Capítulo 41

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Volvieron a ponerse en camino en la dirección que les indicaba la brújula. Pasaron del bosque a una zona más amplia y luminosa, llena de plantas y algunas flores de colores. Se dieron cuenta de que allí las proporciones de las cosas no se correspondían con las de su mundo y las flores bien podrían ser del tamaño de una mano como el de su cabeza. A pesar de que no tenían ni idea de a cuánta distancia estaban ni nada, Emma podía sentir cómo poco a poco se iban acercando al reloj. Lo podía notar en el zumbido en su cabeza y, aunque su instinto le decía que continuara andando, que no podían perder tiempo, su cuerpo le gritaba descanso. Llevaban todo el día caminando sin parar, excepto por el té con el Sombrerero y sus amigos, pero lo que sentía no era ese tipo de cansancio, sino uno un poco diferente. El habitual dolor en sus músculos era patente, sentía la cabeza espesa y le costaba respirar. Necesitaba descansar. 

-Deberíamos parar-dijo Killian en su lugar-. Se está haciendo de noche.

-Sí por favor-suspiró Leo dejándose caer junto a un árbol con los ojos cerrados. 

Emma sonrió, lo imitó, y se dejó caer junto a unas hojas de aspecto cómodo. Notó el corazón acelerado y se concentró en restablecer su respiración. “Al parecer Campanilla tenía razón y esto no va a hacer más que empeorar”.

También había cerrado los ojos por lo que no vio cómo Killian la observaba con preocupación. Se sentó junto a los hermanos y sacó la poca comida que les quedaba. Apenas quedaba ya suficiente para todos, y Emma definitivamente necesitaba comer algo más que unas vallas para sobrellevar lo que le estaba pasando. Repartió tres raciones, la de Emma era significativamente más grande que la de ellos dos, pero solo Emma se quejó. 

-Lo necesitas más que nosotros-replicó Killian negándose a cambiar las cantidades. Leo lo apoyó con una mirada extrañamente seria. 

Emma suspiró, no tenía fuerzas para discutir. 

Decidieron seguir el mismo plan para dormir que habían tenido en Nunca Jamás, pero Emma se dio cuenta de que no había salido como debería cuando se despertó a la mañana siguiente y estaba amaneciendo. Abrió los ojos para encontrarse a Leo con la espalda apoyada en un árbol y su espada a un lado. Posó su mirada sobre ella cuando la vio levantarse. Sonrió al ver su rostro indignado. 

-No me habéis despertado-se quejó Emma en un susurro para no despertar a Killian, quien seguía durmiendo cerca de ella. Leo asintió despejándose el sueño. -¿Por qué?

-Fue un acuerdo mutuo-explicó Leo señalando a Killian con la mirada-, decidimos no despertarte y hacer las guardias nosotros. 

-¿Cuándo lo decidisteis?

-Cuando nos revelamos a media noche.

Emma lo miró fijamente con los labios apretados. 

-Necesitabas descansar-dijo Leo-. Tú gastas más energías que nosotros.

-Eso no es verdad.

-Sí que lo es. 

Ambos se miraron durante unos instantes. Emma pudo ver la preocupación en el rostro de su hermano, y algo parecido al cariño, lo que la hizo desviar la mirada nerviosa. Leo sonrió.

-Sé que es la Maldición-dijo Leo, serio de repente-, te está afectando. Puedo verlo, es como si te estuvieses apagando. 

Emma fue a decir algo pero en ese momento Killian se removió inquieto, a punto de despertarse. 

-Sé que tú eres la mayor, que eres la Salvadora y todo eso-siguió Leo-. Pero eso no va a quitar que me preocupe por ti y quiera protegerte, hermanita-añadió con una sonrisa burlona. 

Emma puso los ojos en blanco pero no pudo evitar la sonrisa que se formó en sus labios. 

-Gracias-dijo justo cuando Killian abría los ojos.

-Buenos días, familia-dijo con voz animada, aunque sus ojos seguían entrecerrados por el sueño.

A Emma le calentó el pecho escucharlo hablar así, la facilidad con la que dijo “familia”.

-¿Todo bien, amor?-le preguntó y Emma se dio cuenta de que se había quedado absorta en sus pensamientos.

-Sé lo que habéis hecho-le dijo en un susurro que intentó ser reprochable.

-Te hubieras negado si te lo hubiéramos dicho-Killian se encogió de hombros suavemente.

-Por supuesto-replicó Emma-. Pero gracias.

Le dio un beso en la mejilla y ambos sonrieron. Killian la acercó para un beso rápido en los labios antes de que Leo comenzara a quejarse. 

-Igual que tu padre-murmuró Killian rodando los ojos con media sonrisa.

Emma rió.

Érase Una Vez... a contrarrelojOnde histórias criam vida. Descubra agora