XXV

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—¡No! ¡¿Por qué, por Hades, tenías que sobrevivir tú?! —Calypso se levantó del suelo, tomando una postura aterradora.

Sinceramente, no entendía porqué o qué había pasado, después de que me desmayara en medio del ritual. Ni bien abrí los ojos, Will me estrujó contra su pecho, repitiendo varias veces "Gracias a Apolo, estás viva". Luego, cuando Calypso parecía dispuestas a atacarme, no solo Will se posicionó delante de mí. Leo enfrentaba a la hechicera, sin mostrar ninguna emoción.

—Detente Calypso, los dioses han decidido —cualquiera hubiese pensado que él intentaba que ella entrara en razón, pero sabía a la perfección que eso no iba a suceder—. Apegate a su decisión, no quiero que sufras, de nuevo, las consecuencias de contradecir su voluntad.
—Me importa una dracne lo que los dioses quieran, yo solo deseaba pasar el resto de mi vida con Teseo —en su voz, notabas lo destrozada que estaba. Pero eso no quita, el hecho de querer asesinar a todos en este espacio—. Habré perdido al amor de mi vida, pero lo pagaran con la vida de ella —me señaló con el dedo.
—No la tocaras —sentenció Will.

Me alejé del agarre de mi primo, mientras lentamente, intentaba incorporarme. Al principio, comenzaba a tropezarme sin lastimarme contra el piso. Después del quinto intento, logré mantenerme de pie. Ninguno de nuestros amigos, o enemigos, se acercaba. Quizás porque teníamos una especie de barrera protectora, talvez porque no sabían como reaccionar ante este "enfrentamiento" o probablemente, así lo deseaban realmente los dioses.
Avancé lentamente hacia Calypso, mientras Will y Leo intentaban detenerme de alguna manera. Yo hacia oídos sordos, ante sus peticiones. Ya había perdido a mucha gente que quería y amaba, no dejaría que la historia se repitiera ahora. No, si yo podía evitar la catástrofe.

—¡Espera ________! Aún no estás recuperada —me suplicaba Will—. No puedes enfrentarla.
—Mirame —volteé a verlo, con una cara no muy amistosa, para después enfocarme en Calypso—. Si así te complace, mátame. No dejaré que lastimes a mi familia.
—Cuidado con lo que deseas, semidiosa —creó un remolino a nuestro alrededor, impidiendo que alguien del exterior interfiriera o yo acudiera a ellos—. Ni siquiera te molestes en utilizar armas, te serán inútiles aquí.
—¿Siempre fuiste resentida hacia mí? —pregunté, tomando una postura defensiva—. Digo, todas las veces que estuvimos cerca la una de la otra... Tu miraba expresaba claramente "muere".
—Te subestimé, _________. No eres una chica tonta —contestó Calypso, con tono cínico.

Ella hacia que el viento me elevara del suelo, al mismo tiempo que intentaba quitarme el aire de los pulmones. Sentía el pecho arder como nunca. "Si debía morir hoy, lo haré demostrando ninguna debilidad". Cerré los ojos, pero al mismo tiempo, la imagen de mi papá apareció ante mí. No lloraba, pero las ganas no me faltaban, estaba igual a como lo recordaba. Antes de que él muriera.
Traía una chamarra gris, con el cierre por la mitad, debajo de esta llevaba una remera blanca. Unos pantalones tiro alto negros y unas zapatillas deportivas blancas con rojo. Me mostraba una de sus asombrosas sonrisas, las cuales siempre me hacían pensar en la felicidad pura. Estiré mi brazo, esperando alcanzar su mano. Pero él solo negó con la cabeza.

—No puedes rendirte, hijita —levantó la manga de su chamara, mostrando unas marcas, las mismas que yo traía en mi brazo—. Nuestra familia está llena de luchadores, sé que tú lo sabes. Tienes que enfrentar al enemigo con la frente en alto, anticipa sus movimientos y vencerás.
—Tengo miedo, estoy dispuesta a morir ahora —mi voz estaba quebrada, incluso si no podía hablar.
—__________, un guerrero sabe cuando enfrenta la muerte. Y éste no es tu caso —un resplandor se hizo presente, dejándome ver la figura de mi hermano—. Teseo aceptó su destino, así tu podrías vivir con el tuyo.
—Un espíritu maligno se apoderó de mi cuerpo —giré mi cabeza, me daba mucha rabia mirar su rostro—. Entiendo que jamás pueda conseguir tu perdón, solo te pido que luches por tu vida.
—Claro, como si eso fuera a solucionar TODOS tus errores —me desquité contra él—. ¿Crees qué mi vida fue genial cuando desapareciste? ¿Pensaste en lo mal que me haría el estar cerca de ti? ¡¿Alguna vez pensaste en MI felicidad?!
—Tienes razón, no lo hice —miró a papá, como si le pidiera permiso para algo, y él asintió—. Llegó la hora de compasarte todos los problemas que te hice pasar.

La visión se disipo, hasta no dejar rastro ni de mi padre, ni de mi hermano. Cuando los abrí, sentí algo diferente. Veía a Calypso flanquear hacia mi persona, aunque no estoy segura del porqué. Levanté mi brazo derecho, sin que yo lo controlara, una llamarada salió disparada, junto con una espiral plateada. La chica salió disparada, hacia uno de los bordes de la roca central, sosteniéndose apenas con los dedos.
Cuando sentí que recobraba el control sobre mi cuerpo, volteé a ver a los demás. Lo que me impresionó, es que Leo tenía el cuerpo congelado, exactamente igual a cuando ataqué a Calypso. Los secuaces de ella, la ayudaron a salir del aprieto en el que se encontraba.

—¿Cómo diablos...? ¿Qué acaba de suceder? ¿Sabes qué? Me importa un comino —dijo Calypso, lista para atacar de nuevo—. Despídete de tu vida, ___________ Gaítan.
—¡Suficiente! —una luz plateada, que después tomo cuerpo de una adolescente de doce años, se encontraba frente a mí—. Haz causado demasiado daño Calypso, hija del titán Atlas.
—¿Y qué harás, Artemisa? ¿Convertirme en un cervatillo? —Calypso se burlaba ante la diosa de la cacería.
—Peor que devolverte a Oggigia —la diosa tronó los dedos, dejando un pilón de cenizas en donde estaba Calypso anteriormente—. Si que eres una niña problemática _________, idéntica a tu madre.
—Ay, por todos los dioses, por favor para —golpeé la palma de mi mano, contra mi cara. La verdad, hubiese deseado que Gaia me hiciera vivir eternamente como su esclava, antes que esto.
—Primero, te niegas a respetar las ordenes de Thalia; luego, te involucras con un semidiós quien ha querido ligarse a la mitad de mis cazadoras...
—¡Ey! Esperé un segundo, eso no es cierto —se quejó Leo—. Solo fue con dos de sus mujeres, no más que DOS.
— Y, para terminar, terminas dejándote capturar dos veces. ¿Te parece el comportamiento de una futura cazadora?
—¿Cuántas veces tendré que decírtelo? —odiaba tener este tipo de conversaciones con ella, claramente, esta no era la primera—. Sé que no escucharías el tío Apolo, ni en un millón de años, pero aparentemente te niegas a escucharnos. ¡No pieson ser una de tus subordinadas, madre!
¡¡¡¿QUÉ?!!! —más de uno se desmayó ante esto, genial. ¿Ahora cómo se supone que los llevaría hasta el campamento?

El secreto de los dioses (Leo Valdez y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora