EPISODIO 4, ESCENA 18: En la que comienza la recolecta.

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—¡Yo he creado esa «furgo», deberías haberme dejado conducirla! —me quejo.

—Por muchos vehículos de automoción que materialices, tú no tienes carnet aún —comenta mi primo mientras rebusca en el compartimento trasero del vehículo—. Eso, combinado con tu tendencia a pisar el acelerador, atraería demasiada atención indeseada.

—¿Te refieres a la poli?, tú eres poli —respondo.

—Ya, y sé lo que me digo. Toma los sacos y las linternas, voy a bajar las sillas. Quién sabe cuánto tiempo estaremos aquí. El Manitú dice que esto puede llevar horas.

—Le has puesto un mote —comento.

—Sí, ¿y qué? —dice él echándose las sillas de camping al hombro.

—Solo les pones motes a la gente que te gusta —¡Uy!, si las miradas mataran.

—¡Anda, Fittipaldi! ¡Déjate de tonterías y lleva eso al merendero!

—¿Ves como sí que lo haces? —Me despacha con un puntapié simulado, yo suelto una risita mientras bajo las escaleras de madera que llevan a la parte oeste del extenso mirador, donde se encuentra el merendero y la zona de picnic. A estas horas de la madrugada parece un sitio más propicio para una ouija que para una merienda. Aunque he de admitir que, es gracias a la escasa iluminación del lugar, que se ven mejor las estrellas y las luces nocturnas de la ciudad.

Mónica y a Lester extienden el gran mapa de la región de Cloven que trajimos de casa de Mamá Rubena sobre la mesa de madera más cercana. Lo aseguran con cuatro piedras en los extremos para que el viento nocturno no lo secuestre. Dispongo las linternas encima de la mesa y los sacos de dormir sobre el banco.

—He traído un poco de chocolate caliente —me dice Mónica señalando a uno de los termos que hay sobre la mesa.

—¿Y ese otro termo de allí? —pregunto.

—Café.

—Pues prefiero café, gracias.

—¿No eres un poco joven para...? —Levanto una pestaña en respuesta.

—¿Para enfrentarme a un grupo de oyentes homicidas? —digo mientras alcanzo el termo de café.

Touché —dice ella—. Siempre he tenido la idea de que los jóvenes deberían abstenerse de tomar estimulantes, aunque no es que mi antigua yo sea una buena referencia.

—Los jóvenes deberían abstenerse de tomar estimulantes —dice Lester arrancándome el termo de las manos con uno de sus cabellos extensibles—. Y tu antigua yo aún forma parte de ti —le dice a Mónica—. Que quieras cambiar no quiere decir que todo lo que pensaras antes estuviera equivocado. —Ella se rasca la cabeza.

—Supongo que no —concede.

Las protestas no sirven de nada así que, a regañadientes, me sirvo una taza de chocolate. Está bien bueno, mejor que el café, pero no les daré el gusto de que lo sepan. En el internado todas las niñas tomaban café como acompañamiento al cigarro en cuanto un profesor parpadeaba.

Geoff llega al merendero y despliega las sillas, mucho más cómodas que los rústicos bancos del merendero, que están llenos de astillas.

—¿Así que esto es un picadero? —pregunto.

—¡Jenna! —me grita mi primo, molesto.

—¿Qué pasa?, ¿no puedo usar la palabra «picadero»?

—No tendrías ni que saber lo que es un picadero.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang