Nos levantamos del sofá y fuimos corriendo a la cocina. Tori y Liz se miraban la una a la otra como si hubieran visto un fantasma.

—¿Qué pasa? ¿Estáis bien? —preguntó Mike con un rollo de cocina en la mano.

—Se nos ha olvidado... —murmuró Liz.

—Por completo... —añadió Tori.

—¿Chicas?

Salieron de su ensoñación y nos miraron.

—Hoy tenemos la fiesta de primero —habló Liz—. Y no tenemos nada para ponernos.

—¿Qué vamos a hacer?

—Primero... —miré a Mike—. Deja tu arma. —Dejó el rollo de cocina y se dio la vuelta avergonzado—. Y segundo... ¿Os llevamos al centro comercial?

—¡Por favor! —exclamaron las dos a la vez.



Unas horas después...

—Estoy agotado —dijo Mike tirándose en mi sofá—. ¿Cómo se te ha ocurrido decirles que las llevaríamos al centro comercial?

—Vamos, se lo debía. —Me senté a su lado y bebí un poco de agua—. Además, no me negarás que no te gusta ver a Liz probándose ropa.

—No estamos hablando de eso.

—¿Cuándo le vas a pedir salir?

—Dejemos el tema, Alex.


NARRA TORI

R A D I A N T E S.

Esa era la palabra: radiantes. Ni yo misma pensaba que podría estar tan bien con este conjunto.

—Creo que esta vez nos hemos superado —comentó Liz sin dejar de mirarse al espejo. Llevaba un vestido negro ajustado y unos tacones que le hacían crecer como 10 centímetros—. Y tú... ¡Mírate! —Me agarró del brazo y me llevó hasta el espejo—. Estás increíble.

—¿En serio?

—Por favor, estás impresionante. —Un vestido azul con tirantes se ajustaba hasta mi cintura y luego caía suelto hasta la mitad de mi muslo—. Y por fin he conseguido que te pongas algo con tacón.

—Bueno, son unos botines negros así que no cuenta.

—Eso es lo que tú te crees. —Me sonrió y me abrazó—. Vamos a pasarlo genial.

—Como siempre.

Salimos media hora después de mi casa y fuimos en el coche de Selena hasta el local que había alquilado el consejo de estudiantes para la fiesta de inicio de curso. El local estaba lleno de gente que bailaba y bebía como si no hubiera mañana.

—¡Están ahí! —gritó Selena señalando una mesa que había en una de las esquinas del local.

Caminamos hacia ellos y saludamos a todos antes de tomarnos la primera copa. Paul se acercó rápidamente a mí con una copa en la mano y me la ofreció.

—Creo que le gustas —me gritó Liz en la oreja.

Miré a Paul que seguía con una sonrisa en el rostro sin dejar de mirarme. Le sonreí y me alejé un poco de él. Liz empezó a reírse detrás de mí y me llevó al centro de la pista a bailar con el resto de las chicas.

La música era buenísima y Liz y yo éramos incapaces de parar de bailar.

—¡Liz! ¡Voy a pedir otra copa! —asintió con la cabeza y levantó el pulgar.

Caminé hasta la barra recibiendo algún que otro empujón.

—¿Me pones otro gin tonic? —le grité al camarero y asintió con la cabeza.

Y entonces llegó MaverickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora