EPISODIO 5, ESCENA 20: En la que todo se transforma.

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¡Qué bello espécimen! —Acaricio el pelaje duro y brillante de la criatura—. Solo es un sedante. Ya verás, enseguida te encontraremos un lugar donde puedas estar tranquilo y vivir sin peligro. —Sonrío. La arena multicolor se levanta y los ojos adormilados de la criatura me observan. Su iris pierde color—. ¿Verdad? —pregunto de repente, aunque no sé bien a quién. Un gemido responde a mi pregunta. Alzo la mirada y allí, junto a la esfinge inconsciente, está Míster, ese maldito perro sabelotodo. El animal ladea la cabeza y me mira con ojos saltones. No, espera, no es Míster, es un coyote, ¿o puede que un chacal? Un lobo, definitivamente es un lobo.

—¿Por qué me miras así? Tranquilo, lobito, van a cuidar bien de él. Estudiarán sus costumbres y le harán pruebas para ver cuál es su hábitat más adecuado. —El lobo vuelve a gemir y pega un ladrido—. No, no estoy segura, mi trabajo no es ese —respondo a su pregunta silenciosa—. Mi trabajo es encontrarlos y retenerlos para ponerlos a salvo. —Otro gemido—. Ellos no saben lo que les conviene, están asustados e ignoran la situación...—Dos ladridos—. ¿Hablar con ellos? Eso les asustaría, o les volvería violentos. —Otra sacudida de cabeza—. O quizás no. —Siento una angustia en el pecho—. Pero allí los tratan bien. No corren peligro y tampoco son un peligro para otros. —Otro gemido y dos ladridos. La verdad me impacta como una pedrada—. Yo soy el peligro, soy yo la que los caza.

Un viento golpea las dunas irisadas y arrastra la arena. El cuerpo de la esfinge se deshace en partículas y se pierde en el cielo empañado. El lobo/coyote sigue mirándome. Yo alzo al cabeza hacia el centro del remolino.

—¡Hay un motivo!, ¿verdad? No es solo cuestión de control. Hay un propósito, ¡dime que es así! —grito—. ¡Contéstame! —No pronuncio su nombre, pero sé bien a quién le hablo. Las partículas de arena se vuelven de neón y comienzan a arremolinarse de forma estructurada adquiriendo la forma de líneas de código. El Constructo.

—La exportación a este banco de memoria es contraproducente —dice el rostro de neón. Habla en radiofrecuencia, en código y en texto a la vez.

—¿¡Por qué los cazamos!?

—Perfil reconocido. Usuaria registrada. Inquiry no autorizada. Generando excepción. —El rostro de neón me escruta—. El sistema debe ser balanceado y el código ineficiente debe ser retirado.

—Ineficiente...

—Los sujetos referidos crean disrupciones y generan variables inesperadas. El código debe ser revisado y, en última instancia, eliminado. —Soy consciente de lo que me dice y el atasco de mi pecho sale en forma de lágrimas.

—¡No son variables!, ¡ellos son refugiados! ¡Se supone que usamos la ciencia para ayudar...! —¿Qué he hecho?

—Queja registrada. Cálculo de probabilidades completado. Esta variable es peligrosa —dice de repente la voz—. El usuario ha sido reportado. El usuario no acata los términos y condiciones de servicio. Su cuenta debe ser eliminada, su baja es obligatoria.

Noto un desgarro en el pecho que me deja sin respiración y, antes de que pueda hablar, varias de las partículas luminiscentes del rostro se abalanzan sobre mí desfragmentando el desierto a su paso, comiéndose las nubes, la luz y el aire. Doy un par de pasos hacia atrás y caigo sobre la arena mientras veo la nada aproximarse. El lobo salta por encima de mi cabeza, se pone frente a mí y le enseña los dientes a la nada. Ruge y la nada se retira. El rostro de neón declara:

—Esta subrutina es desconocida. Su código parece entretejido en el sistema de sistemas, no obstante, no hay referencia a él. Archivando esta subrutina en la base de datos, procediendo a... —Con otro ladrido, las partículas del rostro se deshacen y vuelven a ser arena de colores. El vendaval se calma tan rápido como se ha levantado.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora