EPISODIO 5, ESCENA 13: En la que se combate bajo las raíces.

35 3 55
                                    


Emitiendo campos de fuerza intermitentes puedo percibir los contornos del laberinto y hacerme una idea de qué caminos cambian. Tengo que despistarle y ocultar el aparato antes de enfrentarme al monje. Está claro que solo el que quede en pie saldrá de la confrontación con él en la mano, aun así, no puedo arriesgarme a que lo encuentre antes de que eso ocurra y que rompa el campo de fuerza y el artefacto deje de sonar. Algo me dice que no importa que esté en una frecuencia anexa. Como ya dijo Júniper, su sonido es un concepto; mientras siga sonando el pantano no caerá sobre los rebeldes y seguirá su curso.

Los campos de fuerza detectan también sus pisadas. Me sigue de cerca, puedo sentir las pequeñas vibraciones que emite. Está usando su cuenco tibetano para guiarse por ultrasonidos al igual que un murciélago. Me veo obligado a dejar campos de fuerza anudados en algunas curvas para poder retrasarle.

Mi idea no era acabar en una confrontación, aunque hubiera sido ingenuo por mi parte creer que no era una posibilidad. Creo que la mejor opción es llegar al centro del laberinto, esconder el aparato allí y enfrentarme a él. Espero que, al tratarse de una frecuencia anexa, no sea tan peligroso acercarse a la Primera Raíz. La verdad es que no me queda otro remedio.

He localizado varias secciones estables en los túneles de raíces. A veces, el paso a uno de esos túneles se cierra porque otros pasillos mutables lo atraviesan y me veo obligado a dar un rodeo. Al cabo de un rato, las intersecciones son menos frecuentes y los túneles poseen mayor altura, lo que significa que estoy alcanzando el centro de la cúpula. He de interponer tres barreras de diferentes tipos (de fricción, de materia y de sonido), para retrasar de nuevo a mi perseguidor.

Por fin llego al claro de la Primera Raíz. A pesar de la prisa, no puedo evitar contemplar el lugar. Sí, es una versión nebulosa y desvaída, propia de las frecuencias anexas, pero la belleza alienígena sigue siendo incuestionable.

En mitad de un claro alfombrado de musgo luminoso se levanta una columna de raíces tiernas que conectan el subsuelo con el abovedado. Estas raíces son traslúcidas y palpitan con sabia verde. De sus agujeros cubiertos de extrañas enredaderas, salen humaredas de esporas de varios colores que quedan ondulando en la atmósfera. Así es cómo se infectó Greuceanu y se convirtió en el Retoño Fundador.

Las raíces emiten pulsiones, quizás eso confunda los ultrasonidos de Kirin y puedan ocultar el contorno del aparato. Me acerco al pie de las raíces, despejo una oquedad de musco y encajo dentro el artefacto aún protegido por mi campo de contención. Fuerzo una de las raíces a cerrarse sobre él y lo tapo con el musgo circundante. Da el pego. Cuando Kirin entra en el recinto, me encuentra esperándole. Mira a su alrededor y yo leo sus intenciones.

—No lo conseguirás mientras yo esté aquí. Sabemos que, de todos modos, de nada te sirve si no me vences. —Kirin asiente.

Tres golpes precisos en el borde de su cuenco es todo lo que necesita para enviarme tres balas sónicas que podrían atravesarme la caja torácica, yo las paro con tres pequeños escudos instantáneos igual de precisos. El ahorra energía y yo también.

Kirin ha sido entrenado en la técnica del shaolin kung fu. Uno de mis maestros me habló en su día del tipo de entrenamiento que hacen. No son tendentes a las grandes demostraciones de poder si no son necesarias. En las grabaciones de Ibree he visto a Kirin usar diversas formas de combate y, si no me equivoco, la mayoría de ellas confluyen en el estilo hóngquán. Ataques fluidos, gráciles y continuados que se aprovechan de la inercia propia y del contrario. Estos combatientes pueden discurrir como un arroyo o golpear como la marea. Es el tipo de enemigo que puede impactarte en el lugar preciso en el momento adecuado, justo después de haber desviado o esquivado tu golpe. Me conviene que combata a distancia usando su dial, ya que mis campos de fuerza pueden gestionar eso. No obstante, si se acerca, puede llegar a ser un problema. Él también lo sabe, por eso usa un pequeño tañido para propulsarse hacia mis rodillas a la velocidad de una bala de cañón. Intenta aproximarse a mí. Yo genero una plataforma y me alzo sobre él, luego me dejo caer y genero un escudo de cinco densidades. Drena mucha energía, pero la idea es mantenerlo solo cinco segundos, lo suficiente para aplastarle. No intenta apartarse, ¿por qué no? Cae bajo mi escudo, debo haberle roto unos cuantos huesos. Cuando me retiro para ver el resultado, él se pone de pie en un salto y me da una patada en el plexo solar que me deja sin aliento. Consigo parar una segunda patada con mi bastón.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Where stories live. Discover now