Capítulo 22

29 4 0
                                    

Killian despertó de su sueño inquieto en el incómodo sofá de la sala de espera cuando notó cómo la tierra temblaba. Se sobresaltó pensando que la maldición se había desatado, que no habían llegado a tiempo. Pero no, cuando los pensamientos se le aclararon se dio cuenta de que estaba en el hospital y recordó por qué. Ya habían detenido la maldición, Emma lo había hecho, por eso estaban allí. 

-¿Qué ha sido eso?-preguntó Blanca incorporándose también. 

-No lo sé. 

David ya había sacado su teléfono y estaba esperando a que Regina le contestara. 

-Lo sé-contestó al otro lado-, yo también lo he notado. 

-¿Qué ha sido?

-Creo…, creo que Jafar nos ha vuelto a encerrar en la ciudad.

-¿Estás segura?

-Bueno, ¿te sirve como prueba haber visto cómo un rayo subía al cielo y una cúpula enorme cubría la ciudad entera?

David frunció el ceño al escuchar aquello.

-Sí, creo que me sirve.

-Vamos a volver, creo que será mejor que hablemos.

Unos minutos más tarde Regina, Robin y Leo habían regresado. 

-Creo que Jafar ha dejado la ciudad-soltó Regina.

-¿Por qué crees eso?

-Por varias razones. Vosotros-empezó señalando a Blanca y David- dijisteis que en el futuro, cuando no llegamos a tiempo de detener la maldición, intentasteis llegar a otros reinos mágicos y que no pudisteis. 

-Sí-asintió Blanca-, no sabemos muy bien por qué.

-Creo que Jafar desató la maldición en todos ellos también, igual que en Storybrooke. 

-Pero la maldición solo se puede provocar una vez, después la arena desaparece y el reloj de arena se rompe. No se puede volver a usar-replicó David.

-Por eso creo que debe de tener varios relojes de arena y bastante cantidad de esa arena blanca. 

-Eso es imposible saberlo.

-Es lo único que tiene sentido. 

-Tiene razón-admitió Leo.

-Entonces, se ha ido para hacer con los demás reinos lo que no ha podido hacer aquí-entendió David-. Por eso nos ha encerrado, para que no podamos detenerlo. 

-Sí. Pero hay bastantes fallos en ese plan, aunque nosotros también tenemos varios impedimentos-murmuró.

Todos la miraron sin comprender.

-Ha sido descuidado-explicó Regina-, nos ha encerrado en la ciudad pero para seguirlo a esos reinos no necesitamos salir de Storybrook. Nunca ha hecho falta. 

-Con un Portal-entendió Killian.

-Exacto. 

-¿Estás diciendo que quieres que lo sigamos?

-Sí, claro. No podemos dejar que destruya todos los demás reinos: el Bosque Encantado, Oz, Nunca Jamás, algunos son cuna de muy poderosa magia, tanto buena como mala y destruir una u otra puede ser fatal, en ambos sentidos. Aunque nosotros sigamos vivos. 

Blanca levantó una ceja. Realmente había cambiado. 

-Quiero decir-añadió Regina cuando vio sus caras de sorpresa-, ¿sabéis cuántas cosas valiosas tengo en mi castillo? No voy a dejar que esa serpiente me lo destruya todo.
Blanca contuvo una sonrisa.

-¿Serpiente?-preguntó Robin. 

-No importa. El caso es que aunque quisiéramos no podríamos seguirle, no en este momento al menos. 

-¿Por qué no?

-Hemos comprobado el huerto que tiene Antón de judías mágicas-explicó Robin-. Los efectos de la maldición las han estropeado todas. La mayoría se han podrido, solo algunas han sobrevivido. 

-No sé si serían suficientes. Es decir, ni siquiera sabemos cuántos reinos mágicos existen ni si Jafar tiene pensado poner un reloj de arena en cada uno-continuó Regina. 

-¿Y cómo viaja él?-preguntó Killian. 

-Tampoco lo sé, no lo hemos visto. Puede que, igual que parece tener un arsenal para crear maldiciones también puede tener una bolsa llena de judías mágicas. No tengo ni idea, aunque me gustaría saber de dónde ha sacado todo eso. Lo que está claro es que necesitamos atraparlo cuanto antes. 

-¿Y cómo piensas que lo hagamos?-preguntó Blanca. -No tenemos suficientes judías mágicas para seguirlo indefinidamente. Y, lo siento, pero yo no me voy a mover de aquí hasta que Emma esté bien.

Blanca tenía una expresión seria y determinada en el rostro. Nada ni nadie la iba a sacar de ese hospital mientras su hija siguiera allí dentro. Ya la habían dejado una vez para salvar un reino, no iba a hacerlo de nuevo y, aunque sonase egoísta, mucho menos por reinos que ni siquiera conocía. Se consideraba una buena persona, pero no iba a volver a poner a nada ni a nadie más por delante de su hija. Nunca más. 

-Lo sé, lo tenía en cuenta-respondió Regina-. Por eso quiero ir a ver a ese tal Mushu. 

Todos la miraron confusos.

-¿Para qué?

-Porque él tiene una forma de viajar en el tiempo. A vosotros, a vuestros otros “otros” os trajo del futuro, así que puede que lo que sea que usó nos sirva. 

-¿Quieres volver al pasado?

-Mi idea es poder usar lo que sea que tenga para viajar a los reinos en este mismo día por ejemplo. Nosotros no estaremos allí así que no habría peligro de cambiar nada, pero de esa forma tendríamos tiempo de detener los relojes de arena. Contaríamos con mínimo siete días. Es la única forma que se me ocurre. 

-Pero, en ese caso-replicó Killian-, ¿por qué no ir más atrás? Podríamos detener la maldición aquí y nada de esto pasaría. 

Todos se quedaron un momento en silencio. Nadie podía negar que la idea tenía sentido.

-Sí, es verdad-apoyó Blanca-, evitaríamos todo esto. Podríamos salvar a Emma. 

-No podríamos-replicó Leo. Todos se giraron para mirarle. –Cuando nosotros volvimos, Jafar lo supo de inmediato. De alguna forma quería saber si alguien entraba a la ciudad. Y esa defensa se ha mantenido hasta que él se ha ido. Así que si intentásemos hacer lo mismo, en cuanto entrásemos a la ciudad él lo sabría y cambiaría el reloj de arena de sitio.

-Sería un bucle sin sentido-entendió Regina. 

-No si volvemos a unos minutos antes de que ocurriese-replicó Killian, quien la idea de evitar el destino actual de Emma lo emocionaba-. Jafar desapareció de la ciudad ese día para que no le afectara la maldición, así que no se enteraría y no podría cambiar la posición del reloj de arena. 

-Tiene razón-asintió David.

Regina se quedó unos segundos pensativa, pero al final asintió.

-Podría funcionar. 

-Pero has dicho que Jafar nos ha encerrado aquí-recordó Blanca-, no vais a poder salir.

Regina asintió en silencio.

-Hay que intentarlo al menos. Se lo debemos a Emma. 

Regina y Robin lo intentaron ese mismo día. Y, para sorpresa de todos, Leo decidió que iría con ellos. 

-Si conseguimos salir y llegar hasta Mushu me recordará, se fiará de mí-dijo.

-Por mí no hay problema-replicó Regina ante la mirada dubitativa de David y Blanca-, además, creo que es buena idea.

Y así fue. Aunque Blanca podía ver que había algo más detrás de aquella decisión precipitada de su hijo. Quería ayudar, podía verlo, aún se sentía culpable, aunque no lo fuera en absoluto, y quería hacer todo lo posible por solucionarlo. 


Érase Una Vez... a contrarrelojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora