Temo

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La lluvia caía inclemente sobre Temo, haciendo que sus rizos se le adhirieran a su frente, temblaba por el frio y ya había estornudado en dos ocaciones, en las calles de Oaxaca, vacias, sólo cominaba él, la lluvia y el frío había recogido a todos los transeúntes; al caminar solo, la distancia del parque hasta la esquina de la panadería de los Corcéga se le hizo enorme.

Al estar frente al edificio de los Córcega no pudo evitar preguntarse por qué su padre con todo el dinero que tenía, de entre tantos edificios bonitos en Oaxaca había decidido por mudarse a aquel, que olía a humedad y a sarcófago; la corriente fallaba constantemente y casi nunca había agua caliente, a demás de que la pintura de la fachada claramente no había sido retocada en mucho tiempo.

Miró hacia arriba buscando la ventana del que fuera su mejor amigo, las luces estaban encendidas y el movimiento repentino de las cortinas amarillas, delataba que hasta ese momento alguien había estado asomado en ella.
Abrió el viejo portón oxídado y este se quejó con su característico sonido de gigante asmático. En ese momento, la claridad que producía la ventana de cortinas amarillas se apagó.

Entró en silencio, se alegró de que los mellizos estuvieran plácidamente dormidos en su cuarto, se encerró en el suyo. Su habitación era pequeña, no tenía ni la mitad de las cosas que tenía en Toluca, sin embargo hasta esta noche no la había sentido acogedora, ní había tenido la urgente necesidad de abandonar todo y regresar con su tía y hermanos mayores . Se puso ropa seca y se tiró a llorar nuevamente en su cama, rogando que al despertar en la mañana todo fuese un mal sueño.

Al día siguiente, su padre, entró como un huracán en su habitación como ya era costumbre, vio el bulto de ropa mojada en una esquina pero no le prestó importancia, ya en la tarde hablaría al respecto con su hijo.

--¡Temochas! ¿Qué haces en cama aún? Harás que lleguemos tarde al colegio-- gritó el alegre hombretón mientras intentaba quitarle la colcha sin poder lograrlo.

--No me siento bien-- mintió, --vomite toda la noche-- aumentó un poco más la mentira para hacerla más creible --¿podría quedarme hoy en casa?--

--Esta bien, nunca faltas, te debes sentir fatal. Te traeré un té que hará que te sientas mejor y voy a llevar a las colcamanías al colegio-- y salió de la misma manera con la que entró, no le había creído por supuesto, nadie que se hubiese pasado vomitando durante la noche, tendría la fuerza para aferrarse a la colcha como lo había hecho su hijo.

Al cabo de unos minutos estaba de regreso, traía una taza humeante del té que había prometido. --Lo dejaré en tu escritoriooooo. Nooo maaanches, Cuauhtémoc, que pedazo de cochinote estoy criando, un día más y mis nietos jugarán encima del escritorio-- gritó pancho. --¡Que cerdo!

Como si hubiera sido levantado por un resorte, quedo de pie frente al escritorio, podría jurar que la ultima vez, había tirado a la basura las toallitas que había utilizado para limpiarse. La risa burlona de su papá al cerrar la puerta, le indicó que sólo había sido víctima de una broma más de su parte. --Cuando regrese tendremos una charla de padre a hijo, ¿entendido?-- dijo antes de cerrar la puerta del todo, en tono muy serio.

Temo se quedo pensando mientras miraba la marca que adornaba su rostro en el espejo, tocó los bordes azulados, dolía si presionaba demasiado, no sólo esa zona estaba hinchada, su ojo izquierdo estaba un poco cerrado, si no fuera por el moretón en la mejilla, podría haber alegado alguna especie de alergia que desconocía poseer. --"Me lo merezco por estupido"-- se encogió un poco de hombros, ese gesto lo hacía ver más frágil, se arrepentía de pensar así, aún cuando el que había reaccionado con violencia era Ari, el lo defendía.

Los recuerdos con Ari, comenzaron a reproducirse en su cabeza. El primero, el más importante, la primera vez que se encontró con Ari. Estaba buscando el cargador de su laptop, no recordaba en cual maleta lo había guardado, en ese entonces aun esperaban los muebles para la casa; cuando escucho que alguien llamaba a la puerta insistentemente. Iba a ignorar el llamado, su padre iría a abrir de seguro pero escucho que gritaban desde afuera su nombre y decidió ir, de seguro era alguno de los mellizos que en sus travesuras habían salido sin permiso. Le pareció extraño que el departamento estuviera en silencio, es más todo Oaxaca parecia estar en silencio; como si el universo estuviera a la expectativa de lo que estaba apunto de ocurrir. Y sin saberlo así era, al abrir la puerta se convertiría en protagonista del evento más importante en todo el universo. 

AdicciónWhere stories live. Discover now