EPISODIO 1, ESCENA 12: En la que una sesión de fotos se vuelve mortal.

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—Por favor, no te muevas.

La mujer regordeta fricciona la esponja embadurnada en base por mis abdominales, dejando el cutis límpido y mate para evitar la refracción de los focos. El bañador speedo me queda demasiado ajustado. Tengo que deslizar el dedo por la goma que colinda con el glúteo para evitar que se me meta por dentro. Me miro al espejo que hay en la pared y la verdad es que, entre el peinado y el maquillaje de cuerpo entero, el resultado es bastante interesante. Y eso que todavía falta pasarle el Photoshop.

Cuando me propusieron hacer la sesión de fotos para la web de la tienda deportiva, no estaba muy convencido, pero oye, a lo mejor con esto se me abre otro nicho profesional. Deportista, empresario y modelo. ¿Acaso no lo es Beckham?, pues yo lo mismo.

Además, el dinero me viene bien. No me puedo permitir que me llegue otro impago del sanatorio. Esto me recuerda que debo visitar a mi madre.

«Siempre se te olvida. Admítelo, prefieres no verla», dice una voz. No otra vez, ellas están aquí. Las miro de reojo. Emma con su uniforme escolar teñido de rojo y su mochila de Minnie Mouse y Alicia la muñeca con su cara porcelánica, sonriendo ladinamente y agitando su vestidito victoriano con deleite.

—«Él lo prefiere así, Alicia» —dice Emma tranquila y taciturna, como siempre, como aquella noche—. «Necesita olvidar de vez en cuando, necesita dejar de oírnos».

—«Ya, ¡pobrecito!, porque él es la víctima aquí» —dice Alicia y se pone a dar saltitos con sus diminutos pies enfundados en zapatitos de goma—. «Mírale ahí, marcando pectorales. Es la viva imagen de un hijo responsable».

«¡Callaos!», les interpelo en silencio. No puedo evitar tensarme y moverme. La maquilladora, que ya casi está terminando, chasquea la lengua con desaprobación.

—«Supongo que nuestro recuerdo es una carga, y mamá también lo es. Es comprensible que quiera vernos desaparecer». —Emma me mira con la cabeza torcida.

—«Por eso se hizo ris ras en sus grandes y fuertes manos. Incapaces de sostener un volante, pero capaces de sostener una cuchilla». —Alicia es malvada.

«No aquí, joder. Necesito que esto salga bien, tengo facturas que pagar. Si mamá os importa lo más mínimo, iros» Emma suspira y Alicia suelta una risa maledicente. No se han ido, pero permanecen en segundo plano. Con eso me basta. Ya habían tardado demasiado en aparecer.

Pensé que tras el incidente algo habría cambiado, pero he llegado a la conclusión de que ayer he tenido un episodio maníaco. Gente en mi bañera, puertas que llevan a la nada... Ni me he atrevido a preguntarle a Colden si recordaba haber visto al hombre de blanco. Tengo miedo de la respuesta.

«He de pedirle al psiquiatra que me suba la dosis», me digo a mí mismo. La maquilladora me contempla un largo rato y, con una mueca, da por terminada la sesión de chapa y pintura. Me despacha sin decir palabra con un gesto apresurado, indicándome que me dirija a la salida.

Salgo del cuartucho y entro en una amplia habitación de arquitectura industrial y tarima de madera gris. Me dirijo hacia el área de posado, un set invadido por un cortinaje blanco. No me giro para verlas, pero sé que Alicia y Emma me siguen.

El set es bastante aburrido. Habría preferido algo más animado como una playa o unas palmeras, pero la tienda no vende moda vacacional, sino deportiva, y los gerentes prefieren mostrar una línea sencilla y minimalista.

La cámara, conectada a un portátil, se encuentra situada sobre un trípode. Hay una segunda cámara de mano en la mesa. Unos focos atacan mis retinas y tengo que parpadear varias veces antes de poder acostumbrarme al entorno. Cuando mis ojos se adaptan, puedo vislumbrar a la mujer que, en esos momentos, se acerca al set. Una comadreja humana con falda plisada y blusa de seda, de ojos estrechos, piel canela, pelo alámbrico y movimientos tajantes. Parece más mayor de lo que aparenta, aunque no puedo deducir su edad.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Where stories live. Discover now