inseparables, solo que...

—Estamos saliendo.

Las palabras salen de mi boca sin que pueda evitarlo. El nudo que se estaba formando en mi estómago desaparece de repente y me siento aliviado de que ya no tengo que ocultarle nada más a mi madre.

Cuando eres diferente a lo que los demás esperan te acostumbras a fingir. Al cumplir 16 años me di cuenta de que me había distanciado de mi familia, de mis amigos e incluso de mí mismo. Salir del armario fue el detonante de todos los problemas con mi padre; sin embargo, dejé de comportarme como alguien que no era. Fue una liberación.

En ese momento mi madre me dio la confianza suficiente para contarle cualquier cosa, así que no tiene sentido esconder lo que ha sido una parte muy importante de mi vida durante estos meses.

—¿Desde cuándo? —Su tono no es recriminatorio, sino curioso.

—Desde hace dos meses, más o menos, aunque hemos tenido varias idas y venidas. —Mi madre asiente y sonríe de manera sutil.

—Sospechaba algo, pero no sabía si Alejandro era... Ya sabes.

—Yo tampoco, eso complicó mucho las cosas —admito de brazos cruzados—. Ahora todo está bien, lo veo muy seguro de lo que quiere. Aunque no estoy muy seguro de si su familia va a ser un apoyo o un estorbo.

—¿Nadie de su entorno lo sabe?

—Solo su hermana, que es maravillosa. El resto ya es otra cosa...

Mi madre me rodea con el brazo y me besa en la frente.

—Si lo quieren tendrán que aceptarlo tarde o temprano. Además, tienen al mejor yerno del mundo. —Río con ganas.

—En realidad todo es gracias a vosotros, ¿lo sabes? Se os ocurrió la idea de las clases particulares.

—Con que estudiar no era lo que hacíais en su cuarto...

Me ruborizo hasta las orejas, que mi madre diga estas cosas es lo más incómodo del mundo. Niego con la cabeza e intento arreglar la situación.

—Te equivocas, soy un profesor responsable.

—No sé yo...

Entre risas decidimos apagar la televisión y acostarnos pues ambos tenemos que madrugar mañana. Con un abrazo nos damos las buenas noches y cada uno entra a su habitación correspondiente. Me meto debajo de las sábanas y cierro los ojos para intentar dormir. Sin poder evitarlo mi mente empieza a crear escenarios que preferiría dejar a un lado.

¿Cómo se comportará mañana Alejandro? Me dijo que ya le daba igual lo que pensasen los demás, aunque en persona las cosas cambian mucho. Pase lo que pase ya hemos recorrido un camino lleno de obstáculos como para poner otro, esta vez sin sentido alguno.

Se me ocurre otra posibilidad, aunque el sueño se apodera de mí y la olvido al momento.


Vulnerable [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora