Epílogo

504 32 0
                                    

Narrador omnisciente

Después de ese beso entre ambos latinos, sin darse cuenta Percy y Jason los estaban buscando. Los dos tortolitos estaban ignorando su entorno, a causa de su prolongado choque de labios. Como todos los chicos adolescentes, los dos hijos de los grades dioses Poseidón y Júpiter, no prestaban atención a su entorno.

   —Te lo dije, no deben estar aquí. Leo prefiere... —las palabras de Jason fueron interrumpidas, ante la escena que presenciaban. Los dos amigos estaban en un debate interno de como reaccionar a continuación—. Esto...
   —¡Aleja tu saliva de la chica, Valdez! —Percy blandió a Contracorriente, a punto de hacer pedacitos a Leo—. ¡Sueltame Grace! Le daré su merecido, antes que alguno de la cabaña 7 lo haga.
  —¿Es enserio, Jason? —Leo se separó de _______, mirando a su amigo con decepción—. Vamos colega, pensé que tendría tu apoyo en esto.
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó ________, mientras miraba para el lado contrario a los chicos. La vergüenza que sentía por la sobreprotección de Percy y Jason la abrumaban—. ¿No deberían estar descansando en sus cabañas?
—Quizás, pero en ese caso... La pregunta iría también para ustedes —tanto Leo como _________ se congelaron ante la declaración de Percy—. Y, a diferencia de mi amigo, tienen mi apoyo.
—¿Incluso si los de la cabaña 5 quisieran destruirte por saber esto? —Jason intentaba hacer que Percy se acobardara de sus palabras. Pero el pelinegro no movió un músculo—. Bien, por mí, que te hagan pedazos. Pero después no vengas a lloriquearme por "Clarisse esto, Clarisse lo otro, odio como Clarisse se empeña en..."

En tanto aquellos dos tenían una discusión sin fin de los maltratos de la líder de la cabaña de Ares, Leo y ________ se escabulleron para irse rumbo al campamento. Deseaban encontrar unos minutos más de paz y tranquilidad, antes de que la caracola diera señal del horario de la cena. Con el latino jalándole delicadamente el brazo, guiándola al bosque del campamento, ella solo podía sonreír como una idiota enamorada. Ese sería la mejor manera de describir su estado de ánimo en aquel preciso momento.
________ alzó la vista al cielo y notó que pronto serían las siete y media de la tarde. Cuando volvió a dirigir los ojos hacia el frente, se encontraban en la entrada del búnker 9. Al principio, ella no comprendía porque la había llevado a un lugar, donde sabría que tendría gente acumulada a muerte. Él debió percibir la incomodidad de la hija de Artemisa, por lo que logró calmarla con las siguientes palabras:

—Tranquila, les dije a los chicos que experimentaría con algo peligroso. Así que, el búnker está oficialmente suspendido hasta nuevo aviso —Leo soltó una risilla, que le daría honor a su apodo: el duende latino.

El hijo de Hefesto abrió la puerta del lugar reservado, exclusivamente, para los descendientes del dios del fuego. Dentro, reinaba el silencio y un vacío atípico en el ambiente. Obviamente no ayudó a _______ a comprender el porqué estaban allí. Leo le hizo una señal de que hiciera silencio, pero él silbó. ¿A quién le silbaba? Festo estaba junto al Árbol de Thalia, cubriendo a Peleo en sus vacaciones (muchos campistas encontraron extraño que un dragón precisara de vacaciones, pero para ______ era razonable que Peleo disfrutara de tener un momento para él), ninguno de sus hermanos se encontraba ahí. ¿Acaso habrá querido superar las habilidades de Charlie? ¡¿Tendrían que preocuparse por otro autómata gigante fuera de control?!
Un ruido metálico resonó en las paredes del búnker 9, haciendo que la chica se preparará para una batalla inminente (básicamente, por reflejo). El latino hizo que bajara la guardia y señalara a una de las estaciones de trabajo, a unos tres metros de distancia. ______ quedó impactada ante lo que veían sus ojos.

—Ven Buford, no te hará daño —Leo parecía hablar con la mesa, pero esta se meneaba como si se negara a la petición—. Te juro que no intentaré pulirte con Windex.
—¿Por qué con Windex? —dijo ______, en tono de asco. Inmediatamente, la mesa se asomó por encima de la mesada—. No solo tiene un olor horrible, ensucia más de lo que limpia.
—¡Era lo único que había a mano! —se quejó Leo, mientras la mesa mágica se acercaba hacia la chica. Se frotaba contra sus piernas, como si fuese un gato dando cariño—. ¡Ey! Ella es mía colega —en protesta por el comentario y el intento de alejamiento, la mesa despliego un mantel que decía: "Leo es un duende de pacotilla"—. ¡¿Cómo te atreves a decirme eso, Tablón andante?! Ya verás como te deshago en tres segundos.

En cuanto aquellos dos se perseguían como loco, _______ no paraba de reírse por las ocurrencias de Leo respecto a las máquinas. Aún que Buford, la mesa no fuese un autómata, podríamos considerarlo una innovación de Valdez. Las risas cesaron solo cuando Leo tropezó con algo, haciendo que ambos se besaran sin pensarlo.
Sí, es cierto que _______ era un secreto que nadie debería saber de su existencia. Ella jamás debería haber nacido, nunca debería haber conocido el mundo de la mitología griega, menos conocer a otros como ella: semidioses. Pero no arrepentía de nada. No hubiera conocido a las personas que ella tanto ama, y ella los ama también.

El secreto de los dioses, quizás ahora no sea tan secreto. Sin embargo, el lazo inimaginable entre ella y Leo, es el mayor misterio divino en la historia de las aventuras de los semidioses modernos.

El secreto de los dioses (Leo Valdez y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora