XV

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Benditos sean los guardias que estaban en la entrada. Desde que volví en sí (podríamos decirlo así), los guardias de la entrada no se alejaron más de 10 centímetros de mi cara. Sólo cambiaban de guardia, y yo, aburrida.
La voz que invadió el lugar por unos minutos, no volvió a hablar de nuevo. Los gemelos tampoco me dieron señales de su presencia. Tenía dos teorías, para que se largaran de aquí: 1-La dueña de la voz, los ahuyentó como para no mostrar su cara espectral;
2-Cerbero los descubrió y los llevo al inframundo en un camuflaje que lo volvía invisible.
¡¿A quién quiero engañar? Claro que la opción 1 es la más lógica!

"En realidad, la verdadera, fue la 2. Cerbero si tiene la capacidad de volverse invisible si lo desea".

Debería intentar dormir más, tener voces en mi cabeza no es bueno. Will siempre me criticaba que dormía poco, sólo por andar intentando cazar por los alrededores del campamento; o cuando toda la cabaña de Ares, tenía deseos de desafiarme en batalla. En menos de tres minutos tenía a todos los hijos de Ares, apilados en una montaña y yo victoreando en la cima; incluso cuando comencé a permanecer más tiempo en el campamento y Silena o Charlie intentaban distraerme con algo.

Silena... Charlie... No hay día que no dejara de pensar en ustedes. Literalmente, cada vez cuando los recordaba, miraba mi dije y... ¡Mi dije!¡No lo sentía en mi cuerpo! Seguro se cayó en el momento en que me secuestraron.
Espero que alguien del campamento se haya dado cuenta de mi ausencia. Con cada segundo que pasaba en este lugar, comenzaba a perder las esperanzas de poder salir de aquí. Desalentador, pero siempre se debe chocar contra la pared de la realidad alguna vez.

[...]

Sí, aún estaba en esta posición y supongo que fue durante días. También seguía sin probar un bocado de algo de comida, ni había bebido nada. Cada segundo que pasaba, comenzaba a perder las esperanzas de salir de este lugar, mugriento y oscuro. Los olores que emanaban los rincones de la cueva eran asquerosos. Peor que limpiar los establos de los pegasos, después de una buena comida (para ellos, si hay que ser sinceros).

En el silencio, se escuchó el sonido de rocas cayendo al piso, éstas provenían del pequeño hueco de entrada que estaba sobre mi cabeza. Instintivamente, levanté la cabeza, intentando saber quien era.

─¡¿Quién anda ahí? ─preguntó uno de los guardias de la entrada─. Identifíquese ahora o dispararemos.
─No creo que sea tan estúpido como para responderles ─comenté sarcasticamente─, Además, ¿cómo van a disparar si no sé ve nada?
─¡Tú, a callar! ─dijo el guardia─. ¡A quién esté ahí, identifique o matamos a la chica?
─¿Estás loco? ─susurró su compañero, demasiado alto como para ser disimulado─. El amo nos mataría si llegáramos a hacerlo.
─Es para hacerlo salir, ¡idiota! ─le reprochó su acompañante.

No les dio tiempo a los guardias para protegerse, de los ataques del misterioso intruso. Volaron dagas, flechas y hasta llegué a escuchar tajos de espadas. Parecía que este fisgón tenía intención de recibir el título de ladrón.
De repente, volvió el silencio. Supongo que el no haber comido, activó mis sentidos hasta el tope. Escuchaba mi respiración y los latidos de mi corazón a máximo volumen, los pasos de alguien acercándose a donde estaba, hasta podía sentir como mis ojos estaban a punto de salirse de las órbitas. Sin previo aviso, alguien, con una máscara (le cubría toda la cara, menos la frente y los ojos) completamente negra, estaba parado frente a mí.
Sus orbes gris tormenta, mostraban tranquilidad, calidez y seguridad. Tenía piel bronceada y la respiración muy agitada y cerca de mi cara. Si esta persona pensaba atacar a alguien, ese alguien no iba a ser yo. Al menos, esa era mi intuición. Puso una de sus manos en mi boca, para evitar que gritara e informara a otros que estuvieran a nuestro alcance.

─Te voy a sacar de aquí ─el enmascarado habló. Tenía una voz ronca y suave, era de un chico─. No te asustes, no tengo intenciones de hacerte daño.

Miró las cadenas que sujetaban mis muñecas y, luego, las de mis tobillos. Parecía analizar la situación, seguramente buscando una solución a este problema. No pareció encontrar una vía rápida y fácil, así que quitó su mano de mi boca, sacó una daga y empezó a forzar la cerradura. Créanme o no, logró liberar mis muñecas en menos de tres segundos.
Al hacer contacto con el suelo, no lograba mantenerme de pie. Mis piernas temblaban como gelatina y me dolían los músculos como si en toda mi vida, hubiera hecho ejercicios sin parar. Él pareció notar mi condición, por lo que antes de que cayera al piso, me sujetó con sus brazos, extendidos debajo de mis axilas. A continuación, me apoyó contra una de las paredes de la caverna. Me dio lo que pareció un pedazo de pan con una botella de agua. ¿Acaso este chico era psíquico?

─Después de haber estado cinco días como Jesús, supuse que estarías así ─dijo mientras seguía intentando liberar mis tobillos. ¡Sólo habían pasado cinco días!─. Pero debe ser imposible calcular el tiempo, cuando te encuentras en estas condiciones ─al momento de liberarme, contraje mis piernas al pecho y alcancé mi arco con las flechas a mi derecha. Posicioné una flecha y tensé la cuerda de mi arco y lo apunté hacia el desconocido, directo al pecho.
─¿Quién eres? ─mis ojos estaban fijados en el muchacho, quien no se movió ante mi acción─. ¡Respondeme. ¿Quién eres y qué es lo que quieres de mí?!
─No estoy para hacerte daño ─llevó una de sus manos a un bolsillo de su pantalón y sacó su puño cerrado─, solo hago esto porque me lo encomendaron...
─¿Quién te envía? ─no lo dejé terminar─. ¿Hades?¿Artemisa? ─en ningún momento, separé mis ojos de él, algo me decía que este "desconocido" no hacía nada por caridad. Seguramente habían puesto un precio razonable para él, por mi cabeza.
─Por favor, tú eres la que está débil y sin poder levantarte ─se burló de mi defensa─. ¿Cómo esperas que...? ─en ese momento le lancé una flecha, que le rozó el hombro. Para que se queden calmados, desvíe la dirección para que solo le rasgara la remera.
─Esa fue de advertencia ─apunté a su cabeza─, puedo hacerlo mejor, aún estando en las peores condiciones, como en las que me encuentro ahora. Así que, habla de una vez. ¿Quién eres y qué quieres?
─Es comprensible, no podía esperarme otra cosa de ti. Ambos tienen el mismo carácter. Impulsivo y, por decir nada más, cobarde ─respondió el chico.
─¿Ambos? No quiero acertijos, quiero respuestas. ¿Qué quieres?
─Lo descubrirás pronto ─de su puño cerrado, tenía una montaña de polvillo morado. Cuando él sopló ese polvillo, yo disparé la flecha, pero se dirigió a su brazo (donde ya le había dejado marca). Lo último que escuché fue un quejido por su parte y además.
─No importa, lo que me molesta es no haberte encontrado antes. Me traerás... ─después de eso, todo se oscureció. El maldito me puso a dormir y yo no me podía resistir a no hacerlo.

¿Quién me asegura que los sueños de los semidioses son tranquilos? Recéteme a ese alguien para que lo muela a golpes. Claro que Charlie me hubiera agarrado y castigado, poniéndome a limpiar y a ordenar toda la cabaña nueve.
  Siempre que alguien, en especial Quirón, me delataba, Charlie era el que siempre me castigaba. Recuerdo una vez, antes de que él y Silena comenzaran a salir juntos, me obligo a organizar su primera cita. Fue extraño pero genial. Ese momento fue mágico, como Charlie se ponía nervioso por no saber que hacer, Silena que intentaba comprender la situación para calmarlo (sin usar su embrujihabla) y yo, quien claramente podrían considerar prácticamente afuera de esto, observaba e intentaba darle un empujón a Charlie en lo que podía.

La escena cambió por completo. Era de noche, en medio de un pastizal y solo estaba iluminado por una fogata en medio de todo esas plantas. El cielo estaba empezando a esclarecer pero aún se estaba algo obscuro.
Un pedazo de bronce estaba cerca de las llamas, donde logré ver a Jason y Annabeth durmiendo sobre el metal. Leo miraba las chicas crepar en el medio del cielo y Will regresó de no sé donde, para sentarse junto a Valdez.

─Todo es mi culpa ─dijo Leo, sin mirar a mi primo─. De haber sabido que esto pasaría, no me habría separado de ___________.
─No Leo, yo soy el culpable aquí ─dijo Will. ¿Acaso a ambos les encanta estar en remordimientos todo el tiempo?─. Le prometí a Beckendorf que cuidaría de ella. Debía protegerla, cuidarla y evitar la mayoría de los peligros. Terminé fallandole a él y a ________.

Oh Will...

El secreto de los dioses (Leo Valdez y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora