Noventa y cuatro

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~ALEJANDRO~

El sol me obliga a cubrirme los ojos con la mano como cada día. Siempre me ha molestado, aunque por alguna razón hoy no tanto. Me acomodo sobre la cama, desenredo la sábana con los pies y me cubro hasta el pecho con ella. Miro a mi lado donde Dani está haciendo a saber qué con el móvil. Me hace gracia porque está tapado hasta casi la nariz.

—¿Qué haces? —digo intentando llamar su atención.

—Ver memes. —Frunzo el ceño.

—¿Y eso es mejor que pasar tiempo con tu guapísimo e inigualable novio? —Pongo morritos esperando a que me bese y en su lugar sale del lío de sábanas para darme una palmadita en la mejilla.

—Los memes estuvieron para mí cuando tú ni siquiera me conocías, tienen preferencia. —Deja el móvil en la mesita de noche, se zafa de las sábanas y se acerca hasta sentarse sobre mi estómago. Solo lleva los pantalones puestos, así que alzo la mano y le empiezo a hacer cosquillas en la cintura—. Además, no te lo creas tanto, no eres tan guapo.

Río con ganas, mi novio puede llegar a ser muy cruel cuando quiere. Soy muy afortunado porque conozco su mejor versión: el chico sarcástico y a veces tímido, pero comprensivo a más no poder y sensible como ningún otro.

—¿No soy guapo? —pregunto alzando las cejas, a lo que niega a la vez que ríe—. Bueno, algo especial tendré para haber conseguido seducirte, ¿no?

Ríe de nuevo, esta vez a carcajadas. Dios, podría escuchar esa risa durante el resto de mis días y jamás me cansaría.

—No me sedujiste. —Se agacha hasta tener sus labios al mismo nivel que los míos y me quedo observándolos cual bobo—. Creo que fue al revés.

Puede que no esté prestando mucha atención a sus palabras, no cuando lo tengo tan cerca mía. Acaricio su labio inferior, rosado y algo mojado, y deposito un beso en la comisura. Sin poder contenerme le beso, acariciando su espalda con los dedos e introduciendo la lengua con rapidez. El castaño sonríe a mitad del beso y lo corresponde. Lleva una mano a mi nuca y me acerco a él. Lo rodeo con mis brazos, algo que me encanta ya que puedo sentir su calor corporal contra mí. El encuentro de ambas lenguas es como un espectáculo del que nunca me canso. Nos detenemos por un momento para tomar aire y, como siempre hago, aprovecho esos segundos para visualizar su belleza como es debido.

Su piel es más morena que la mía, aunque sigue siendo blanca, eso es porque soy más pálido de lo que me gustaría. Los rayos de sol que se cuelan por la ventana se proyectan en su pelo, por lo general castaño, pero cuando esto ocurre se acerca a ser pelirrojo. Sus ojos marrones y pequeños no se despegan de los míos y con sus delgados brazos me rodea por el cuello y reposa la cabeza en mi pecho. Parpadea varias veces y me hace cosquillas en la clavícula con las pestañas. Le diría algo, pero se ve tan tierno así que no lo haré.

—¿Cómo te sientes? —pregunta de repente.

Eso me toma desprevenido. Bajo la vista, intentando examinar su rostro y así saber a qué se refiere, aunque no doy con ello.

—Por lo de la semana pasada, me refiero.

—Oh, eso.

Me encojo de hombros mirando el paisaje invernal tras la ventana. Sin siquiera hablar Dani sabe justo lo que se me pasa por la cabeza, así que se limita a aferrarse más a mi cuerpo y besarme la mejilla múltiples veces.

La verdad es que todo ha sido extraño desde que salí del armario con mis padres. Por un lado han ocurrido cosas buenas: me han devuelto el móvil, ya puedo salir cuando me plazca y no están encima de mí para que me tome la medicación. No es necesario, lo hago yo mismo por mi propio bienestar.

Vulnerable [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora