Capítulo 28

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Killian se dio cuenta de que Emma estaba tardando demasiado en abrir la ducha. Se preocupó porque pensó que podría necesitar ayuda para algo, y ambos sabían que ella era demasiado terca como para pedirla. Así que se acercó al baño. 

-Amor, ¿estás bien?-la llamó. La puerta no estaba cerrada pero él no entró del todo. No es que no la hubiera visto desnuda antes pero recordaba cuánto le había costado mostrarse abiertamente a él, emocional y físicamente, y él mejor que nadie entendía lo duro que eran las nuevas cicatrices. Por eso quería darle la oportunidad de decirle que no quería que la viera, porque lo entendería. 

Killian escuchó un murmullo que supuso que había sido su respuesta. Eso no le gustó, así que abrió lo suficiente como para ver su figura de espaldas a él. Tenía la cabeza gacha y en el reflejo del espejo pudo ver que se estaba observando las cicatrices del abdomen. Estaba seria.

Killian se permitió un momento para observarla. Le había llevado tiempo que ella consiguiera sentirse cómoda desnuda en su presencia, pero lo había conseguido, ambos lo habían hecho. Cuando él entendió que la única razón eran sus cicatrices se sorprendió, porque a ella nunca le habían importado las suyas, ni siquiera el hecho de que le faltaba una mano, lo cual era bastante considerable. Él le explicó que si ella podía aceptar eso, él amaría las suyas.

La observó en ese momento. Lo único que le faltaba era la camiseta y Killian pudo ver las finas marcas que adornaban los huesos de su columna y cadera, algunas se escondían en la base de su cuello en el pelo y otras se repartían por el resto de su pálida piel. Su instinto primitivo era matar o al menos dañar de gravedad a quien se había atrevido a hacerle daño de ese modo, pero hacía años que había aprendido a acallar esos impulsos.

Sus costillas y omóplatos sobresalían más que de costumbre pero de eso ya se encargarían. Ahora lo que le preocupaba era su expresión consternada. Se acercó despacio a ella, debía saber que estaba allí aunque no hizo ningún movimiento diferente. Killian puso sus manos tentativamente sobre sus hombros desnudos y, al ver que no se retiraba, la abrazó, con cuidado de no rozar sus heridas, besando su hombro desnudo y apoyando la cabeza en él. La notó soltar el aire y entonces levantó la vista hacia él en el espejo. 

-Soy un desastre-murmuró.

Aunque Killian podía saber que eso era lo que pensaba antes de que lo dijese, solo por su mirada triste, se le encogió el pecho al escucharla. Apretó la mandíbula. No quería que pensase eso, él no la veía así.

-No lo eres-replicó. 

Su aliento cálido en el cuello hizo que a Emma se le pusiera la piel de gallina.

-Eh, mírame-la llamó cuando volvió a bajar la vista. 

Sus ojos volvieron a encontrarse en el espejo. Killian bajó la mano tentativamente y la puso con mucho cuidado encima de una de sus nuevas cicatrices del abdomen, la que se extendía desde el hueso de la cadera hasta el ombligo sin llegar a tocarlo, sin llegar a rozarla, solo cubriéndola con su mano. Emma llevó su mano encima de la suya, no porque temiera que le fuese a hacer daño, él nunca lo haría, no a propósito.

-Esto no es nada-dijo sin retirar la vista de sus ojos-, es solo una cicatriz. 

Emma sonrió con amargura.

-Otra más. 

-Y no cambia nada-replicó Killian-. Estas cicatrices te hacen como eres, y yo te amo así.

Emma miró hacia abajo, y junto a su mano vio el reflejo de su garfio. No sin esfuerzo, había conseguido que no se avergonzara delante de ella por la falta de su mano. Él ya no se avergonzaba y eso le había dado siempre fuerzas y valor para hacer lo mismo, para comportarse igual. Pero era tan difícil. 

Killian siguió su mirada.

-Amor, eres hermosa. –Emma volvió a sus ojos de nuevo-. Eres hermosa para mí.

Emma se sintió mareada al escuchar aquello; había tanto amor en esas palabras, en sus ojos, tanta verdad que no supo cómo contestar. Él siempre había sido mejor que ella con las palabras. Y se dio cuenta de que eso era todo lo que necesitaba, que no le importaba cómo le vieran los demás, solo él.

Una vez él le había dicho que sus cicatrices eran como estrellas en el cielo, y ella era todo su universo. Emma sonrió al recordarlo. En esa ocasión tampoco supo cómo responderle, así que hizo lo mismo que esa otra vez. Se giró para poder mirarlo directamente a los ojos, sus manos la abrazaron por la espalda y ella acarició su mejilla llevando la mano a su cuello. Y juntó sus labios.

En otra ocasión Killian la hubiera estrechado contra sí, pero era consciente de sus heridas y no quería hacerle daño, así que se contentó con acariciar su espalda. 

-Gracias-susurró Emma contra sus labios cuando se separaron. 

Killian sonrió tiernamente y le echó algunos mechones hacia atrás con una caricia.

-Es la verdad. 

Érase Una Vez... a contrarrelojWhere stories live. Discover now