MICHAEL

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El sol entraba a la habitación por la gran puerta de vidrio que daba hacia el balcón, se revolvió incomodo en su cama, el calor se hacía insoportable, había olvidado encender el aire acondicionado la noche anterior, y el enorme edredón sólo ayudaba a aumentar el calor.

El sabor del exceso de la fiesta de la noche anterior en su boca, le provocó hacer una mueca de asco.

Retiró el edredón para descubrir que junto a el dormían también otros tres cuerpos desnudos. Dos chicas rubias y un pequeño chico de cabello platinado que le llamo mucho la atención. Las curvas de su rostro eran delicadas, su piel era lechosa y estaba cubierta de una delicada pelusa, así durmiendo parecía una muñeca de porcelana, era delgado pero podía notar la sombra de cada uno de sus músculos bajo su pálida piel.

Decidió ir al baño, su cuerpo se lo pedía, mientras estuvo ahí se dedicó a tratar de recordar en que momento había llegado a su departamento con esos tres. Odiaba las veces en que aquello ocurría, odiaba no recordar lo que hubiese hecho la noche o madrugada anterior, más sospechando que había terminado teniendo sexo con tres personas en su cama y no recordar, eso lo fastidiaba.

Cuando salió por fin del baño, había demorado más de lo habitual, aún el trio permanecía durmiendo, ajenos al sofocante calor que había en la habitación, abrió la puerta para ventilarla un poco, sin duda habían tenido sexo, aquellas cuatro paredes apestaban a sudor, alcohol, pasto seco y esperma. Se puso unos bóxer limpios y buscó algún pantalón de mezclilla que ponerse.

Al terminar de cerrar el pantalón los despertó, ya moría de hambre y necesitaba salir por un buen desayuno.

--¡Arriba perras, largo de mi habitación!-- grito haciendo despertar de golpe a las dos rubias que enseguida comenzaron a vestirse. --¡Eh tú!-- dijo al ver que el chico permanecía sentado en la cama con los ojos cerrados --también era contigo, ¡despierta, vato!--

--Ya estoy despierto, no grites-- dijo el platinado, haciendo un pucherito con sus delicados labios.

--No pareciera, aún tienes los ojos cerrados, vamos que tengo que salir-- dijo burlón, aquel chico le parecía verdaderamente tierno.

--No jodas con eso, que los tengo abiertos-- reclamó el chico algo molesto.

--¡Oh, vaya, lo siento!-- dijo acercándose, al chico para comprobar que en realidad los tenía abiertos, aunque sólo fuera un poco --si quieres, puedes ducharte, al parecer acabe sobre ti, estas todo...-- decía mientras con un dedo describía círculos sobre el chico, dando a entender que en su cuerpo había rastros de la batalla nocturna.

--¡eeeh, gra-gracias, supongo!-- intentó salir de la cama pero las piernas las tenia algo entumidas por la faena.

--Vaya creo que fui algo rudo-- dijo con fingido arrepentimiento.

--Fuiste fantástico-- dijo el chico sonrojándose en el acto al comprender lo que había dicho.

Se le quedó mirando como se dirigía al baño, las piernas le temblaban como cervatillo, sus nalgas eran aun más pálidas que el resto de su cuerpo pero redondas y respingadas, verdaderamente hermosas. Tenía una mano marcada en una de ellas. Ese chico era como ver a un elfo de aquellos que describía Tolkien en sus novelas. Por sus muslos bajaban gotas de un líquido blanco algo teñido de rosa. Sin duda había disfrutado más de una vez de ese chico.

Sólo cuando iba ha salir de la habitación, recordó a las dos chicas que estaban con ellos. No las vio en la sala, por lo que dedujo que ya se habían retirado, en cambio encontró a una docena de personas desnudas, durmiendo tiradas donde los hubiese encontrado el sueño, había charcos de alcohol y vomito por doquier. Aquella sala estaba hecha un asco, no tenía la menor duda que tendría que pagarle extra a la señora de la limpieza.

AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora