Capítulo 14

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No fue hasta dos días más tarde que Emma sintió los efectos de la maldición aumentando, volviéndose más fuerte. Se despertó de golpe en la cama, con la respiración acelerada y un gran malestar. Intentó serenarse, nada de aquello tenía sentido, pero supo enseguida que no podría controlarlo, así que salió de la cama con cuidado de no despertar a Killian y bajó tambaleante las escaleras hasta el baño. Llegó a tiempo para no hacer ningún desastre y vomitó. 

En un primer momento, Emma pensó que le habría sentado mal la cena o algo por el estilo, pero no había comido nada extraño. Y Killian y ella siempre tenían mucho cuidado. No, debía ser otra cosa. Entonces se acordó de la enfermedad de las hadas. Debía ser lo mismo, debía estar relacionado con la maldición. 

Vomitó durante casi media hora hasta que sintió que no podría echar nada más. Se quedó en el suelo del baño, temblando, sin fuerzas y con el corazón latiéndole rápido en el pecho. Se quedó allí hasta que consiguió recuperar el aliento. 

Debían darse prisa, ese fue su primer pensamiento. “O todos desapareceremos”. Esa idea le produjo un escalofrío. 

Entonces escuchó unos pasos provenir de fuera y abrió los ojos justo cuando escuchó la voz de Killian llamarla. 

-Swan, ¿estás ahí? 

-Sí-susurró, aunque dudó que la hubiera oído. Se sentía muy cansada.

-¿Puedo entrar?

Emma iba a responderle que sí pero de todas formas la puerta ya estaba abierta, no había pensado en ello mientras había bajado corriendo. Su única preocupación había sido llegar a tiempo al baño. 

La cabeza de Killian se asomó tímida por la puerta, pero cuando sus ojos la encontraron se abrieron en alarma. 

-¿Qué haces ahí?

-Lo siento-respondió en su lugar-, no quería despertarte.

-No importa-Killian se acercó hasta arrodillarse a su lado-, ¿te encuentras mal?

Emma asintió sin fuerzas.

-Me habrá sentado algo mal.

La frente de Killian se arrugó. 

-Comimos lo mismo anoche-dijo mientras pasaba los dedos por su cabello enredado y se lo apartaba de la cara. 

No, lo que realmente creía Killian era que aquella maldición a punto de explotar la estaba afectando a ella también, igual que había empezado a afectar a las hadas. Aunque ella no hablase mucho sobre eso, podía notar sus ojeras por la falta de sueño; sabía que se pasaba horas despierta después de que él se durmiera debido a ese molesto zumbido que escuchaba cada vez con más intensidad. 

-Eh-lo llamó-, no te preocupes, estoy bien. 

Killian podía ver que no lo estaba. Aún estaba terriblemente pálida y sus manos temblaban.

-Vamos a la cama-dijo Emma tendiéndole la mano para que la ayudara a levantarse. Se encontraba mejor pero no sabía hasta donde llegarían sus fuerzas y el baño no era el sitio más cómodo para dormir. 

Killian la ayudó sin protestar y la sostuvo cuando ella se desequilibró.

-Wuoh, Emma-exclamó asustado. Emma se había apoyado contra la pared y había cerrado los ojos mientras intentaba respirar hondo para que el mareo desapareciera.  -¿Te mareas?

-Un poco-dijo con un hilo de voz. 

Killian esperó a su lado, con la mandíbula apretada en un gesto de preocupación, sujetándola firmemente hasta que ella volvió a levantar la vista. 

-¿Mejor?-preguntó. Emma podía ver la preocupación en su rostro e hizo un esfuerzo por sonreírle. Respiró hondo y asintió. 

Killian la ayudó a subir las escaleras de vuelta a la cama. Emma se desplomó en cuanto llegó y Killian consiguió que bebiera un poco de agua antes de cerrar los ojos y dormirse. 

-No hemos vuelto a ver a Jafar desde que apareció el primer día-dijo Regina mientras caminaban ella y Emma por el bosque. Killian, Robin y Blanca también estaban por allí pero se habían dividió para abarcar más terreno mientras que David estaba por la ciudad junto con Leo. –Me irrita pensar que se cree lo suficientemente superior como para no hacer nada más que colocar una maldición y esperar a que nos mate a todos. 

-¿Y si salimos de Storybrooke?-propuso Emma. Le había estado dando vueltas a esa idea durante un tiempo.

-Lo he pensado, y lo hemos intentado. 

-¿Qué, cuándo?

-El segundo día. Robin y yo fuimos a comprobar si podríamos salir de los límites de Storybrooke, pero no, es imposible. Ha lanzado un hechizo que impide que nadie salga. Supongo que pensó que podríamos considerar huir ahora que sabíamos que era una forma segura de evitar la maldición.

-¿Y no podríamos romperlo?

-Sí, claro, pero tardaríamos demasiado y puede que no llegásemos a tiempo para escapar todos. 

Emma suspiró.

-Tenía la esperanza de que al menos tendríamos ese plan “b” si no conseguíamos encontrar el reloj de arena a tiempo. 

Siguieron caminando en silencio, parándose a mirar en todos los recovecos, en todos los matorrales y arbustos que encontraban por el camino. 

-Yo también me he sentido un poco enferma-admitió Emma un rato después. 

Regina giró la cabeza para mirarla fijamente. 

-¿De verdad?

-Fue solo un rato, esta mañana. Pero ahora me encuentro bien. 

Regina se quedó pensativa unos instantes.

-Yo me he sentido rara, pero no enferma. Puede que afecte más a la magia blanca que a la negra, no estoy segura. 

-Y no solo eso-siguió Emma-, la ciudad entera está como… rara. 

-¿A qué te refieres?

-A esto-dijo Emma y se paró en medio del claro señalando a su alrededor. Regina se detuvo frente a ella y la observó con el ceño fruncido. 

-No sé qué quieres decir. 

-¿No lo notas? No se escucha nada, ningún pájaro, ningún animal. Todo está extrañamente silencioso. 

Regina escuchó unos segundos más en silencio.

-Es verdad. 

Entonces el teléfono de Emma sonó rompiendo el silencio. 

-¿Papá?

-Emma-habló al otro lado, tenía la voz agitada-, tenéis que venir al hospital. 

-¿Al hospital? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

Los primeros pensamientos de Emma fueron de su hermano Leo, quien había estado con su padre.
-Son las hadas, dos de ellas han muerto. 

Érase Una Vez... a contrarrelojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora