Capítulo 3

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Nadé por un buen tiempo, en el cual pasé por los arrecifes de coral y, de verdad, jamás me cansaría de ver la combinación de sus colores.

- Darya

Una voz que conocía a la perfección me hizo detenerme

- Lovanna - pronuncie el nombre de la sirena frente a mi. - ¿Qué haces por aquí?

- Ya sabes, pasar el rato - se encogió de hombros quitándole importancia al asunto - estar por la ciudad es tan monótono, me gusta estar lejos de lo común.

- Lou - ese era su sobrenombre, el cual solo yo solía usar - sabes que no puedes estar por aquí sin compañía, entiendo tu punto, pero es peligroso.

- Al menos ese porcentaje disminuyó ahora que una de las mejores guerreras de todas está acá.

Abrió sus brazos señalandome como si fuera algún tipo de presentación.

- ¡Que aduladora eres! - le sonreí - pero eso no te salva, vamos, regresemos a la ciudad.

Me acerco a ella para tomarla del brazo y la obligó a avanzar, pero me hacía el trabajo difícil al hacer resistencia.

- Mañana temprano podemos venir.- fue lo último que dije para terminar de convencerla.

Dejó escapar un suspiro de resignación.

- Vale, vamos.

Una vez acordado dejó de poner trabas y empezó a seguirme. 

Por alguna extraña razón pensé en los jóvenes lobos que estuvieron la primera vez que me encontré con Lucien, si Lovanna hubiese estado presente  ¿Qué habría pasado? ¿Se hubiesen emocionado al tener delante de ellos un cuerpo desnudo? Lo más probable es que sí. ¿Por qué se hubiesen emocionado tanto ante la desnudes de una sirena? Por más de que pasara tiempo con Lucien, seguía sin comprender muchas cosas, el poco tiempo en el que estaba arriba no era suficiente y si . . .

Me detuve de golpe y Lovanna me miró fijo.

-¿Qué pasa? - sus ojos avellanas expresaban una cierta preocupación.

- ¿No quieres vivir un tiempo en el mundo terrenal? - suelto la pregunta de golpe

- ¿Allá? - señaló la superficie - ¿Arriba? . . .  ¿Tú y yo? . . .  ¿Solas? - se tomó su tiempo para formular cada pregunta.

- No exactamente solas - juguete con mis manos.

- Explícate - se cruzó de brazos mientras se mantenía a flote.

- Llevo un tiempo conociendo a . . .  - ¿Mi pareja?, no, muy directo - una manada, ellos nos pueden acoger sin ningún problema.

- Pero ¿Qué dirán los superiores?

- No nos iremos para siempre - le aclaré - además estamos en nuestro derecho, somos sirenas libres, recuerda.

- Tienes razón - soltó sus brazos - es una ventaja haber sido creada por el mar y no por la mano de los científicos.

Desde las desapariciones de sirenas y tritones estuvimos a punto de perecer: todo por culpa de nuestro trampero, puesto que él empezó con la caza de nuestra especie. Por ello, tuvieron que recurrir a métodos poco ortodoxos para evitar nuestra, casi, inevitable extinción.

- Entonces, ¿Qué dices? - persistí -  ¿Te unes?

- Cuenta conmigo, Darya. - no hubo ningún tipo de duda al aceptar.

- Mañana a las 12 en el arrecife.

- Mañana - repitió ella con un brillo en sus ojos y una sonrisa de oreja a oreja. - A las 12.

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