VII

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Leo

Tuve varias cosas en mi vida en la cuales fueron extrañas. La causa de la muerte de mi madre, asimilar que soy un semidiós, ir a las tierras antiguas (conocido como Europa), enfrentarme a la mujer de tierra y terminar en una prisión/paraíso con una ninfa obsesionada por un amor eterno, entre otras. Pero creo que esto supera cualquiera de las antes dichas.
Un perro de dos cabezas, listo para devorarnos en el acto, junto a dos semidioses asociados al misterio... Que alguien me saque de este embrollo. Algo era seguro y era, que no había marcha atrás. Tanto Nico como ______ prepararon sus armas, mientras a mí, me agarró el ataque de empezar a dar vueltas entre mis dedos unos engranajes.

─Vamos Ortros, basta de juegos ─amenazó Di Angelo─. Hora de volver con mi padre.
─Él lo mandó ─soltó sin miedo.
─¿Qué? ─le pregunté confundido, en busca de respuestas.
─Me quiere a mí, seguro por escapar de sus páramos.
─¿Cómo dices? ─con Nico hicimos la pregunta al mismo tiempo, intercambiamos miradas y volvimos a la escena actual.
─Dejemos los detalles para más tarde, ¿sí?

El can nos atacó con todo lo que tenía, automáticamente saque la masa del cinturón portaherramientas. Lo cargué como un bate de béisbol, listo para sacar la pelota fuera del campo. _______ preparó un arco con un arsenal de flechas extrañas y Nico alzó en alto su espada. Como todos caballeros que somos, dejamos el primer movimiento a la chica, quien le propino una flecha especial. Al hacer contacto con la piel del animal, soltó un humo que lo confundió.
Seguí yo, dandole un golpe bien duro en la cabeza y Nico Di Angelo agrieto la tierra entre las patas del can, dejando salir manos huesudas que las sujetaron y lo arrastraban al centro de la tierra. Como era de esperarse, Ortros no iba a darse por vencido, con tanta facilidad. Daba mordiscones a otras manos huesudas la sujetaban de los pies, ella clavaba las uñas en la superficie.
─Resiste, ya voy ─corrí lo más rápido que las piernas me daban, para poder llegar a ella.

Aun con el esfuerzo que ella hacía para permanecer en la superficie, los brazos que la arrastraban tenían mucha fuerza que parecían superarla. Cuando estoy a centímetros de distancia, parecía que no iba a alcanzarla.
Nico me dio una mano y empujábamos, sosteniendo las manos de _______, para sacarla de esa grieta.

Fue solo entonces, Jason y Percy nos ayudaron, eliminando el agarre de los esqueletos. Inmediatamente, el chico tenebroso, cerró la abertura en el piso. Tanto ella como yo, rodamos media vuelta quedando panza arriba, con las respiraciones agitadas. Nadie habló, nadie suspiró, ni siquiera hubo intento de decir letra alguna.

─Alguien podría ser, tan amable de explicarme... ─Percy rompió el hielo de manera aterradora─. ¡¿Qué demonios sucedió aquí?!
─Oh, nada fuera de lo normal ─contesté a mi modo, con un toque cómico─. El hermano de un perro infernal quería atrapar a ______, el "mini amo" apareció sin invitación y resulta que unos esqueletos tienen más fuerza que un rinoceronte. ¿Respondí a tu pregunta?
─No.
─Perfecto, entonces busca en The New York Times, la historia completa y lo entenderás.
─Au ─______ se quejó.
─Tiene una herida cerca del tobillo ─dijo Jason a los demás, levantando la pierna derecha de la chica─. Tendríamos que llevarla con Solance.
─Yo me encargo ─se ofreció Di Angelo, por unos segundos sentí pena por ella─, ustedes vayan e intenten dormir.

Llevo uno de los brazos de _____ al cuello y fueron, a paso lento, hasta la ronda de cabañas. Entre los tres restantes echamos miradas de confusión y otros elementos sentimentales, que no se definir con exactitud.
Seguimos a Nico, a una distancia prudente, mientras que la caminata al campamento fue en completo silencio. Los mecanismos de mi cerebro, empezaban a andar con velocidad, intentando conectar cables para responder a mis preguntas: ¿Por qué un perro infernal quería llevarse a ______?¿Qué era lo que Jason ocultaba?¿Quienes estaban al tanto de esto?

[...]

─Estoy bien Will, no necesito más vendas ─bromeó ______, mientras Will exageraba en envolverle la zona del tobillo con vendas─. Además, solo fue como una raspada.
─No me importa, te dije que ir a la zona oeste era peligroso.
─Lo sé, pero creo que mi GPS se descompuso ─puso un tono sarcástico en su voz─; además, donde está la necesidad, de convertirme en una momia.
─Para que logres escucharme, de vez en cuando.
─No quisiera que formara parte de la colección de mi padre, siendo una momia griega ─opinó Nico─. Aún siendo una reliquia única.
─Gracias por la ayuda, Di Angelo.
─Oigan, quiero que alguien me explique que esta pasando acá ─dije haciéndome escuchar─. Estoy harto de ser dejado de lado, en estas cosas.
─Leo, tu eres el menos indicado para recriminar sobre eso.

Sabía que tenía razón, pero no era su culpa querer despejarse del ambiente donde yo estaba incómodo. No debí haberla dejado ir a esa zona, pero en mi defensa, no sabía que estábamos en los límites. Decidí salir de la habitación, para no empeorar las cosas entre ellos y causar pleitos o algo por el estilo.
Encabecé mi camino al Búnker 9, sabiendo que mis hermanos y hermanas estarían en las fraguas. Necesito estar solo y poder relajarme, que mejor manera que hacerlo a mi estilo. Hecho un ovillo, Festo esperaba tranquilamente en la entrada del búnker. Cuando estaba entrando, me miró de manera expectante, seguro pensando que vendría con ­­­­­­­__________.

─Ella no va a venir amigo, lo siento ─miré los planos que había sobre las mesadas de trabajo, alguien había dejado un libro sobre arte─. ¿Quién demonios dejó esto aquí?
─Ahora sé que tu gusto no está en el arte ─una voz femenina, hizo que pegara un sobresalto. Me di vuelta, con una mano ya en llamas en caso de atacar, pero fue innecesario─. Quería hablar contigo, como no estabas, entré a esperarte.
─¿Cómo lograste entrar? ─es extraño que ella haya logrado entrar, cuando solo mis hermanos y yo sabíamos como hacerlo─. Nadie es capaz de...
─No tendrías que subestimarme.
─Ya, como la manera en que derrotaste un titán con un cepillo de pelo.
─Era lo único que tenía a la mano.
─Tengo que tener cuidado contigo ─la señalé con cara nerviosa, si el oráculo se presenta ante ti, nunca es una buena señal─. ¿Qué me depará el destino ahora? La última vez que tuviste una visión sobre mí, definía mi muerte.
─En primer lugar, las profecías nunca vienen completas ─se acercó un poco más a mi─. En segundo, vengo por otro motivo.
─Dime entonces, porque hoy tuve demasiados rodeos para tener otro ─me di vuelta, intentándome concentrar en el trabajo─. Además, si no se trata de mí.
─Tiene que ver con tu relación de ­­­­________.
─¿Qué cosa?
─Me oíste ─aclaró la pelirroja─, ahora necesito que dejes esos cachivaches y me prestes atención.

El secreto de los dioses (Leo Valdez y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora