Cuarenta y nueve

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~DANI~

Introduzco la llave en la cerradura y abro la puerta, escuchando de fondo el sonido de un programa aleatorio en la televisión. Entro al salón para encontrar a mis abuelos y a mi madre sentados con una expresión seria. Primero es mi abuelo quien se percata de mi presencia y me mira, expectante.

—¿Dónde estabas?

Besándome con Alejandro por ahí, ¿por?

Arrugo la frente y me encojo de hombros.

—Dando una vuelta.

El semblante tranquilo y comprensivo de mi madre es usual, aunque mi abuelo parece estar enfadado. Mi abuela en cambio se mantiene neutral.

—Se suponía que los domingos eras tú el que le dabas la medicina a tu abuela, ¿recuerdas?

Siento como si un gran bloque de hierro me cayera encima. Tiene razón. Se le suele olvidar cuándo se debe tomar las pastillas y decidimos asignar a alguien que se encargase de eso. Como en principio no iba a salir a ningún sitio me había comprometido a hacerlo, pero Elena vino sin avisar y luego me organizó la quedada con Alejandro... A lo mejor estoy siendo egoísta, pero lo repetiría mil veces con tal de revivir lo de hoy con el chico.

Me cruzo de brazos y bajo la mirada a mis zapatos.

—Se me ha olvidado. Lo siento.

—Bueno, no pasa nada —aclara mi madre—. El pobre también necesita tiempo libre.

—¿El pobre? Lo único que hace es encerrarse en su cuarto, y a saber lo que hace ahí...

No voy a decirlo en voz alta, pero mi abuelo se está comportando como un gilipollas. ¿Acaso no sabe que tengo que estar encerrado por todos los deberes y exámenes que me ponen?

—Como si a mí me gustara pasarme todo el día aquí —mascullo.

—¡Lo que me faltaba por oír! —Hace gestos con las manos y me escudriña con cólera, haciendo que mi enfado crezca por momentos—. Tenías que cuidar de tu abuela y no lo has hecho. Punto.

Opto por respirar despacio con el objetivo de calmarme, pero no lo consigo. En mi mente se cruzan multitud de palabras que podría soltarle y ninguna es agradable de oír. Estallo cuando continúa quejándose por lo bajo y nadie hace nada al respecto.

—¡Pues tú también podrías hacer algo! No sé, como es tu esposa...

—Dani, no vayas por ahí —advierte mi madre.

—¿Ahora soy yo el que se pasa de la raya? —Paso mi mirada por cada uno de los presentes y me la devuelven sin poder creer que esté contestando de esta manera—. Para que lo sepas, cuando me meto en mi cuarto me dedico a estudiar para todos los exámenes semanales que tengo. De mis notas nadie se ha quejado, ¿a que no? Ahí tienes la razón. Y debería darte vergüenza que haya sido yo el que ha pasado más tiempo cuidando de tu mujer que tú. Abre los ojos y adáptate al siglo XXI, joder.

Subo las escaleras casi corriendo y hago lo posible por no escuchar ninguna respuesta. Después de esto se me han quitado incluso las ganas de cenar, por no mencionar que mi buen ánimo se ha ido a la mierda. Cierro la puerta de mi habitación y me tiro sobre la cama, harto de todo.

¿Por qué se tiene que meter en mi vida? ¿Por qué actúa como si me conociera, si antes de lo de mi padre lo había visto cuatro veces contadas? Encima es un puto homófobo, para variar. Es como si el odio que me tenía mi padre me persiguiera a cualquier sitio al que voy, primero él y ahora mi abuelo.

Es irónico la forma en la que uno de los mejores días de mi vida se ha truncado tanto en cuestión de minutos. Antes de llegar estaba en las nubes, sin poder creer que Alejandro haya dado el paso y haya aclarado sus intenciones. Pero, como he escuchado muchas veces en mi vida, la alegría dura poco en la casa del pobre.

Cojo el móvil en un intento de distraerme con otra cosa a pesar de que no funciona para disipar el malestar que se ha instalado en mi pecho. Tiro con fuerza el móvil al otro lado de la cama y me cubro la cara con las manos. La ira y la impotencia me hacen derramar varias lágrimas. Ni siquiera tengo fuerza suficiente para secarlas, así que dejo que hagan su recorrido hasta mi barbilla.

De pequeño solía imaginar un mundo en el que nada malo ocurriese. Un sitio donde podía escaparme y ser yo mismo sin que nadie me insultase por ser feliz. Después de varios años tengo claro que eso solo puede existir en mi cabeza: hay demasiado odio en este mundo como para que se convierta en el sitio con el que el pequeño Dani soñaba una y otra vez.

El móvil se enciende a lo lejos alejándome de mis pensamientos y estiro el brazo para tomarlo. Es un mensaje.

Alejandro: Me lo he pasado muy bien hoy. Ya estoy deseando verte de nuevo...

Alejandro: Me siento muy raro al decirlo. Bueno, al escribirlo, ya me entiendes.

Alejandro: Te dejo, me llaman para cenar. Solo quería decirte eso. Espero tu respuesta.

Si la pelea con mi abuelo me había crispado los nervios esto me ha devuelto a las nubes. Sonrío cual tonto y releo los mensajes una y otra vez. ¿Seguro que no estoy soñando? No me sorprendería si fuese así.

La escena de esta tarde vuelve a mi cabeza y la reproduzco varias veces sin cansarme. Un suspiro se escapa de mis labios y empiezo a soñar despierto. Ha sido sin duda el mejor beso de mi vida. No sé qué es, pero Alejandro tiene algo que me vuelve loco. Y sé con certeza que no es por el físico: ya pasé la noche con un completo desconocido y no tuvo ni punto de comparación con esto.

Dani: A mí también me resulta raro. Pero bueno, si estás seguro...

Dani: Que aproveche, yo no creo que cene esta noche. Y si vuelves no prometo estar despierto, tengo bastante sueño. xD

Dani: Buenas noches, espero que descanses. Nos vemos mañana. ♡


Vulnerable [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora