EPISODIO 1, ESCENA 15: En la que los oyentes deciden buscar al que falta.

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—Vale, eso mola bastante —digo al contemplar cómo la bala ejecuta tirabuzones en el aire, entrando y saliendo de la piel de Alabama—. Tengo que admitirlo.

Llevamos a cabo nuestra primera reunión alrededor de la mesa del camerino de Alabama bajo la luz rojiza de una bombilla festiva. El lugar está engalanado con plumajes, pelucas y abalorios exóticos. Deduzco que este camerino lo usan muchos otros artistas.

Emma observa la bombilla fundida de la estancia. Está contando sus parpadeos.

Moses cruza los brazos sobre la mesa y, con un dedo enredado en sus cabellos rebeldes, pregunta:

—¿Y dices que ese inspector trabaja para una de las emisoras?

—Sí —responde Alabama—. Está actuando a espaldas de esta. Él podía hacer aparecer picas de su cuerpo o hacerlas surgir a su alrededor. Su habilidad era muy superior a la mía. —Sonríe—. Y su look muy trabajado.

Don glamour nos acaba de relatar lo acontecido en su academia, justo después de que le pusiéramos al día de nuestros propios percances.

Mi conclusión, por lo pronto, es que todos somos unos raritos. La friki bipolar puede manipular mentes con su bufanda (o lo que quiera que sea eso), el cantamañanas puede manejar una bala con el pensamiento y en cuanto al despeinado, bueno, no tengo muy claro lo que hace, algo así como encerrar pesadillas bajo llave. La verdad es que ahí me he perdido un poco.

Mis capacidades son confusas. Sé que mi navaja puede cortar casi cualquier cosa y, cuando su filo se impregna, puedo asumir las propiedades de aquello que ha cortado.

—Bichos de pesadilla que poseen a las personas, criaturas míticas que nos quieren de cena, oyentes enemigos que nos persiguen y acosan... Ese tal locutor se quedó corto. En menos de veinticuatro horas, todos hemos tenido que luchar por nuestra vida —expone Moses.

—¿Y qué podemos hacer? —pregunto yo—. Si algo recuerdo de la conversación con ese hombre, es que estamos solos y en desventaja.

Suena una risita. Alicia está sentada sobre el tocador y juega con una boa de plumas.

—«Esto va a ser una merienda de negros» —se mofa la maldita muñeca. Querría retorcerle su ficticio pescuezo.

«Céntrate, Foster», me digo.

—No es verdad —me corrige Astrid ajena a mis desvaríos—, no dijo que estuviéramos solos. Nos comentó que debíamos encontrar a un oyente que nos ayudase. Yo le pregunté cómo podríamos hacerlo, si no había ninguno más de los nuestros y él dijo...

Recuerdo la conversación.

—«No he dicho exactamente eso» —añado.

—Es verdad. ¡Qué intriga! Eso quiere decir que sí hay otro oyente —señala Alabama—, pero ¿quién?

—¿Y por qué no fue convertido al mismo tiempo que nosotros? —se pregunta Moses.

Astrid esboza una sonrisa, satisfecha. Aún tiene la mirada soñolienta. Ha dormido casi una hora y cuarto en los sofás hasta que Alabama finalizó su espectáculo dividido en dos actos. Dos actos de refritos indie—pop, brillantina y luces estroboscópicas.

Esa sonrisa suya es el preludio de algún tipo de revelación. Está dejando que el resto siga haciendo preguntas al aire.

Me apoyo sobre la mesa y me inclino hacia delante.

—¿Puedes, por favor, acabar con esta intriga? —le ruego.

Ella se ríe.

—Me regodeaba en vuestra expectación, pero sí, no tenemos mucho tiempo —dice ella.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Where stories live. Discover now