ANDRÉS

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Sentimientos de culpa

《Tenemos un problema


Te he dicho que no me escribas si no lo he hecho yo antes》


《Era necesario que lo hiciera, podríamos estar en peligro


Me asustas, qué ocurre?》


《Tu hijo nos descubrió

《Nos vio besándonos

《Tienes que hacer algo o todo se irá al carajo


No te asustes ya pensaré que hacer》


《Lo tomas con mucha tranquilidad, estas consciente de lo que está en juego

Tranquilo》

No me vuelvas a escribir hasta que yo lo haga》

Entendido?》

《Ok

*****


A Andrés le había tocado viajar solo en una de las camionetas privadas que conformaban el pequeño convoy que había reunido Ubaldo en pocas horas, para llevar a sus guardaespaldas y a los que ayudarían en la búsqueda de Temo y de Diego. Ubaldo y Soledad iban en otra, aunque por razones de seguridad no sabía en que posición iba, sólo sabía que en las otras cuatro camionetas viajaban algunos de los miembros de la seguridad de Ubaldo, el resto viajaba en los autobuses que llevaban a los rescatistas.

Desde la noche anterior, cuando recibió aquella terrible llamada para informarle que Diego había desaparecido, no había tenido un minuto de calma. La culpa lo estaba devorando desde su interior, él aunque de manera indirecta tenía parte de la culpa de aquella tragedia.

Aún no se explicaba como había terminado envuelto en aquel lió sacado de una telenovela ochentera, en aquella trama turbia de infidelidad, intriga y tragedia. Sin siquiera darse cuenta, cada día que pasaba se iba pareciendo un poco más a un personaje producto de la fértil imaginación de su padre y tal vez, eso era, un simple espejismo, podría ser que su cuerpo estaba hecho de papel y en sus venas en lugar de sangre corría tinta, un espejismo viviendo en un mundo de ilusión. Si era así, no había por que preocuparse, Diego y Temo aparecerían vivos tarde o temprano por que si ellos eran parte del mundo creado por la imaginación de su padre, toda aquella trama debería de terminar bien donde todos y cada uno de los personajes que la conforman tendría su final feliz como en las demás historias que solía su padre; pero si fuera así, no debería sentirse de esa manera, ni la culpa se atoraría en su garganta haciéndole difícil respirar.

Con manos temblorosas bajó la ventanilla de la camioneta y encendió un cigarrillo, necesitaba relajarse.

--Señor Cervantes, si la Señora Soledad se entera que estuvo fumando se enojará con los dos --lo sacó de sus pensamientos el chófer de la camioneta, mientras, lo miraba por el retrovisor.

--No lo hará si no le dices, Argimiro, o sea, que tú calladito --dijo el joven llevando el cigarrillo a su boca para dar una calada. Sin más, miró otra vez por la ventana antes de volverse a perder en sus pensamientos.


*****

Andrés conocía a Diego desde que ambos eran unos niños, y por extensión conocía también a Temo. Los tres, junto a Carlota, la hermana menor de Andrés, habían crecido prácticamente juntos. Si Andrés no hubiese conocido la historia de Temo, hubiera caído en el error de pensar que eran mellizos. Ambos chicos eran verdaderamente inseparables, allá donde estuviera uno, el otro estaría cerca por consiguiente. Sin embargo, la relación de Temo y Andrés se diferenciaba mucho de la que tenían Andrés y Diego, tanto Temo como Andrés, a penas se dirigían la palabra cuando estaban reunidos.

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