EPISODIO 2, ESCENA 13: En la que Georgie se toma un smoothie.

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El agua está a la temperatura perfecta, ya comienzo a notar cómo mis músculos se tonifican. Unos cuantos largos más me sentarán de maravilla.

Las vistas desde High Hill son envidiables. El vapor de la piscina climatizada se torna en una bruma que flota sobre el embaldosado de la terraza y luego se alza solapando las luces del tráfico nocturno. Las hormiguitas obreras vuelven a sus hogares.

Me ajusto el speedo y el gorro de baño, vamos a por la siguiente tanda. Doy brazadas al compás de la música instrumental que Alexis ha programado. Las mejores bandas sonoras de películas y videojuegos de los últimos veinte años. La nueva música clásica. En estos momentos suena Want to be free de British Sea Power. Una de las pocas de la lista con líricas.

Al asomar mi cabeza sobre el agua, en la quinta brazada, veo de refilón a Humphrey comiéndose una de mis barras de proteínas.

Llego al final del recorrido y me impulso para retornar nadando a espalda.

—¿Hay algún motivo por el que interrumpas mi entrenamiento aparte de asaltar mis snacks? —Le reprendo sin desacompasar mi respiración.

—Perdona, Georgie. Es que, a estas horas, a uno le entra hambre. —Esboza su sonrisa de tocino y se peina su pringoso pelo con la mano.

Un hombre deleznable, pero útil en extremo. Es lo único por lo que le soporto. Oigo unos pasos firmes acercarse y una réplica:

—A ti siempre te entra hambre, Humphrey —dice Dureira a sus espaldas.

La mujer ha abandonado su uniforme y va vestida con vaqueros y camiseta para pasar desapercibida, pero la camiseta de tiras acentúa la anchura de su torso y deja sus fuertes brazos al descubierto echando por tierra esa pretensión. Nadie podría evitar fijarse en su fortaleza física y su disposición marcial.

Llega al borde de la piscina justo cuando alcanzo el punto de partida. Se para con las piernas algo abiertas y los brazos tras la espalda en actitud de «descansen». Una pequeña indicación de que, en parte, me respeta como a un superior, aunque ya me puedo olvidar del «¡sí, señor!». Dureira es una militar de alto rango y a sus ojos, en cuanto a lo marcial se refiere, no poseo tanto bagaje como para deshacerse en formulismos jerárquicos conmigo. Tiende a llamarme por mi nombre de pila.

—George, hemos venido a informarte de que ya hemos descifrado los planos que Humphrey nos trajo —dice.

Apoyo los brazos en los bordes de la piscina.

—Perfecto, ¿revela la ubicación que buscamos?

—Se trata de una red de túneles con varios accesos a lo largo de la ciudad. En principio se usaba para el tráfico de estraperlo y luego dieron cobijo a la comunidad judía durante las revueltas de la segunda guerra mundial —explica Dureira.

—Interesante.

—Fue todo un acierto enviarme a espiar a la Familia —dice Humphrey, ufano—. Estaban intentando dárnosla con queso. —No sé por qué se relame al hablar del tema.

—En esos túneles está el nodo, estamos casi seguros —afirma la soldado—. Lo mejor de todo es que una de sus entradas se encuentra bajo una propiedad de Tec Systems.

Me río. ¡Qué casualidad! Aunque sé que el constructo nunca deja nada al azar, así que no debería sorprenderme.

—Maravilloso —digo.

—Se trata de solar recién adquirido para levantar uno de los nuevos edificios de servidores —explica Dureira.

—Habrá que registrar el lugar para encontrar una de las entradas a los túneles. Según los documentos, están ocultas a simple vista —comenta Humphrey.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora