DANIELA

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Aquella mañana, Daniela, estaba de muy buen humor; su oso, Gabriel, la había despertado como sólo el sabía hacerlo.

En sueños había podido sentir como una cálida sensación de euforia le recorría el cuerpo desde su vientre y se esparcía en oleadas por todo su ser. Cuando abrió los ojos y quiso reaccionar ya era tarde, Gabriel la tenia firmemente agarrada, por la espalda, de uno de sus pechos, mientras, su grueso mástil entraba y salía de ella, de manera suave y firme a la vez. --¡Gabriel!-- intento decir con tono de protesta pero sonó más a un gozoso gemido. Lo único que logro conseguir con eso, fue que Gabriel arreciara las embestidas, haciéndola gritar y sentir como sus partes se humedecían aún más. Besa su hombro y mordía su nuca, haciéndola vibrar. Bajo su mano del pecho a su vientre y ella por instinto separó un poco las piernas, permitiendo que Gabriel, llegara hasta su duro botón. 

Deslizó sus dedos dejándolo entre dos de ellos. Y repitió el movimiento una y otra vez al ritmo de sus arremetidas. Estaba muy excitada, totalmente dominada por el placer, gritaba sin pudor, pidiendo más.

Cómo en cada una de las ocaciones que lo hacían, que eran muchas, ambos terminaron a la vez.

Había quedado extremadamente atontada, como si flotara en una espesa bruma de placer. Sintió como Gabriel salía de ella con un sonido húmedo, antes de apretar uno de sus sensibles pezones y darle un beso en la mejilla. Aquella caricia la hizo retorcerse como felino.

--Anda despierta, oso, que el desayuno se enfría-- le dijo Gabriel mientras se colocaba un boxer, de los que había en el montón de ropa sucia.

--¿Cómo puedo hacerlo si me despiertas de deliciosa manera?-- protesto Dani --Además me siento sucia, mejor me iré a bañar-- haciendo un puchero lo voltio a ver.

--Quedate así-- le dijo acercandose --me encanta tu olor después del sexo-- la miraba fijamente mientras metía dos dedos dentro de ella, para luego sacarlos y llevárselos a la nariz, aspiro fuerte aquel aroma de sus líquidos combinados.

--¡Que asqueroso eres!-- dijo a la vez que se guindaba del cuello de Gabriel. --Eres insaciable-- le dijo, mientras, metía una mano en su boxer para tomar su miembro totalmente erecto nuevamente, le dio un beso antes de ponerse de rodillas, a la vez que bajaba el boxer.

--Si lo hubiera sabido, no me lo pongo-- dijo con ojos llenos de lujuria. Lo miraba a los ojos cuando se lo introdujo a la boca. --O-o-oso-- dijo entrecortado --no me he lavado.

--¿Crees qué eres el único guarro aquí?-- respondió antes de seguir con la felación.

Para cuando lograron salir de la habitación el desayuno estaba demasiado frío para comer. Se sentó en la isleta para ver a su caliente esposo preparar por segunda vez el desayuno casi almuerzo.

Desde que había decidido quedar embarazada, Gabriel se había vuelto más viril, más dominante, y que ambos trabajaran desde su hogar le era ventajoso. La tomaba donde fuera, sin importarle lo que estuviera haciendo.

Aún con tantas sesiones donde quedaba más que exhausta y con sus partes escurriendo líquidos no había podido quedar embarazada.

Estaba detallando su trabajada espalda y pequeño pero redondo trasero, cuando la vibración de su celular la saco de sus cavilaciones.

--Una reunión familiar urgente-- le dijo a Gabriel, y este la miró atento. Sabía lo difícil que era para ella regresar al edificio después de la muerte de sus padres.

--Oso, si no quieres ir, sabes que ellos entenderán-- dijo en un tono comprensivo --sabes que yo te apoyaré.

--Tenemos que ir-- Gabriel, vio determinación en sus palabras y no pudo más que regalarle una sonrisa antes de seguir con el desayuno.

No lo podía negar, estaba muy nerviosa cuando se bajo del automóvil de Gabriel, sintió que tenía años que no visitaba ese edificio que en sus épocas de gloria debió haber sido uno de los más hermosos de todo Oaxaca.

Gabriel la tomó de su mano izquierda y entraron así en el edificio.

--¿Y si lo hacemos aquí, antes que salga alguien?-- pregunto, Gabriel, caliente mientras la tenia contra la pared y le besaba el cuello con verdadera lascivia.

--No, Gabriel, esperate, nos van a ver-- decía Daniela no muy convencida, mientras empujaba a Gabriel sin la menor fuerza --bajemos al sótano-- dijo entre jadeos --nadie nos ver...

--¡Chiflando y aplaudiendo, par de calenturientos!-- el grito de Pancho López los hizo separarse de un brinco --en este edificio hay niños, nuu manche!

--¡L-lo siento!-- dijo Gabriel y como si hubiera visto a un fantasma entro presuroso al departamento de los Córcega.

--Gracias Gabriel-- Dijo al hallarse abandonada --¿Pasa algo, Pancho?-- Daniela, no pudo evitar notar que el peculiar vecino de su abuela estaba un poco cambiado. Ojeroso y encorvado parecía no haber dormido en días...

Cuando entró, estaban casi todos los que podían estar. Sólo faltaba su tío Audifaz y su primo Aristóteles. La familia se veía reducida, y parecían todos un grupo de desconocidos.

Recorrió con los ojos todo el departamento, no parecía que una tragedia hubiese ocurrido en ese lugar. Sin duda, Pancho, se había esforzado enormemente en la restauración del departamento. No fue hasta que miro al fondo, al comedor, que lo vio. Temo estaba rojo, de seguro no estaba muy cómodo de estar ahí. Tenía un ojo un poco morado y la mirada triste y quien sabe en que lugar.

En eso estaba cuando escuchó entrar a su primo y a su tío; para variar venían discutiendo, conforme Aristóteles había ido creciendo se había ido distanciando más de su padre, hasta llegar al punto de que sus opiniones nunca estaban enparejadas; uno era más tradicional, más cerrado mientras que el otro; más liberal, más moderno.

Olvido que venía discutiendo con su padre, y se acerco a ella corriendo, con aquella gran sonrisa que hacia que sus ojos se cerraran, hasta solo parecer dos rendijas pero no logró llegar y la sonrisa se le convirtió en una mueca de dolor.

--¡Polita, no, porfavor!-- oyó a Temo gritar desde el comedor pero ya era tarde, su tía llevaba de la oreja derecha a Aris, que se quejaba de dolor, hasta que los dos se perdieron en la entrada del departamento. Logro ver a Temo, perderse en dirección a los cuartos antes de voltear a ver a su familia. Todos estaban confundidos menos su abuela y su hermana Linda.

Luego de una hora de gritos y protestas, de parte de Audifaz, estuvieron de acuerdo que el chico se quedaría con su abuela.

AdicciónWhere stories live. Discover now