Ciento dos

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~ALEJANDRO~

Punto final escrito. Examen terminado. Curso acabado. ¿Acaso esto es un sueño? Porque no parece real.

—Esto se merece unas bebidas en el Jade's —afirma Dani tras salir del aula—. ¿Quién se apunta?

—Yo de cabeza —respondo sin disimular la sonrisa y rodeándolo con el brazo por los hombros.

—¡Por favor! Necesito olvidar la chapuza de examen que acabo de hacer.

—Ya verás que no, Elena —intenta animarla Mario, lo cual es bastante extraño. La rubia lo contempla con un semblante confuso y lo señala con el dedo.

—¿Por qué estás siendo amable conmigo?

—Es que está feliz porque ha acabado el curso, en unos días se le pasará —aclara Maya.

—Yo también os quiero, amigos del alma.

Entre risas salimos del edificio, nos dirigimos a nuestro local favorito y ocupamos la mesa del fondo, esa que tiene los sillones tan cómodos y que casi siempre está reservada. Pedimos una ronda de limonadas con hielo que empezamos a beber mientras planeamos lo que vamos a hacer tras la graduación.

—A ver, la opción más segura es irnos de fiesta con los demás de la clase.

—Paso —interviene Maya con una mueca de disgusto—. Prefiero que hagamos algo entre nosotros. A los de la clase apenas los conozco y no estaría muy cómoda con ellos, la verdad.

—Al final va a ser verdad eso de que somos el club de los pringados —masculla Elena.

—No seas así, anda. Podemos ir de fiesta si queréis, pero tenemos que hacer algo otro día los seis. —Apruebo la idea de mi novio con un movimiento de cabeza.

—¿Los seis?

—Bea también, es del grupo.

—Oh, cierto. —Mario da otro sorbo por la pajita del vaso y su semblante se ilumina—. Acabo de tener una idea. ¡Nos vamos a la playa!

—¿A la playa? —El tono de Elena nos revela que no parece muy entusiasmada por la idea.

—Nunca hemos ido todos juntos. Podríamos alquilar un piso cerca de la costa y pasar allí varios días.

—Eso me gusta más —confiesa dejando el vaso a un lado y dando palmaditas sobre la mesa—. Sin padres, hermanos plastas o deberes...

—Suena como el paraíso —señalo.

—¡Exacto! Nos lo merecemos después de este infierno de curso. —Todos murmuramos un "sí" y Dani saca el móvil, satisfecho—. Pues decidido, lo hacemos. Voy a buscar alquileres de pisos por las zonas más tranquilas.

—Lo suyo sería ir en junio o así.

—¡Todavía queda un mes para eso! —se queja Elena haciendo un puchero.

—Ya, pero será mejor planearlo bien y con antelación que hacerlo a lo loco —explica Maya.

—Eso es cierto.

—Bueno, cambiando de tema... El viernes nos dan las notas. ¿Predicciones? —La pregunta de la morena no provoca muy buenas reacciones.

—¿Sabes hablar de otra cosa que no sea el instituto? —replica Mario.

—¿Y tú sabes callarte la boca y dejarme en paz? —espeta ella.

Ya estaban tardando en no discutir, no sé por qué me sorprendo.

—Me estáis hartando. No sé qué coño os pasa, pero tenéis que parar.

—Es él quien ha... —Elena no la deja ni replicar.

—¡Me da igual! Somos un grupo de amigos, se supone que tenemos que llevarnos bien. Eso os incluye a vosotros.

—No es mi culpa que siempre esté provocándome —concreta el rubio cruzado de brazos.

—¿Yo soy la que te provoco? Eres gilipollas, en serio.

—Y tú una amargada.

—No sabía que para ser amigos había que faltarle el respeto al otro —suelto sin pensar.

Todos los presentes pasan a mirarme con una mueca de estupefacción, incluso mi novio. Me limito a fijarme en ambos más serio de lo que he estado nunca delante suya y los acuso con la vista.

—Elena tiene razón, ¿sabéis? Vuestras discusiones afectan al grupo ya que ninguno tenemos por qué aguantarlas. Puede que yo no sea el más indicado para hablar dado que no llevo mucho tiempo juntándome con vosotros, pero si os estoy diciendo esto es porque os aprecio lo suficiente como para abriros los ojos.

Me detengo durante un momento, trago saliva e intento no cagarla a la hora de escoger las palabras adecuadas. Maya y Mario siguen mirándome asombrados y Elena y Dani han pasado a prestar toda su atención a la limonada.

—Creo que necesitáis tener una conversación a solas en la que habléis con calma y averigüéis qué le molesta a uno del otro y viceversa. Somos vuestros amigos y nos preocupa que os tratéis tan mal. Creo que hablo por el resto. —Tanto mi novio como su mejor amiga asienten—. Replanteaos vuestra relación y haced lo que sea necesario, pero dejad de echaros tierra cada vez que mantenéis una conversación. Por favor.

Mario se sonroja de inmediato y baja la mirada. Recupera su vaso y se bebe casi la mitad del contenido. Maya, por el contrario, deja el suyo sobre la mesa y se levanta con repentina rapidez. Se cuelga la mochila a la espalda y ante nuestra atónita mirada deja una moneda de dos euros en la bandeja, justo lo que cuesta la bebida.

—Tienes razón: no eres el indicado para meterte en nuestros asuntos.

Y sin añadir nada más se marcha del local. El anterior ambiente de alegría se convierte con rapidez en uno de incomodidad. Puede que ahora me sienta mal y tenga una fuerte sensación de culpabilidad dentro, pero alguien tenía que decírselo.

—No te preocupes —me dice Dani al ver la inquietud en mi rostro—. Ya se le pasará.

—Maya siempre hace eso. Se enfada con el mundo y nos evita a todos durante dos días como máximo. Luego hace como si no hubiera pasado nada y vuelve a hablarnos.

La normalidad con la que Elena habla me inquieta mucho. Tengo la impresión de que el problema de Maya es más complicado de lo que creía. ¿Eso me da derecho a contarlo sin su permiso? Podría hacerlo, pero me sentiría culpable.

Debes ayudarla, de una manera u otra.

Ella confió en mí para contarme que era insegura. Puede que si consigo tener una conversación privada con ella de nuevo me dé más detalles sobre el tema. En ese caso evaluaré la gravedad de la situación y decidiré si comentarle algo a mis amigos o no. Lo que sí es seguro es que le hace falta una persona que la escuche, así que intentaré hacerlo.

—Perdón, no creía...que se pondría así —admite Mario casi en un susurro.

—Te tienes que disculpar con ella, no con nosotros —le recuerda Dani.

El rubio asiente avergonzado. Vuelvo a beber de mi pajita y me acerco un poco más a mi novio consiguiendo que apoye la cabeza en mi hombro. Es evidente que ninguno queremos retomar la conversación sobre lo ocurrido hace unos minutos, por lo que nos tomamos las bebidas en silencio y actuamos como si nada.

—¿Otra ronda? —sugiere la chica cuando todos hemos acabado con nuestras limonadas.

—Por favor —pide Mario, cabizbajo—. A ver si con todo este hielo se me congela el cerebro y dejo de pensar tanto.

—Brindemos por eso —espeto con un hilo de voz.


Vulnerable [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora