RAMIRO

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Si al final tengo tu amor

>>Hola veras no me conoces pero yo 
   conozco alguien que te conoce y que tu
   conoces y bueno que me voy por las
   ramas la cosa es que tu amigo DIEGO
   esta viviendo con mi familia y no se
   atreve a hablar contigo por que tiene
   pena en el caso que quieras ponerte en
   contacto con el escríbeme acá. Por cierto
   me llamo Aristóteles  Córcega.


¿DONDE ESTAN?<<
PUEDO IR EN UNA SEMANA     


Ramiro no podría estar más agradecido de haber elegido abrir el mensaje que le enviara Aristóteles de entre los miles que suele recibir a diario de sus fanes. Sólo tuvo que leer "DIEGO" para saber que ese mensaje cambiaría a partir de ese momento su estrepitosa vida. No lo dudó y con su manera particular de hablarle a sus "flanes" los hizo participes de aquello que lo tenía bien "felipe," y sin dudarlo les explicó sus planes. Así fue como suspendió su primera gira internacional por un mes, discutió con su padre por "tirar su carrera por la borda por ir detrás de un culito" como lo consideraba y una semana después llegaba a Oaxaca con el corazón a punto de salir de su pecho e ir corriendo a reencontrarse con Diego. No le importó viajar en un autobús con tan sólo una maleta, un abrigo para esconder su rostro junto a unos lentes negros que completaban su atuendo con el que según él podía pasar desapercibido.

Al llegar a Oaxaca descubrió que no era necesario ocultarse, sus habitantes estaban tan concentrados llevando mensajitos a la tumba de Imelda, encendiendo velas en la acera frente al edificio o preparando los panes y el café para las siguientes noches de rezos que nadie le prestaba atención al famoso chico que caminaba libremente por sus calles.

--¿Qué celebran? --preguntó curioso al ver a personal del municipio colgar luces que atravesaban las calles, cobrar el impuesto a los vendedores ambulantes que ya invadían las aceras y preparar la tarima para el espectáculo que ofrecerían el último día.

--La última broma pesada que hiciera mi abuela --le dijo Aristóteles indiferente a todo el trajín que había en las calles para seguido abrir el viejo portón de metal del edificio, permitiendo que ambos ingresaran en el, Aristóteles subía nervioso por no tener idea de la reacción que tendría Diego, y Ramiro igual de nervioso pero por el simple hecho de volver a ver a Diego.

En realidad no tenía idea de cuanto extrañaba a Diego hasta que lo vio, hasta que lo tuvo tan cerca que podía sentir su aroma natural, hasta que tuvo de nuevo sus labios contra los suyos, hasta que lo escucho soltar un pequeño gemido cuando introdujo su lengua en su boca y acaricio con ella su paladar, supo cuanto lo extrañaba cuando por fin volvieron a dormir juntos y aunque no llegaron a ir más allá de unos besos que no dejaron de darse hasta quedarse dormidos. Aquella seria sin duda la mejor noche que podría haber pasado en su vida.

Ni siquiera le importaron las marcas en su cuerpo que descubrió a la mañana siguiente, para Ramiro lo único que le importaba en toda la existencia eran cada uno de los segundos que compartía y compartiría con Diego. Así se lo hizo saber durante el resto del día, con cada beso, con cada abrazo y cada frase cursi que se le ocurría y no dudaba en transmitírsela.

--Deberíamos cocinar algo, tengo hambre --opinó Diego cuando escucho a su estómago protestar por comida, después de un rato de sólo estar contemplándose entre ellos.

--Podríamos pedir que nos  traigan algo --se estiró perezoso Ramiro antes de regar una serie de besos por toda la cara de Diego.

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