Cuatro

23K 3K 916
                                    

~DANI~

Tras terminar la videollamada con Elena bajo las escaleras y me dirijo a la cocina, donde encuentro a mi abuela metiendo un bizcocho en el horno. Me saluda con su encantadora sonrisa y me ofrezco a ayudarla a preparar el almuerzo.

—Si no te importa ve cortando las verduras, las que he dejado ahí.

Cojo el cuchillo y procedo a la tarea mientras ella se encarga del pescado. Cocinar es algo que disfruto mucho porque lo hago con mi abuela. Me da muchísimos consejos sobre recetas y así aprendo para el futuro, por no decir que pasamos más tiempo juntos.

Antes de mudarnos a esta ciudad el contacto con mis abuelos era mínimo, ya que no podíamos permitirnos viajar de una punta del país a la otra cada mes. Los solía ver en Navidad y en algunas fiestas señaladas, nada más. Al principio fue raro ya que sentía como si fueran desconocidos, pero ahora al vivir con ellos sí que los considero una parte real de mi familia.

Estoy a punto de terminar con las verduras cuando mi abuela tose de manera disimulada y aparta la vista de la sartén para mirarme con atención.

—Cariño, ¿qué pasó ayer? Llamaron del instituto, pero tu madre no me ha contado nada. —Parece no tener idea, lo que agradezco para mí.

—Nada, solo que tuve un problema con un compañero de clase. Ya está todo solucionado. —Sigo cortando las verduras en silencio, esperando que no me pregunte más. Por desgracia termina haciéndolo.

—¿Un problema? ¿Algo grave?

—No, no te preocupes —aclaro, intentando zanjar la conversación.

—Bueno, sea lo que sea, espero que te hayas defendido.

—Ya lo creo. Le dio un puñetazo a su compañero y se quedó tan tranquilo —explica mi madre entrando en la cocina con un par de bolsas.

Mi abuela aparta los ojos del pescado y me contempla, incrédula.

—¿Que has hecho qué?

Dejo el cuchillo sobre la encimera, me están empezando a crispar los nervios y no quiero que haya heridos.

—¿Podéis parar? La tiene tomada conmigo desde principio de curso y ya estaba harto. Lo único que hice fue defenderme.

—Muy bien, cariño —expresa mi abuela, dándome una palmadita en la espalda y volviendo a volcar toda su atención en la comida.

—¡Mamá!

—Ángela, si ese chico es un matón lo que no puede hacer es quedarse de brazos cruzados.

—La violencia no es la solución. —Capto al instante lo que mi madre quiere decir con eso, pero decido no argumentar nada al respecto.

—A veces hay que recurrir a ella, aunque no esté bien.

—Vale, pero que no lo haga con el hijo de mi jefa.

Tras esto mi abuela abre la boca a causa de la sorpresa y a continuación comienza a reír.

—Mamá, no es gracioso.

—Vaya cuadro.

—¿Cómo podía saberlo? Nunca me has dicho para quién trabajas —razono.

—Bueno, ya está. El lado positivo es que se ha solucionado y me han dado el día libre. He comprado algo para llevar a la cena de esta noche.

Saca de las bolsas dos botellas de vino de una marca cara. Ruedo los ojos y mi madre se encoge de hombros.

—Esto no va a curar el ojo del pobre Alejandro, pero algo es algo.

El pobre Alejandro.

Toda esta situación parece una cámara oculta. Y la peor parte es que dentro de pocas horas voy a estar en su casa, comiendo con su familia y teniendo que mantener la compostura durante toda la cena. Estoy seguro de que Elena pagaría lo que fuera para verlo.


Vulnerable [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora