Capítulo 46

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Killian terminó por aceptar que no podría robar nada en el mercado en ese momento, no con tanta gente y vestido de aquella manera. Así que optó por probar suerte por los callejones. Sonrió ampliamente cuando encontró varias prendas suspendidas sobre su cabeza. El cordel que las sostenía provenía de una ventana que no tenía luz. El viento las movía perezosamente y Killian vio su oportunidad. Se aseguró de que no había nadie cerca y se encaramó a un saliente en la pared. Alcanzó un par de pantalones que bien podrían valerles a Leo y a él. Cogió las camisetas que pudo, una para cada uno, pero aún le quedaba encontrar un pantalón para Emma. Necesitaba algo pequeño. Encontró uno unas casas más adelante y se llevó algunas prendas más. Salió de allí deprisa pero sin correr e intentó recordar dónde había dejado a Emma y Leo. 

-¿Lo tienes?-preguntó Leo cuando lo vio llegar.

-Pues claro, ¿acaso lo dudabais?

Miró a ambos hermanos entonces y pudo notar que algo había pasado. Emma tenía los ojos ligeramente enrojecidos, como si hubiera estado llorando, y Leo parecía haber estado a punto también. Era como si algo los uniese ahora, como si estuviesen más cerca. Fue a preguntar, pero encontró la mirada de Emma y esta le asintió serenamente. Lo entendió; todo estaba bien y hablarían más tarde. 

Les enseñó lo que había conseguido. No era gran cosa pero les serviría. Había dos pantalones grandes, unos blanquecinos y otros azulones. Leo se quedó con los blancos y también con la camisa marrón y una chaqueta casi del mismo tono. Killian cogió los azulones, una camisa oscura y un chaleco granate. Emma se quedó con los pantalones grisáceos más pequeños, la camisa pálida y un pañuelo azul clarito con algunas cuentas planas en los bordes. 

-Todas las mujeres parecen llevarlo aquí-explicó Killian cuando Emma lo miró confusa. 

Encontraron un sitio más apartado para cambiarse y volvieron a salir a la calle principal. No tuvieron más remedio que esconder sus ropas, aunque ninguno tenía esperanzas de poder recuperarlas. 

Emma intentó recogerse mejor el pelo en un moño y se rodeó el cuello con el suave pañuelo. Las gentes ya no los miraban extraño. Emma volvió a agarrarse al brazo de Killian y este la mantuvo cerca. Caminaron por las calles en busca de refugio pero no parecía que en aquel reino estuviese de moda algo parecido a los hoteles. Se detuvieron en una esquina poco concurrida. Los tres estaban cansados y hacía rato que habían notado cómo la adrenalina de la huida daba paso a la extenuación. Necesitaban comer y descansar, pero ninguna de las dos cosas parecía ser posible. Emma se sentó en el suelo y Leo hizo lo mismo a su lado. Killian se quedó de pie vigilante. 

-No nos queda otra opción que robar comida. 

-Si nos pillan no estamos como para huir-replicó Leo. 

-Si no comemos no podemos hacer nada. 

Ambos notaban la picazón del hambre y el cansancio, y la ansiedad del peligro solo empeoraba sus estados de ánimo. Además del hecho de que los dos estaban asustados por Emma. Era lógico que estuvieran de mal humor. Pero no era momento de una pelea, y Emma lo sabía.

-Dejadlo ya. 

Killian y Leo pararon de inmediato y decidieron volcar sus energías enfadadas en romper la esposa de Emma. 

-Prueba con esa otra-sugirió Killian un rato después señalándole a Leo una piedra más robusta. 

Emma miró la piedra con desconfianza. 

-Sabéis, no me importa seguir con la esposa si así conservo mi mano.

El enfado parecía haberse desvanecido.

-Un poco más de confianza, hermanita. 

Emma contuvo la respiración mientras su hermano apuntaba y levantaba la piedra sobre su esposa. Killian tenía sus dos manos sujetándola, una en su mano y la otra en su brazo, ambas a cada lado de la esposa para que la piedra no pudiera tocarla en ningún momento. No es que Emma no confiara en ellos, lo hacía y lo haría con los ojos cerrados, pero le ponía nerviosa que alguien levantara una piedra pesada por encima de ella. 

Leo bajó la piedra varias veces sobre el duro metal. Habían intentado forzar la cerradura, pero no sirvió y de momento solo habían conseguido desprender las cadenas que colgaban de la esposa. Emma entrecerró los ojos ante los golpes, apenas podía ver nada porque Killian y Leo estaban inclinados sobre su mano. Sintió el temblor cuando la piedra golpeó el metal, varias veces hasta que escuchó un crujido y notó el aire rozarle la piel. Killian y Leo exclamaron orgullosos. Chocaron las palmas. Emma se frotó la muñeca dolorida y les sonrió. Sabía que hubiera sido más fácil con magia pero los dos se habían negado a que la usara.

Érase Una Vez... a contrarrelojTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang