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Bueno, no deje en claro quien soy yo. Me llamo _____ Gaitán, tengo 15 años, soy de Argentina pero crecí en la zona sudoeste de Estados Unidos. Mi vida es demasiado corta, para ser honesta.
Soy la menor de cuatro hermanos. Dos hombres y una mujer, nada sencillo; en especial, cuando dos de ellos son medio hermanos. El menor de los varones, comparte progenitores conmigo y somos los menores de la familia. Mi padre fue padre adolescente, la madre de los dos mayores lo abandonó para seguir con su carrera de modelo, así que cuando conoció a mi madre... Digamos que mis medio-hermanos no se lo tomaron tan bien. Cuando yo nací, ellos nunca me trataron mal, por ser la menor y mujer; en cuanto a mi hermano, no tuvo tanta suerte.
A mis tres años, nos mudamos a Estados Unidos, por cuestiones laborales de papá. Había adquirido por herencia una granja en Nuevo México, por lo que tuvimos que dejar mi tierra natal. El traslado fue duro para mis hermanos, pero yo estaba feliz de tener una vida campestre. Los dos mayores iban a la escuela media y mi hermano a la elemental. Un día, llamaron a nuestra casa, dando la noticia que mis medio-hermanos habían desaparecido de la escuela. Papá los buscó por todos los lugares posibles, hasta que la policía los encontró... Sin vida.

Inmediatamente, nos mudamos a otro terreno de la familia, en el estado de Texas. Mi hermano estaba feliz por no tener que soportar los insultos y abusos de nuestra media-sangre, pero papá y yo estábamos deprimidos y devastados, sin comprender como había sucedido aquel accidente. Cuando tenía cinco años, papá lo mandó a un campamento ubicado en San Francisco. Pero no se quedaba tres meses, había veces que duraba medio año ahí dentro. Yo no le veía lógica, aún que no me quejaba. Tenía tiempo de calidad con papá.

Un día salí a cabalgar, en los desiertos del sudoeste, alegre y sintiendo la brisa que golpeaba mi cara. Una serpiente apareció de la nada y asustó tanto al caballo, que se alzó en dos patas (tirándome al piso) y salió corriendo. Me había dejado frente a la serpiente.
Los ojos de ese reptil se posaron en mí, como si deseara clavar sus colmillos en mi piel. Asustada, me arrastraba lo más rápido que podía, lejos de ella. Pero solo escuché una voz; hoy en día me da miedo recordarlo: "El animal puede parecer feroz, mas muy en el fondo, es tan cobarde como lo demuestras ahora". Entonces me levanté y seguí las huellas de las herraduras, que el equino había dejado en el árido suelo, ignorando completamente la serpiente. Recuerdo que papá estaba angustiado y salió a buscarme, cuando me encontró, lloraba de alivio. Seguro estaba asustado de perder a otro de sus hijos.

─¡_________! ─desmontó su caballo y corrió hacia mi─. Gracias al cielo, ¿estás bien?¿te duele algo?¿qué sucedió?
─Estoy bien papá ─tenía una sonrisa en mi cara, cuando me subió a su caballo, éste salió al galope, sin esperarlo.

La imagen cambió, estaba sola en el bosque de Sonoma, mirando mi antebrazo con seis rayas y un símbolo extraño. Escuche una rama partirse a pocos metros de donde estaba.
Me inclinaba, acercando mi cuerpo al pecho del cadáver de papá. No iba a dejarlo, tampoco pensaba separarme de él. Un chico alto, moreno de pelo negro, ojos marrones y con una espada en mano, me miró con curiosidad e intentó acercarse. Como era tan grande, temí que me hiciera algo, haciendo que me posicionara cerca de la cabeza de papá.

─¡Ven aquí Silena! ─gritó a sus espaldas─. La encontré.
─Dame un respiro Beckendorf ─una voz femenina habló desde lejos─, no descanse desde que salimos del campamento.

Detrás de él, una chica mediana de pelo castaño, ojos azules y piel clara, dio unos pocos pasos hasta quedar cerca de mí. No entiendo porque no me aparté de ella, pero no mostraba ser una amenaza.

─No permite que me acerque ─derramaba unas lágrimas en la mejilla de mi papá, como si llegara a reaccionara y se las limpiara─, está asustada.
─Tampoco tu cuerpo ayuda en mucho ─dijo irónica─, me refiero a que mides casi un metro noventa, eres musculoso y un hombre...
─Dices que por mi género, ¿una niña tiene derecho a tenerme miedo? ─el tono ofendido parecía sobre actuado, eso me hizo reír un poco─. Ja, como si no tuviera suficiente por ser...
─Un grandulón bocón y lindo ─voltee mi vista hacia ellos y la tal Silena estaba sonrojada hasta la cabeza─. Gentil, de buen corazón.
─Pues, tampoco eres como yo pensaba.

Sigo sin saber, si fui la causante de ese amorío entre ellos dos, pero cuando me llevaron al campamento, no duré más de medio día. Me escapé, antes de la hora del almuerzo. Después de dos meses en fuga, Beckendorf y Silena me encontraron en Pensilvania, en un parque que estaba siendo considerado mi hogar.

─Sé lo difícil que fue, perder a tu padre ─Silena se posicionó frente a mí─, pero estoy segura que él hubiera querido tu seguridad. Y eso es, lo que te estamos proporcionando.
─No, no lo sabes ─miré seriamente a ella y a Charles─. Odio que me mientan.
─Te dije que no era tonta ─la criticó Beckendorf─, es demasiado lista, como si pudiera armar una bomba desde cero.
─Mejor no des ejemplos ─aclaró inmediatamente Silena─; y sí, tienes razón, no sabemos lo difícil que es perder a un padre. Pero sabemos lo que eres...
─¿De qué están hablando? ─pregunté sin entender.
─Eres una semidiosa ________...

Sabía perfectamente que ella había dicho algo más, pero la imagen se puso difusa. La vista se reflejaba en Will, quién estaba recostado en la silla, cercana a la camilla. Sentía la presencia de alguien más que yo. A mi izquierda, había un chico; específicamente, quien había sacado con el grandulón del dragón de bronce. La única diferencia, estaba despierto, dejando ver sus ojos marrones y brillantes. No tenía la mirada puesta en mí, pero su cara tenía felicidad.
Pero ellos no eran los únicos que estaban aquí, al menos completos. El cuello y cabeza del autómata se asomaban de la ventana cercana de ahí. Tenía necesidad de levantarme, pero el dolor agobiante en mi pierna, me obligó a caerme de rodillas al piso. Inmediatamente, el cuello de Festo me sostuvo, dejándome apoyarme.

─Wow, tranquila nena ─me ofreció la mano, para ayudarme, pero no la acepté─, no estás en condiciones para estar en pie.
─¿Quién eres? ─le pregunté algo cortante, no podía confiar en nadie tan fácilmente─. Solo sé que saliste del dragón y Jake te reconoció.
─Oh, seguro. Parece que nadie consideró presentarme ─dijo él, retirando su mano─. Leo Valdez, a tu servicio.
─¿Cómo es que entraste aquí?
─Porque soy uno de ustedes ─extendió la palma de su mano y creo una pequeña llama─, soy un hijo de Hefesto.

El secreto de los dioses (Leo Valdez y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora