EPISODIO 4, ESCENA 14: En la que se cierra el cerco.

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Alcina sigue propinándole puñetazos al mobiliario mientras los agentes intercambian miradas de preocupación. Por momentos contrita y, por otros, airada, intenta mantener la paciencia lo suficiente como para responder las preguntas de la policía que ella considera un «mucho hablar y poco hacer». Y la comprendo, también lo hicieron conmigo y me causaron la misma desesperación. A diferencia de ella, yo ya sé que la policía no puede ayudarnos. Si alguien va a traer a Deede y a sus amigas de vuelta, esos somos nosotros. Sin embargo, Alabama insistió en que llamar a la policía podría tranquilizar a Alcina y que las patrullas podrían dar con alguna pista. Yo lo dudo.

A solas en el área de comedor, sigo revisando las imágenes que se suceden en mis retinas mientras simulo sumergir la cabeza entre mis manos de pura preocupación. Necesito saber quién ha sido el instigador de todo esto. ¿Por qué los muchachos se fueron de esa manera?

Reviso una y otra vez el metraje. Primero van al porche delantero y se encuentran con su amiga, la tercera niña desaparecida, luego entran y, pasados unos diez o quince minutos, salen de nuevo al porche y se alejan corriendo calle abajo. Revisando la última escena, decido congelar la imagen y aumentar la figura de Deede. Mi hermano semeja preocupado y hay un momento en que su lenguaje paraverbal indica que tiene dudas de si ir detrás de ellas o no. Sin embargo, a la pequeña Farfalla se la ve confiada, de hecho, lidera el grupo con Mnemosine a la zaga. La hija de Alcina tiene la cara enrojecida, parece que hubiera estado llorando o gritando muy fuerte.

Se lo dije más de una vez a Deede, los amigos humanos solo traen problemas. Tiene que hacerse fuerte, no puede depender de vínculos afectivos más allá de la familia. Recuerdo que la última vez que se lo insinué me miro con altivez y uso a Foster Callahan como arma arrojadiza. Tenía razón. Quizás si no hubiera estado tan pensativa por el asunto de Foster, hubiera estado mucho más atenta a lo que sucedía a mi alrededor y Deede estaría aquí ahora mismo.

La puerta delantera se cierra. Alcina se levanta de un golpe y los policías giran la cabeza. Falsa alarma, no son los fugitivos, sino Alabama. Yo no me sorprendo, le he visto entrar en casa a través de los ojos del perro del vecino. Alcina, al ver que es su alquilado, vuelve al obtuso interrogatorio dando vueltas alrededor de la mesa de la salita con la cabeza gacha. Parece un oso polar que sigue a su presa submarina a través del suelo helado.

Alabama se acerca a mí y se sienta a mi lado. Lleva una pizarra en las manos. Le miro interrogante. Él está absorto y luego responde a mi pregunta silenciosa:

—He encontrado algo. —Le animo con mi silencio a que siga hablando. Mi ojo izquierdo sigue revisando el metraje. Veo que Alabama toma aire.

—Hace un rato entré por la puerta principal.

—Sí, ya lo he visto. Gracias por la información.

—No, Ibree, céntrate —susurra—. No ahora, hace diez minutos.

—No, no lo has hecho, te hubiéramos visto entrar —le respondo. ¿Qué le ocurre?, ¿la preocupación le ha aletargado las neuronas? Él suspira y dice:

—Has puesto vigilancia en la entrada, ¿verdad? —Se cruza de brazos.

—Sí.

—¿Y hace diez minutos estabas revisándola? —Parpadea con altivez. Reflexiono, hace diez minutos los agentes me estaban haciendo las últimas preguntas.

—Me distrajeron.

—Revisa las imágenes —responde sin más. Decido confiar en el humano circense. Me enfoco en el receptor orgánico del cánido y repaso su historial de grabaciones. Mi ceño se contrae y Alabama lo nota.

—¿Entré o no entré, querida?

—Lo hiciste, pero...

—No me viste porque yo tampoco os vi. Ni a los policías ni a Alcina ni a ti. La casa estaba impoluta, sin rastro del desorden de la fiesta. Era la misma casa y no lo era al mismo tiempo.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Where stories live. Discover now